Un avión lleno de sudafricanos blancos que obtuvieron estatus de refugiados de forma acelerada para ingresar a EE. UU. fue recibido el lunes por la mañana en el Aeropuerto Dulles, cerca de Washington D. C., por el subsecretario de Estado Christopher Landau y el subsecretario de Seguridad Nacional Troy Edgar. Esta recepción VIP fue una muestra extraordinaria de las políticas abiertamente racistas del gobierno de Donald Trump.
Los afrikáners sudafricanos forman parte de la minoría blanca que gobernó Sudáfrica durante el apartheid, cuando la mayoría negra —más del 90 por ciento de la población— fue privada de todos los derechos políticos. Su ingreso al país se autorizó mediante una orden ejecutiva firmada por Trump el 7 de febrero. El gobierno afirmó que los agricultores afrikáners son víctimas de discriminación racial, ¡e incluso sostuvo que enfrentan un “genocidio”! Los 59 “refugiados” que acaban de llegar son solo los primeros de los miles que Trump planea recibir en el futuro.
Este mismo gobierno, a través de una orden ejecutiva firmada el primer día de mandato de Trump, suspendió al menos temporalmente el programa real de reasentamiento de refugiados para miles de afganos, congoleños y otros migrantes, personas que esperaron durante meses y, en muchos casos, años para poder ingresar al país.
Más aún, mientras da la bienvenida a los afrikáners, el gobierno de Trump ha comenzado deportaciones masivas, con el propio presidente prometiendo que hasta un millón de inmigrantes indocumentados —trabajadores y sus familias que han vivido y trabajado en el país durante años— serán expulsados sin el debido proceso en el próximo año. La Gestapo del ICE bajo el régimen de Trump también ha comenzado a secuestrar y “desaparecer” a estudiantes con visas válidas como castigo, no por violar ninguna ley, sino por ejercer su derecho a la libertad de expresión para denunciar el genocidio en Gaza.
La afirmación de Trump de que combate la “discriminación racial” en Sudáfrica mientras impide la entrada de verdaderos refugiados es tan descarada que el presidente fascista fue interrogado por ello en una breve conversación con reporteros el lunes. “Es un genocidio lo que está ocurriendo y ustedes no quieren escribir sobre ello”, afirmó Trump. “Es algo terrible lo que está pasando. Están matando a los agricultores. Son blancos, pero ya sea que sean blancos o negros no me importa, pero los agricultores blancos están siendo brutalmente asesinados y les están confiscando sus tierras en Sudáfrica”.
No existe ninguna prueba que respalde las evidentes mentiras de Trump. Sudáfrica sigue enfrentando altos niveles de criminalidad violenta, pero los datos reales desmienten totalmente la acusación de genocidio. Aunque los sudafricanos blancos representan aproximadamente el 8 por ciento de la población total de más de 63 millones de personas, solo el 2 por ciento de las víctimas de homicidios son blancos. Los robos a granjas propiedad de blancos causaron unas 50 muertes de agricultores blancos en 2023, pero un número mayor de trabajadores negros también perdió la vida en dichos ataques. Estas muertes en granjas representan una fracción de los 23.000 homicidios registrados anualmente en Sudáfrica.
Cabe añadir que Trump, mientras inventa acusaciones de genocidio por motivos políticos, es uno de los mayores defensores del verdadero genocidio que tiene lugar en Gaza desde hace 19 meses, con hasta 70.000 muertos, la mayoría mujeres y niños. Hace unos meses, Trump le dijo a su socio fascista Benjamin Netanyahu que “termine el trabajo” y también propuso que su gobierno llevara a cabo la expulsión de los dos millones de palestinos que viven en la Franja de Gaza para convertir el territorio en un complejo turístico de lujo propiedad de Estados Unidos.
En cuanto a la supuesta discriminación, los hechos son que más de 30 años después del desmantelamiento del apartheid, los blancos poseen más del 70 por ciento de la tierra privada. Los gobiernos encabezados por el ANC han hecho poco o nada para hacer frente a la desigualdad sin precedentes y para brindar una salida de la pobreza a las grandes mayorías. El gobierno de Trump señala una recientemente aprobada Ley de Expropiación, una medida extremadamente moderada que permite expropiaciones sin compensación en algunos casos, y sólo después de la revisión de tribunales.
El asesor fascista Stephen Miller, quien tiene un protagonismo cada vez mayor, especialmente en temas migratorios, defendió con arrogancia la admisión acelerada de los afrikáners, diciendo a los medios que era sólo el comienzo de un esfuerzo de reubicación a una “escala mucho mayor”. “Lo que pasa en Sudáfrica encaja perfectamente con la definición de persecución que justifica el programa de refugiados”, dijo Miller. “Esto es persecución basada en una característica protegida, en este caso, la raza”.
El subsecretario de Estado Landau habló brevemente con la prensa después de recibir a los afrikáners en el aeropuerto Dulles. Su respuesta a una pregunta sobre por qué se admitió a los afrikáners mientras que el Programa de Reasentamiento de Refugiados fue suspendido para decenas de miles de personas de todo el mundo también fue reveladora.
Defendiendo la “pausa” en los programas de refugiados, Landau dijo: “Esa pausa, por supuesto, desde el comienzo estuvo sujeta a excepciones cuando se determinara que era en interés de Estados Unidos. Uno de—algunos de los criterios eran asegurarse de que los refugiados no presentaran ningún desafío a nuestra seguridad nacional y que pudieran ser fácilmente asimilados a nuestro país”.
La referencia a la “asimilación” es un eufemismo para la teoría del Gran Reemplazo, la afirmación de fascistas y supremacistas blancos de que el influjo de migrantes desde el llamado “Tercer Mundo” es parte de una conspiración para “debilitar” a la población blanca. Es el lenguaje de la sangre y la tierra, de la pureza racial. Trump está enviando señales de apoyo a los fascistas más explícitos entre sus seguidores.
El racismo abierto de Trump ha sido ampliamente conocido durante décadas, aunque como estafador descarado a veces lo disfraza con apelaciones demagógicas al voto de “mi gente negra”. En 1989, durante el tristemente célebre caso de la violación en Central Park en Nueva York, cuando cinco jóvenes negros e hispanos inocentes —los conocidos como Los Cinco de Central Park— fueron condenados y enviados a prisión durante años antes de ser exonerados, Trump pagó hasta 85.000 dólares por anuncios en páginas completas en cuatro de los principales diarios de la ciudad. El encabezado decía: “¡Devuelvan la pena de muerte! ¡Devuelvan a nuestra policía!” Naturalmente, nunca se ha retractado de su papel en ese caso, y el lenguaje que usó entonces se refleja hoy en sus afirmaciones de “genocidio” contra los afrikáners sudafricanos.
Durante su primer mandato, en el mitin fascista en Charlottesville, Virginia, en 2017, durante el cual fue asesinada una manifestante antifascista, Trump defendió a los supremacistas blancos describiéndolos como “gente muy buena”. Más adelante, fue citado llamando “países de mierda” a Haití y a una gran cantidad de naciones africanas. La puerta migratoria se cierra casi por completo para las víctimas del sufrimiento causado por el imperialismo —especialmente, pero no exclusivamente, en África, Medio Oriente y América Latina— mientras permanece abierta para aquellos que el gobierno considera “fácilmente asimilables”.
Existe otra conexión con la simpatía selectiva de Trump por los afrikáners, y es el papel destacado en su entorno de figuras que crecieron bajo el apartheid en Sudáfrica. Estos incluyen a los multimillonarios Peter Thiel y David Sacks, y especialmente al hombre más rico del mundo. El saludo nazi de Elon Musk durante un acto de celebración tras la segunda investidura de Trump en enero generó repudio e indignación en todo el mundo. El abuelo de Musk fue un activo pro-nazi canadiense antes de emigrar a Sudáfrica en 1950, justo cuando el régimen del apartheid se consolidaba.
La orden ejecutiva del 7 de febrero que permite el reasentamiento de afrikáners también menciona consideraciones de política exterior. “Estados Unidos no puede apoyar las violaciones de derechos humanos por parte del gobierno de Sudáfrica dentro de su país ni permitir que socave la política exterior de Estados Unidos, lo cual representa una amenaza para la seguridad de nuestra nación, nuestros aliados, nuestros socios africanos y nuestros intereses”, declara la orden. Se refiere concretamente al caso presentado ante la Corte Internacional de Justicia por Sudáfrica y otros países contra Israel por crímenes de guerra y genocidio.
El “programa” de los MAGA, tal como se lo presenta a veces, es erróneamente descrito como aislacionista. Nunca fue el caso, sin importar lo que haya dicho Trump. En los primeros meses de su segundo mandato, ya ha demostrado que su política es un intento desesperado de contrarrestar el declive económico y social del capitalismo estadounidense emprendiendo una guerra aún más despiadada contra la clase trabajadora internacional.
Sería erróneo ver el flagrante racismo del gobierno de Trump como un simple producto de su personalidad. De hecho, es al revés. La “personalidad” de Trump se ha vuelto útil para amplios sectores de la clase dominante estadounidense, que temen un inevitable y masivo movimiento de la clase trabajadora. Las provocaciones constantes y los llamados al racismo y a toda forma de retraso social se motivan por el miedo a la clase obrera. El hedor fascista que emana de la Casa Blanca es síntoma de una crisis capitalista cada vez más aguda y de una intensificación de la lucha de clases, y plantea la necesidad urgente de unificar a la clase trabajadora en la lucha por el socialismo.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 13 de mayo de 2025)