La inauguración de Nicolás Maduro para un tercer mandato consecutivo el 10 de enero representó el fracaso de la estrategia del Gobierno saliente de Joe Biden para cambiar el régimen por medio de las elecciones en Venezuela.
En 2022, Washington inició una serie de negociaciones a puerta cerrada con el Gobierno de Maduro y la oposición venezolana que patrocina, ofreciendo un alivio de las sanciones a cambio de elecciones presidenciales, que luego utilizaría para deslegitimar al Gobierno venezolano independientemente del resultado.
Como era de esperar, tanto Maduro como el candidato patrocinado por Estados Unidos, Edmundo González Urrutia, declararon victoria. Pero después de haber prometido por varias semanas que se infiltraría de vuelta a Venezuela desde el exilio para organizar una contrainauguración el 10 de enero, González decidió no arriesgarse. Según los informes, permaneció en la República Dominicana hasta el martes y ahora planea visitar a los presidentes de derecha de Guatemala y Costa Rica antes de asistir a la toma de posesión de Trump el lunes.
El 9 de enero, la líder fascistizante de la coalición de González, María Corina Machado, lanzó un último intento de incitar al ejército venezolano a deponer a Maduro o al menos de distraer del fracaso de la oposición.
Después de meses ocultándose de una orden de arresto, Machado hizo una aparición pública en una protesta de la oposición en Caracas, que no logró movilizar a una multitud significativa. Poco después, su partido Vente Venezuela afirmó que agentes del Gobierno “interceptaron violentamente” a Machado después de abandonar la protesta y la detuvieron brevemente.
Siguiendo el mismo guion, los medios corporativos, los políticos estadounidenses, incluido Trump, y varios grupos humanitarios publicaron protestas, afirmando que la líder de la oposición había sido secuestrada. Inmediatamente se hizo evidente que sus jefes de la CIA y partidarios en Caracas de alguna manera no habían grabado ningún video o prueba del presunto incidente. Tras no haber podido poner en escena la provocación, Machado grabó rápidamente un video diciendo que estaba a salvo sin proporcionar una explicación creíble de por qué fue liberada.
Desde el 8 de enero, Maduro llevó a cabo una serie de medidas para bloquear cualquier obstáculo a su toma de posesión, incluido el primer despliegue a nivel nacional del llamado Órgano de Defensa Integral (ODI), conformado por militares, policías y grupos paramilitares. Esto fue precedido por el arresto de siete presuntos “mercenarios”, incluidos dos ciudadanos, tres ucranianos y dos colombianos, lo que se suma a otros 125 arrestos desde noviembre en relación con planes “terroristas”. Venezuela también cerró su frontera con Colombia antes de la inauguración.
Estados Unidos y un puñado de Gobiernos más han reconocido a González como presidente electo, alegando que la Plataforma Unitaria de oposición presentó pruebas de su victoria. La mayoría de los líderes regionales se han alineado con la campaña de cambio de régimen de los Estados Unidos. Esto incluye a los supuestos aliados de Caracas como la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, y el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quienes se negaron a asistir a la inauguración en señal de rechazo de la legitimidad de la reelección de Maduro. El presidente pseudoizquierdista chileno Gabriel Boric ha encabezado el coro de denuncias de Maduro como “dictador”.
Si bien en julio estallaron protestas grandes en todo el país contra la declaración de la victoria de Maduro, estaban fuertemente compuestas por capas más acaudaladas de Caracas e involucraban elementos fascistas que llevaron a cabo ataques contra la infraestructura pública. Además, duraron solo unos pocos días después de la votación y fueron fácilmente reprimidas por las fuerzas de seguridad, incluso mediante detenciones masivas.
En respuesta a su último fracaso en Venezuela, las diferentes facciones de la clase dominante estadounidense se están acercando a un consenso para emplear una mayor devastación económica y posiblemente la fuerza militar para derrocar a Maduro y asegurar el control de los mayores yacimientos de petróleo del mundo.
La Administración de Biden respondió a la toma de posesión elevando la recompensa por el arresto de Maduro de $15 millones a $25 millones, así como para otros altos funcionarios, con base en cargos de “narcoterrorismo” presentados bajo Trump en 2020. Las recompensas, que son una clara incitación a la violencia contra los líderes venezolanos, se combinaron con nuevas sanciones financieras contra ocho funcionarios venezolanos.
El martes, en un artículo de opinión titulado “Deponer a Maduro”, el columnista del New York Times , Bret Stephens abogó por una “intervención militar estadounidense del tipo que en 1990 puso fin rápidamente al régimen del caudillo panameño Manuel Noriega” afirmando que “las tropas estadounidenses se retiraron rápidamente, y Panamá ha sido una democracia desde entonces”.
Agrega: “Se han intentado todas las demás opciones de cambio político. ¿Cuánto más sufrimiento se supone que deben soportar los venezolanos y cuánto peor tiene que llegar esta crisis hemisférica antes de que finalmente termine la pesadilla?”.
Después de aplaudir a Trump por nominar como secretario de Estado a Marco Rubio, un senador que ha apoyado una invasión militar para derrocar a Maduro, Stephens concluye: “Poner fin al largo reinado de terror de Maduro es una buena manera de comenzar su Gobierno y enviar una señal a los tiranos en otros lugares de que finalmente se agotó la paciencia estadounidense con el desorden y el peligro”.
Stephens, un crítico de Trump alineado con los republicanos, fue contratado por el Times, la publicación no oficial del Partido Demócrata, para promover el uso de la violencia militar en pro de los intereses del imperialismo estadounidense.
Como señaló anteriormente el WSWS, en 2016, Stephens llamó a bombardear Siria para derrocar a Bashar al Asad, así como EE.UU. había bombardeado los Balcanes. El rápido colapso del Gobierno de Asad el mes pasado, con la complicidad de sus aliados iraníes y rusos, ahora ha envalentonado a aquellos que buscan un curso similar en Caracas, miles de kilómetros más lejos de sus aliados rusos e iraníes.
Sin embargo, la afirmación de que las tropas estadounidenses abandonaron Panamá rápidamente y la comparación de esta brutal agresión con una invasión de Venezuela solo pueden describirse como locura. Los 26.000 soldados estadounidenses que participaron en la invasión de Panamá superaron en número a las fuerzas panameñas por cinco a uno, pero aún así bombardearon varios barrios matando a miles de civiles. El costo económico y humano de una invasión de Venezuela sería incomparablemente mayor, ya que cuenta con unos 150.000 soldados activos y una Fuerza Aérea con plena capacidad de combate y una variedad de aviones de combate, por no hablar de más de 12 veces el territorio y 10 veces la población de Panamá en 1989.
A pesar de su retórica populista, el Gobierno de Maduro representa los intereses de un sector de la burguesía nacional dependiente del capital financiero global y no puede hacer un llamamiento a los trabajadores en los Estados Unidos ni en cualquier lugar de América Latina. Su única respuesta a las amenazas de Estados Unidos es una combinación de fanfarronadas nacionalistas y medidas para ganarse el favor de Trump y Wall Street, como prometer una fuente interminable y fuertemente vigilada de recursos y mano de obra barata, así como su cooperación en las deportaciones masivas.
Durante su audiencia de confirmación en el Senado el miércoles, el nominado a secretario de Estado, Rubio dijo que las licencias que eximen a ciertas empresas del régimen de sanciones, permitiéndoles producir y vender petróleo venezolano, serían “reevaluadas”. Poner fin a estas licencias, en particular la de Chevron, volvería a privar al Gobierno de las reservas extranjeras necesarias para importaciones y servicios básicos.
Rubio declaró: “Porque en Venezuela tienes la presencia rusa, tienes una presencia iraní muy fuerte. De hecho, los iraníes están comenzando a construir fábricas de drones, el fabricante de drones iraníes en nuestro propio hemisferio, sin mencionar la larga práctica del régimen venezolano de proporcionar pasaportes ilegítimos a los operativos de Hezbolá en nuestro propio hemisferio “.
La historia sobre las fábricas de drones iraníes también fue reproducida por Stephens en el Times, pero ninguno citó su fuente original, y por una buena razón. Apareció por primera vez el 10 de enero en la publicación en línea argentina de extrema derecha Infobae, que constantemente no cumple con los estándares periodísticos básicos. El informe simplemente afirma que “se ha informado” y “Según detallaron a Infobae”, antes de hacer una serie de afirmaciones sobre la cooperación militar y económica con Irán, incluidas las fábricas de drones. Hay que adivinar quién “informó” a la publicación.
No se puede minimizar la amenaza de una guerra masivamente impopular y devastadora en el hemisferio occidental. Anteriormente durante la audiencia, Rubio resumió la mentalidad de la clase dominante estadounidense cuando dijo: “El orden global de la posguerra no solo está obsoleto; ahora es un arma que se está utilizando contra nosotros”.
Las amenazas de Trump de asegurar el control de Groenlandia, Canadá, México, el Canal de Panamá y Venezuela son expresiones del giro de toda la clase dominante hacia el uso desenfrenado de la violencia militar y la brutalidad para revertir el declive de la hegemonía global de Estados Unidos.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de enero de 2024)