La principal agencia de inteligencia nacional de Alemania, la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (Verfassungsschutz), reveló la semana pasada que está persiguiendo a su exjefe, Hans-Georg Maassen, como un “sospechoso de extremismo de derecha”. La agencia se ha visto obligada a admitir que fue dirigida por un extremista de derecha durante ocho años.
La afirmación de que Maassen solo se convirtió en un radical de derecha en los últimos años no es más que una coartada engañosa. Siempre fue un extremista de derecha, y eso era de conocimiento común. De hecho, su ascenso a la cima del servicio secreto demuestra que las camarillas fascistas están siendo promovidas y protegidas sistemáticamente dentro del aparato estatal.
El propio Maassen ha confirmado en su sitio web que está siendo monitoreado por el servicio de inteligencia nacional, después de que la revista política Kontraste de la emisora pública ARD lo informara en un artículo. La declaración escrita de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución sobre Maassen cita exclusivamente las declaraciones que hizo en público y que no dejan dudas sobre sus puntos de vista de extrema derecha y fascistas.
Por ejemplo, se cita un artículo de Maassen de la Weltwoche suiza, en el que afirma que el canciller Olaf Scholz y la ministra del Interior Nancy Faeser, ambos socialdemócratas (SPD, todas las siglas en alemán) pretenden provocar “el colapso de la sociedad alemana” con sus políticas de refugiados y migración “para construir un sistema social neosocialista sobre sus ruinas”. Comparó la afluencia de migrantes con el cáncer, que debe combatirse con la “quimioterapia”.
Maassen fundó un nuevo partido en enero con la Unión de Valores, que anteriormente trabajó dentro de la Unión Demócrata Cristiana (CDU). Ha declarado su voluntad de formar coaliciones con Alternativa para Alemania (AfD) y que podría ayudar al partido fascista a llegar al poder, especialmente en los estados federales de Alemania oriental. Los representantes de la Unión de Valores participaron en la notoria reunión de representantes de AfD y otros extremistas de derecha en una villa de Potsdam, donde se planeó la deportación de millones de personas de origen migrante.
Como jefe del “Grupo de Proyectos de Inmigración” en el Ministerio Federal del Interior, Maassen abogó por una política de refugiados extremadamente restrictiva y se aseguró de que Murat Kurnaz, nacido y criado en Bremen, fuera detenido en el centro de detención de la bahía de Guantánamo durante cinco años a pesar de ser inocente.
En 2012, Maassen fue nombrado jefe de la Verfassungsschutz para encubrir los estrechos vínculos de la agencia de espionaje con el grupo terrorista de derecha Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU) y mantener la red fascista responsable del asesinato de al menos nueve migrantes y una mujer policía.
Después de la fundación de la AfD, pudo contar con el apoyo de Maassen y su agencia. Maassen se reunió públicamente varias veces con la entonces presidenta de la AfD, Frauke Petri, su sucesor Alexander Gauland y al menos un representante del ala fascista. Discutió con ellos, entre otras cosas, los informes emitidos por la agencia de inteligencia.
Si bien conectó a la agencia de inteligencia más estrechamente con el entorno de extrema derecha, atacó a cualquiera que se interpusiera en el camino de la derecha política. En 2018, Maassen ordenó que el Sozialistische Gleichheitspartei (SGP, Partido Socialista por la Igualdad) fuera incluido en el informe de la Verfassungsschutz como una “organización extremista de izquierda” y, por lo tanto, expuesta a la vigilancia de inteligencia. Como justificación, la Verfassungsschutz declaró que el partido estaba “contra el presunto nacionalismo, el imperialismo y el militarismo” y denigraba el capitalismo.
El SGP presentó una demanda contra esta decisión y demostró así que el Gobierno Federal está reviviendo directamente las tradiciones de la prohibición de Bismarck del Partido Socialdemócrata (SPD) y la persecución de socialdemócratas y comunistas bajo Hitler: “Ahora la Gran Coalición y su servicio secreto están preparando una tercera edición de las Leyes Antisocialistas”, escribió el SGP. “Están adoptando las políticas de Alternativa para Alemania (AfD) y amenazan con la prohibición a cualquiera que critique a este partido de extrema derecha”.
Esta fue precisamente la razón por la que Maassen fue designado para dirigir la agencia de inteligencia nacional. Su objetivo era fortalecer las redes de derecha e ilegalizar el marxismo. Se vio obligado a renunciar solo después de que estallara un escándalo público porque defendió los alborotos de los extremistas de derecha contra los migrantes y los judíos en la ciudad de Chemnitz en 2018 y deliró sobre las “fuerzas radicales de izquierda en el SPD”.
La destitución de Maassen no cambió en lo más mínimo la agenda antidemocrática de la agencia. Las redes de extrema derecha que cubrió permanecieron intactas, y cientos de empleados que contrató durante su mandato permanecieron en sus puestos. Thomas Haldenwang, que anteriormente había trabajado estrechamente con Maassen durante cinco años como vicepresidente de la Verfassungsschutz, fue nombrado nuevo jefe. El SGP permaneció bajo vigilancia de inteligencia y los ataques se extendieron a otras fuerzas de izquierda, como el grupo de protesta contra el cambio climático Ende Gelände y el diario Junge Welt.
La continuidad en la agencia de inteligencia nacional demuestra que el problema no es meramente un individuo, sino la agenda política de la clase dominante. Esta es la razón por la que Maassen fue apoyado por todos los partidos políticos. Fue el ministro del Interior del SPD, Otto Schily, quien lo nombró jefe del “Grupo de Proyectos de Inmigración” en 2001. La CDU, la Unión Social Cristiana y el Partido Democrático Libre (FDP) lo convirtieron en jefe de la Verfassungsschutz. El partido La Izquierda también mantuvo un estrecho contacto con él e incluso lo invitó a una reunión pública en 2013.
El SGP está en el punto de mira de esta conspiración política porque descubrió las redes de derecha en los niveles más altos de la élite política alemana y demostró cómo la clase dominante en Alemania está reviviendo una vez más sus tradiciones fascistas. La AfD fue construida sistemáticamente, y sus políticas ultraderechistas sobre refugiados, otros temas nacionales y la guerra fueron implementadas por los Gobiernos de Angela Merkel y Olaf Scholz. En el libro Why Are They Back? [¿Por qué han vuelto], que examina el regreso del fascismo en Alemania, explicamos:
Si la conspiración de la élite gobernante en 1933 se basaba en un movimiento fascista existente, hoy es todo lo contrario. El ascenso de la AfD es el producto de tal conspiración. No se puede entender sin examinar el papel del Gobierno, el aparato estatal, los partidos, los medios de comunicación y los ideólogos en las universidades que le allanan el camino.
El libro trata en particular de cómo las atrocidades de los nazis están siendo trivializadas en las universidades alemanas con el fin de volver aceptables las posiciones extremistas de derecha y limpiar el militarismo alemán de sus crímenes históricos para “revivir los objetivos [del imperialismo alemán] de dos guerras mundiales”.
Cuando criticamos al profesor de Humboldt Jörg Baberowski por declarar en Der Spiegel que Hitler “no era cruel” y que el Holocausto fue esencialmente lo mismo que los tiroteos masivos durante la guerra civil rusa, los representantes de todos los partidos parlamentarios y la mayoría de los medios de comunicación se pusieron del lado del profesor de extrema derecha. Cuando docenas de consejos estudiantiles y miles de estudiantes apoyaron las críticas del SGP y protestaron contra la doctrina extremista de derecha, el servicio secreto intervino y puso al SGP en la lista de organizaciones extremistas.
El caso Maassen muestra cuán correcta fue nuestra evaluación. Las redes terroristas de extrema derecha en el aparato estatal y la AfD fascista no son cuerpos extraños en un organismo por lo demás sano, sino los peores síntomas de un sistema con una enfermedad terminal. Al igual que en la primera mitad del siglo XX, el capitalismo conduce a formas extremas de desigualdad y a guerras imperialistas cada vez más brutales. Esto es evidente en la guerra de la OTAN contra Rusia y el genocidio de Israel contra los palestinos.
La clase dominante alemana está desempeñando una vez más un papel particularmente agresivo en el estallido en marcha de una guerra imperialista global. Se está preparando abiertamente para una guerra directa contra Rusia y está rearmando masivamente al ejército para que Alemania “pueda librar una guerra” de nuevo. También con la política de refugiados, el programa de la extrema derecha ha sido durante mucho tiempo una política gubernamental. Tan recientemente como el 18 de enero, gracias a los votos de los partidos oficialistas SPD, Los Verdes y el FDP, el Bundestag [Parlamento federal] aprobó la llamada “Ley de Mejora de la Repatriación”, que sienta las bases para la deportación masiva de refugiados.
Esta política despiadada solo puede aplicarse con los métodos propios de una dictadura y el fascismo contra la enorme oposición de la población. Es por eso por lo que la extrema derecha ha sido fortalecida y cortejada por todos los partidos, no solo en Alemania, sino en todo el mundo. En todas partes, la clase dominante está recurriendo a formas dictatoriales de gobierno.
Pero la resistencia a esto también está creciendo en todo el mundo. Las manifestaciones masivas que han tenido lugar contra la AfD por semanas muestran cuán grande es la oposición al regreso del fascismo y la guerra en Alemania. Pero también suscitan en el sentido más urgente la cuestión de una perspectiva política. En la lucha contra la derecha fascista, no se puede confiar en el aparato estatal burgués ni en los partidos que lo defienden, que resguardan el capitalismo y cortejan a la derecha. Solo un movimiento internacional de la clase obrera contra el capitalismo puede detener la guerra y el fascismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de febrero de 2024)