Durante el último mes, Wall Street ha estado atrapado en una nueva oleada especulativa. Las acciones tecnológicas de alto valor han alcanzado nuevos récords, con Nvidia convirtiéndose en la primera empresa con una capitalización bursátil de 4 billones de dólares, mientras el llamado frenesí de las acciones “meme” de 2021 ha regresado.
Pequeños inversores minoristas han estado inyectando dinero en acciones de bajo precio de empresas con pocos beneficios o incluso en pérdida, como la cadena de donas Krispy Kreme, el fabricante de cámaras digitales GoPro y la plataforma inmobiliaria Opendoor Technologies.
Las empresas objetivo han sido aquellas cuyas acciones han sido objeto de fuertes ventas al descubierto. Las ventas en corto consisten en que los inversores toman prestadas acciones que luego venden con la expectativa de recomprarlas a un precio más bajo, devolviéndolas y embolsándose la diferencia.
Sin embargo, si suficientes pequeños inversores compran las acciones, empujando el precio al alza, los vendedores en corto pueden verse obligados a recomprarlas para cubrir sus compromisos y salir de operaciones perdedoras.
El retorno del fenómeno de las “meme stocks” es una expresión de la fiebre bursátil que ha llevado a los índices a máximos históricos. Esto siguió a la caída de abril tras el anuncio de Trump de una agenda arancelaria recíproca.
En un informe publicado la semana pasada, analistas del Deutsche Bank se preguntaban si el aumento en los préstamos para comprar acciones era una señal de la “euforia más candente” desde 1999 y 2007. Ambos eventos precedieron a importantes colapsos: la llamada burbuja tecnológica ((“tech wreck”) de 2000-2001 y la crisis financiera global de 2008.
Además de la actual ronda de especulación, la aprobación de la Ley Genius ha provocado advertencias de que se está gestando una gran crisis. Supuestamente, la ley establece una regulación para las “stablecoins”, allanando el camino para que grandes capitales entren en el mercado de criptomonedas.
Las stablecoins son un tipo de activo cripto. Pero a diferencia de los infinitos criptomonedas que existen, siendo Bitcoin la más destacada con un precio que superó recientemente los 120.000 dólares, las stablecoins están supuestamente respaldadas por un activo, ya sea dólares o bonos del Tesoro estadounidense.
Su función principal es proporcionar un vínculo entre el sistema financiero y el mundo cripto, ofreciendo acceso más fácil y anónimo por fuera del sistema bancario convencional.
Hay un aspecto peculiar en la aprobación de la Ley Genius que revela su verdadera función.
Normalmente, los llamados “libertarios” que promueven las criptomonedas se oponen con vehemencia a cualquier tipo de regulación. Pero en esta ocasión, presionaron para su aprobación, gastando cientos de millones de dólares en campañas de lobby dirigidas a ambos partidos del Congreso para asegurar el apoyo legislativo al cripto.
Buscaban una aprobación gubernamental de las stablecoins, bajo el disfraz de la regulación, para tranquilizar a grandes empresas, bancos, instituciones financieras e inversores pequeños de que se trata de un mercado seguro, asegurando así la entrada de más capital.
Para las criptomonedas, esto es una cuestión existencial. Al carecer de valor intrínseco, el precio solo puede subir —y generar beneficios— si nuevos inversores ingresan al mercado con su dinero: el mismo mecanismo que cualquier esquema Ponzi.
Al mismo tiempo, se envía al Congreso la ley relacionada llamada Ley de Claridad, para transferir la regulación del sector fuera de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) y pasarla a la Comisión de Negociación de Futuros de Productos Básicos (CFTC), considerada más “amigable” con las criptomonedas.
La nueva legislación abre la puerta para que bancos y grandes corporaciones emitan sus propias stablecoins. Aquí residen las semillas de una gran crisis financiera.
En un artículo publicado en junio por el New York Times, el veterano analista e historiador del sistema monetario Barry Eichengreen señaló que la Ley Genius otorgaría a cientos o incluso miles de empresas estadounidenses la posibilidad de emitir su propia moneda, como un Walmartcoin o un Amazoncoin, eludiendo el sistema bancario y crediticio.
Junto con muchos otros, comparó el desarrollo de las stablecoins con el sistema de Banca Libre que existió en Estados Unidos desde la década de 1830 hasta la Guerra Civil. Todos los bancos podían emitir su propio dólar, siempre que estuviera respaldado uno a uno con garantías.
Sin embargo, ese sistema destruyó la “unidad” del dinero, es decir, la idea de que un dólar es siempre un dólar sin importar su origen. En la era de la Banca Libre, esto no se cumplía. Algunos dólares eran aceptados, otros no, y algunos se intercambiaban con descuento o prima entre sí.
Recordó que cuando este sistema colapsó en el estado de Míchigan en 1840, los residentes sufrieron una pérdida de 4 millones de dólares, casi la mitad del ingreso del estado. Pero en ese entonces, el colapso de uno o varios bancos podía contenerse, al menos en cierta medida.
Hoy, todo el sistema financiero podría estar amenazado. Para asegurar que cada stablecoin esté respaldada dólar por dólar, los reguladores necesitarían garantizar que el balance del emisor sea 100 por ciento preciso.
Recordando el colapso del Silicon Valley Bank hace dos años, Eichengreen indicó que los reguladores detectaron que sus activos estaban perdiendo valor a medida que subían las tasas de interés. Sin embargo, no actuaron con suficiente rapidez hasta que los clientes, en pánico, retiraron sus fondos tan rápidamente que el banco colapsó. Esto habría “provocado una pérdida de confianza contagiosa y una corrida contra otros bancos, desestabilizando todo el sistema financiero”, de no haber intervenido el gobierno.
“Si los reguladores tienen tantas dificultades vigilando a los bancos asegurados, ¿cómo se espera que supervisen perfectamente a cientos, si no miles, de stablecoins emitidas no solo por bancos, sino también por empresas tecnológicas y cripto-startups?”
En mayo pasado, escribió Eichengreen, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, dijo al Congreso que preveía una situación “donde los emisores de stablecoins tengan en su poder 2 billones de dólares o más en bonos del Tesoro. Si los clientes en pánico los obligan a vender estos activos, los precios de los bonos podrían colapsar, aumentando rápidamente las tasas de interés y desestabilizando otros mercados financieros y toda nuestra economía”.
Rana Foroohar, una de las principales columnistas del Financial Times, fue aún más directa. En un comentario publicado la semana pasada, advirtió contra el creciente uso de las criptomonedas. Tras señalar la decisión de JPMorgan Chase de estudiar mecanismos para prestar contra los criptoactivos de sus clientes y el respaldo que ahora reciben del establishment político, escribió:
“Aún no he leído nada que me haga pensar que [las criptomonedas] sean más que una herramienta para especuladores y criminales. Pero eso importa poco cuando los mayores donantes políticos están detrás de ello.”
Comparó el impulso actual por las criptomonedas con la situación del año 2000, cuando los defensores de los derivados extrabursátiles descendieron sobre Washington pidiendo ser “regulados adecuadamente” con el objetivo de regalar al mundo la “innovación financiera”. El resultado fue un aumento de siete veces en las permutas de cobertura por incumplimiento crediticio (credit default swaps) mal regulados, que culminaron en la gran crisis financiera de 2008.
No se puede imaginar, continuó, un “peor momento para fomentar la ‘innovación’ financiera que cuando los mercados, la economía y la política monetaria están tan inciertos”.
Si en los próximos meses la Reserva Federal se ve obligada a subir las tasas con más fuerza debido a la inflación, los mercados caerán, el cripto se derrumbará aún más rápido, las instituciones financieras con criptomonedas en sus balances se verán en dificultades y los mercados de crédito podrían congelarse. “De repente, estaríamos enfrentando ecos de 2008”.
Lo que más le preocupaba eran las implicaciones políticas de una crisis de esta magnitud.
“Trump [con el apoyo de amplias secciones del Partido Demócrata, cabe señalar] ha preparado el escenario para nuestra próxima crisis financiera al respaldar (y, por supuesto, comerciar) con criptomonedas. ¿Qué pasará cuando tengamos un caos financiero y más cinismo por parte de los votantes respecto a la política tradicional, en donde hay menos interés o capacidad del gobierno para amortiguar una recesión?”
Esto es ciertamente motivo de preocupación para las élites dominantes y sus medios de comunicación. Tras la crisis de 2008, los trastornos políticos potenciales se mitigaron promoviendo a Obama como el candidato de la “esperanza y el cambio”, después de que la campaña de McCain colapsara esencialmente con la quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre.
Desde entonces, las masas trabajadoras, en Estados Unidos y en todo el mundo, han pasado por experiencias políticas amplias y amargas. Lo que Foroohar llama “cinismo” es en realidad una profunda hostilidad hacia todos los partidos del establishment político y un creciente sentimiento anticapitalista combinado con una orientación hacia el socialismo, especialmente entre la juventud.
El surgimiento de otra crisis financiera tiene el potencial de superar ampliamente la escala de la de 2008, debido al aumento exponencial de la especulación, el parasitismo y la criminalidad abierta. Esto ha creado las condiciones para el desarrollo de un movimiento socialista de la clase trabajadora, a nivel internacional, y ciertamente no menos en Estados Unidos, el centro del sistema capitalista mundial.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 29 de julio de 2025)
