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Los indultos de Trump en torno al 6 de enero: el líder de la intentona golpista libera a sus matones fascistas

Miembros de los Oath Keepers and el Capitolio, 6 de enero de 2021 [AP Photo/Manuel Balce Ceneta]

En una acción el lunes por la noche que invita e incita violencia contra todos los que se opongan a sus políticas fascistas, el presidente Donald Trump indultó o conmutó las sentencias de todos los participantes del ataque al Capitolio federal de Estados Unidos el 6 de enero de 2021.

Aquellos a quien Trump aclama como “Rehenes del 6-E” llegaron al Capitolio bajo su mando hace cuatro años cargando una variedad de armas y con acceso a arsenales de armas de fuego y municiones. Hicieron destrozos en las oficinas legislativas buscando capturar y ejecutar a cualquiera que se interpusiera en el camino de Trump, y colocaron una horca reservada para el vicepresidente.

Antes de las elecciones presidenciales de 2020, Trump pasó meses planificando lo que el WSWS caracterizó en septiembre de 2020 como “un golpe de Estado… que pone en marcha un plan para establecer una dictadura presidencial”.

La mayoría de los miembros republicanos del Congreso participaron activamente en el complot, votando a favor de detener la certificación de los resultados electorales, mientras que los demócratas se mantuvieron al margen y no tomaron ninguna medida. Biden en realidad llamó a Trump para que apareciera en la televisión nacional mientras sucedía.

Los líderes republicanos del Congreso, e incluso el propio vicepresidente de Trump, JD Vance, se mostraron sorprendidos por el carácter radical de los indultos, ya que habían estado declarando durante semanas que “por supuesto” cualquier persona condenada por violencia contra la Policía del Capitolio debía ser castigada. Es lógico concluir que, habiendo tomado la medida de la cobardía de sus oponentes nominales en el Partido Demócrata, quienes colaboraron en su toma de posesión sin la menor disidencia, Trump decidió dar el máximo aliento a sus tropas de choque fascistas.

En cuestión de horas, el fundador y líder de la milicia OathKeepers, Stewart Rhodes, cuya pena de prisión de 18 años fue conmutada, se reunió con congresistas republicanos para discutir medidas adicionales para liberar a otros matones fascistas cuyos crímenes se cometieron en otros días fuera del 6 de enero y, por lo tanto, no fueron incluidos en el indulto inicial de Trump.

El líder de la milicia Proud Boys, Enrique Tarrio, fue liberado de su condena de 22 años de prisión, impuesta por ser junto a Rhodes los principales organizadores de los grupos paramilitares que encabezaron el ataque al Capitolio.

Fue a los Proud Boys a quienes Trump dio la dirección, durante un debate con Biden en 2020, de “retroceder y esperar”. Estas son las fuerzas que Trump convocó a Washington el 6 de enero, con la promesa de que “será salvaje”. Con su indulto masivo, Trump ha agregado efectivamente una nueva instrucción: “Hagan todo el daño posible. Los protegeré”.

Trump tiene una comprensión clara de la impotencia y la cobardía de la cúpula del Partido Demócrata y sus apologistas en los medios corporativos y los grupos pseudoizquierdistas.

El Partido Demócrata pasó años encubriendo la magnitud de lo que sucedió y protegiendo a los participantes republicanos en la conspiración. Su mantra era, como dijo Biden después del golpe, “Necesitamos un Partido Republicano fuerte”.

La Administración de Biden bloqueó cualquier investigación seria sobre el ataque al Capitolio, permitiendo que Trump y sus cómplices en el Partido Republicano y el aparato militar y de inteligencia reanudaran su asalto a la democracia, mientras que el Departamento de Justicia centró su atención únicamente en los perpetradores de más bajo nivel.

Mientras encubrían la magnitud del intento de golpe de Estado, los demócratas pasaron los siguientes cuatro años siguiendo las órdenes de las principales corporaciones estadounidenses y librando guerras en todo el mundo. Estas políticas los hicieron justificadamente odiados.

El resultado es que el presidente que organizó el golpe del 6 de enero, que fue un intento de permanecer en el cargo como dictador no elegido, desafiando el voto masivo en su contra en las elecciones de 2020, ha podido regresar a la Casa Blanca por defecto, no por medio de un ataque violento.

La diferencia en el uso del poder presidencial a partir del 20 de enero fue descrita mordazmente por el periodista Jeffrey Toobin, uno de los pocos comentaristas burgueses que escribió críticamente sobre las acciones de Biden y Trump. Biden indultó a su familia inmediata y a sus aliados políticos cercanos en el comité legislativo sobre el 6 de enero, que fracasó a la hora de investigar el golpe, para protegerlos contra represalias. Trump indultó a sus secuaces para preparar un nuevo asalto. Toobin escribió: “Biden jugó a la defensiva, Trump a la ofensiva”.

Dicho esto, no son el Partido Demócrata ni los medios corporativos los que tendrán la última palabra sobre el futuro de la Administración de Trump. Es la clase trabajadora, tanto en los Estados Unidos como a nivel internacional. No hay duda de que la violencia y la represión estatal que se están desatando en Estados Unidos generarán una tremenda conmoción política. La clase trabajadora debe ser advertida y debe pensar en su respuesta con sobriedad.

Trump no cuenta con un gran pozo de apoyo popular. Ganó las elecciones de 2024 con el 49,8 por ciento del voto popular, en comparación con el 48,3 por ciento de la demócrata Kamala Harris. Sus políticas son aún más impopulares, ya que dos tercios de los que respondieron a encuestas recientes se oponen al indulto de los delincuentes del 6 de enero.

Cualquiera que sea la confusión inicial provocada por el racismo antiinmigrante de Trump, que busca desviar la ira de la clase trabajadora por la inflación, el desempleo y el deterioro de las condiciones sociales hacia un callejón sin salida, millones de trabajadores se horrorizarán por el inminente asalto policial-militar a sus vecinos, compañeros de trabajo y amigos. Es inevitable que se dé un ajuste de cuentas popular con Trump.

La cuestión decisiva es que los trabajadores reconozcan que la causa del asalto a los derechos democráticos no consiste simplemente en las concepciones rabiosas del presidente fascista, sino la crisis del sistema capitalista mundial. Como escribió el WSWS a principios de esta semana, “Trump representa la quintaesencia de la clase dominante estadounidense. Sus características personales son una horrible expresión de los principales rasgos de la oligarquía de multimillonarios cuya riqueza y poder han aumentado a dimensiones sin precedentes en las últimas cuatro décadas”.

La clase trabajadora debe avanzar con un programa propio e independiente, basado en una perspectiva socialista revolucionaria, dirigido contra la oligarquía financiera en su conjunto, incluidos sus partidos políticos, tanto los demócratas como los republicanos.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de enero de 2024)

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