Más de 100 mineros zama zama (“probar suerte”) han muerto de inanición y deshidratación en una mina de oro debido a la política del Congreso Nacional Africano (ANC) de Sudáfrica, encabezado por el presidente Cyril Ramaphosa.

Treinta y seis cuerpos han sido ya recuperados desde el viernes, y videos tomados en el subsuelo muestran muchos más que aún no han sido extraídos. Cientos de sobrevivientes que permanecen en la mina están en condiciones espantosas, enfermos y demacrados.

Uno de los videos que circula en línea, publicado por la organización Mining Affected Communities United in Action (MACUA), muestra decenas de cadáveres envueltos en bolsas improvisadas y registra a un hombre diciendo: “Esto es hambre. La gente está muriendo de hambre. Por favor, ayúdennos. Traigan comida o sáquennos”.

Otro hombre en un video explica: “Estamos comenzando a mostrarles los cuerpos de los que murieron en el subsuelo. Y estos no son todos… ¿Ven cómo la gente está sufriendo? Por favor, necesitamos ayuda”.

Este es el resultado deliberado de las políticas del ANC. En un comunicado publicado esta semana, el sindicato General Industries Workers of South Africa comentó junto con grupos comunitarios: “Lo que ha sucedido aquí debe llamarse por su nombre: esto es una masacre en Stilfontein”.

El gobierno de Ramaphosa bloqueó la mina—que estaba siendo explotada sin permiso por sudafricanos desempleados desesperados y migrantes de países vecinos—como parte de su Operación Vala Umgodi (Tapar el Agujero), lanzada en 2023 y que involucra a 3.000 soldados y policías en todo el país. Según informes, los suministros de comida y agua comenzaron a ser interceptados ya en agosto del año pasado.

La ministra de gabinete, Khumbudzo Ntshavheni, dijo a los periodistas en noviembre: “No vamos a enviar ayuda a criminales. Vamos a sacarlos a la fuerza. Saldrán. No vamos a enviar ayuda a criminales. Los criminales no merecen ayuda, los criminales deben ser perseguidos”. Los mineros quedaron atrapados entre las amenazas de arresto—con 1.000 detenidos según el gobierno—y la inanición.

En realidad, muchos ni siquiera tuvieron esa elección. Después de que la policía retirara un sistema de poleas que era el principal método para entrar a un pozo de 2,5 kilómetros de profundidad, los mineros que estaban demasiado débiles como para realizar un peligroso viaje de varios días por otra salida quedaron efectivamente condenados a una muerte tortuosa en la oscuridad.

MACUA llevó al gobierno a los tribunales, que emitieron una orden en diciembre para que se permitiera el ingreso de comida, agua y medicinas a la mina, pero las entregas fueron totalmente insuficientes.

Clement Moeletsi, un minero que logró escapar y fue arrestado a mediados de diciembre, presentó una declaración jurada en apoyo del caso de MACUA. The Africa Report publicó extractos: “En julio de 2024, tomé la difícil decisión de descender 2 km en el subsuelo, impulsado por las dificultades económicas y la necesidad de mantener a mi familia. A pesar de mis mayores esfuerzos, no logré conseguir empleo, quedando sin los medios para mantener mi hogar”.

En septiembre, dijo, las personas estaban comiendo cucarachas y mezclando sal con pasta de dientes como alimento. “Recurrí a beber agua subterránea, que tenía un fuerte sabor químico”, agregó, lo cual le causaba dolores de cabeza y abdominales.

Los mineros, explicó, “se acurrucaban en silencio, demasiado débiles para hablar o gritar. Otros estaban delirando, murmurando incoherencias o llamando a sus seres queridos a quienes nunca volverían a ver”. Su inanición era “una muerte cruel y prolongada”. Moeletsi y otros dos mineros arrestados dijeron que algunos recurrieron al canibalismo con los cuerpos de los muertos.

En cartas que han llegado a la superficie, los mineros han pedido máscaras para el olor y lejía para deshacerse de los gusanos.

Ahora está en marcha una operación de rescate oficial a medias, utilizando una jaula bajada al pozo principal que puede transportar menos de 10 personas. Ningún miembro oficial del equipo de rescate entra al subsuelo; la operación la realiza un voluntario.

En el mejor de los casos, llevará semanas extraer a los mineros. Dado que la mina es un laberinto profundo de túneles, con diferentes grupos de trabajadores en diferentes áreas—y en malas condiciones de salud—muchos nunca estarán cerca de la posibilidad de ser rescatados y morirán donde están. Es evidente que la intención del gobierno es que tantos como sea posible mueran.

Ramaphosa, exlíder del sindicato Nacional de Trabajadores Mineros y ahora multimillonario, ha dejado clara su postura repetidamente en los últimos cinco meses. En su discurso de Año Nuevo celebró: “Este ha sido un año en el que hemos intensificado la lucha contra el crimen… nuestras agencias de seguridad están lidiando de manera decisiva con el crimen organizado, la minería ilegal”.

En la reunión por el 113º aniversario del ANC hace unos días, mientras las terribles historias de los mineros en Stilfontein circulaban ampliamente en la prensa, dijo que la campaña de ley y orden del gobierno había sido “reforzada por iniciativas como… la Operación Vala Umgodi, que está tratando de manera decisiva las actividades de minería ilegal”.

Este es un crimen repugnante del capitalismo sudafricano. En el país se están trazando paralelismos con la masacre de Marikana de 2012, en la que la policía bajo órdenes del ANC asesinó a 36 trabajadores en huelga en la mina de platino Lonmin e hirió a 78: el uso más letal de la fuerza por parte de un gobierno sudafricano desde el levantamiento de Soweto de 1976.

En ese entonces, los mineros realizaban una huelga salvaje para exigir un aumento salarial, ya que ganaban menos de 500 dólares al mes viviendo en chozas comunales miserables mientras trabajaban en condiciones peligrosas y extenuantes, para generar millones en ganancias a la Lonmin, con sede en el Reino Unido.

Stilfontein muestra que la situación de hoy es aún peor. En 2012, el desempleo en Sudáfrica era del 24,5 por ciento; ahora es del 32,1 por ciento. La pobreza ha aumentado del 55 al 63 por ciento.

La minería, en particular, está en declive terminal, destruyendo cualquier indicio de estabilidad económica en enormes áreas del país. Incapaces siquiera de hallar empleo por salarios de miseria, un estimado de 30.000 mineros zama zama se ven forzados a trabajar ilegalmente—generalmente en turnos de seis meses bajo tierra—para tener alguna oportunidad de mantener a sus familias.

La clase capitalista de Sudáfrica ve a estos trabajadores como sobrantes, indignos de vida. Actualmente incapaces de sacar ganancias de los recursos minerales abandonados del país, han confiado su defensa mientras tanto al ANC, esperando poder regresar algún día con sus propias fuerzas laborales criminalmente explotadas.

El ANC de Ramaphosa ya está en una caída electoral libre, cayendo al 40 por ciento en las elecciones de 2024, desde un mínimo histórico del 57 por ciento en 2019. El World Socialist Web Site comentó sobre el resultado:

La causa del desprecio hacia el ANC ha sido el fracaso del partido para mejorar las condiciones de vida de todos, salvo la nueva élite empresarial negra del país, bajo su política de empoderamiento económico negro. Infraestructuras clave e industrias como la electricidad y el transporte fueron desmanteladas y vendidas a miembros y partidarios del ANC a precios de liquidación, lo que causó enormes ineficiencias, niveles grotescos de corrupción y una creciente desigualdad, haciendo de Sudáfrica el país más desigual del mundo, según el Banco Mundial…

El colapso electoral del ANC y la crisis política que ha exacerbado expresan la incapacidad de la burguesía nacional de mejorar las condiciones sociales de la clase trabajadora y los pobres del campo.

La inanición en Stilfontein es una prueba gráfica de este hecho, y de la necesidad de un partido revolucionario socialista de la clase trabajadora y los pobres del campo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de enero de 2025)