Para más información sobre los comités de base, visita wsws.org/workers.
La huelga de más de 3.200 trabajadores del sector defensa de Boeing en St. Louis, St. Charles y Mascoutah constituye un enfrentamiento directo entre fuerzas sociales irreconciliables.
De un lado están la dirección de Boeing, el Estado estadounidense y la burocracia sindical, decididos a defender las ganancias de una de las corporaciones más poderosas y políticamente conectadas del mundo. Del otro lado está la clase trabajadora, cuya lucha por salarios dignos, seguridad laboral y condiciones seguras está indisolublemente ligada a la lucha contra el impulso hacia la guerra mundial.
Esta huelga marca una etapa significativa en la confrontación en desarrollo entre la clase dominante estadounidense y la clase trabajadora. En todo el país crece la ira masiva contra los salarios estancados, la destrucción de las pensiones, las condiciones de trabajo inseguras y el aumento de precios impulsado por aranceles y los costos del militarismo.
Estas quejas económicas no pueden separarse de la realidad política: la oligarquía corporativa gobierna a través tanto de los demócratas como de los republicanos, y está movilizando todos los recursos del Estado para hacer la guerra en el extranjero y la represión en el país.
Boeing está en el corazón del aparato militar-industrial. Es la segunda contratista de defensa más grande de Estados Unidos y un pilar crítico de las operaciones globales del imperialismo estadounidense. Las plantas de St. Louis producen los aviones de combate F-15, F/A-18 y T-7A, y drones de reabastecimiento MQ-25, los cuales están siendo utilizados o preparados para su uso en las guerras criminales en Gaza y Ucrania, así como en las crecientes preparaciones bélicas de Estados Unidos contra China.
La movilización de la sociedad estadounidense para la producción de guerra depende de la brutal explotación de los trabajadores del sector defensa, cuya labor está siendo utilizada con fines de conquista global.
La dirección corporativa de Boeing está compuesta por criminales que ocultaron deliberadamente defectos mortales de diseño en el avión 737 MAX, lo que llevó a la muerte de 346 personas en dos accidentes. Ningún ejecutivo fue responsabilizado, mientras que trabajadores que dieron la voz de alarma aparecieron muertos en circunstancias sospechosas.
El contrato del F-47, entregado a Boeing por la administración Trump, fue en la práctica un rescate financiero para proteger las ganancias de la empresa frente a las consecuencias del escándalo. Boeing cuenta con el respaldo total de Wall Street y Washington, que le darán a la dirección todas las herramientas necesarias para quebrar la huelga.
Boeing está confiando en los burócratas de la Asociación Internacional de Maquinistas (IAM, por sus siglas en inglés) para limitar y, en última instancia, derrotar la huelga. La IAM ya comenzó a preparar el terreno para una traición. Su llamado público al senador republicano Josh Hawley —fascista y partidario del golpe del 6 de enero— a “apoyar” a los huelguistas, es una declaración de la orientación política de la burocracia.
La IAM apela al ala más derechista del establishment político, tan comprometida con la guerra, los intereses corporativos y la destrucción de los derechos laborales como los demócratas. Esto forma parte de una alianza corporativista más amplia entre los sindicatos, el Estado y las grandes empresas para imponer la producción bélica y sofocar la oposición.
Los verdaderos aliados de los trabajadores no son los políticos belicistas de ninguno de los dos partidos, sino la clase trabajadora de Estados Unidos y del mundo entero.
La huelga de 2024 de 33.000 trabajadores de Boeing en las plantas de aviones comerciales en Washington y Oregón ofrece lecciones cruciales. Entonces, como ahora, los trabajadores se enfrentaban no solo con la patronal sino también con la burocracia de la IAM, que bloqueó la expansión de la huelga, mantuvo a los trabajadores en la oscuridad durante conversaciones a puerta cerrada y forzó un acuerdo de rendición traicionero.
Ese contrato incluía aumentos salariales por debajo de la inflación, mantenía el sistema de pensiones de dos niveles y no resolvía las cargas de trabajo inseguras. A menos que los trabajadores tomen el control de su propia lucha, se impondrá el mismo resultado en St. Louis.
La estrategia de la IAM de apelar a políticos capitalistas y mantener aislada la huelga es una receta para la derrota. Los trabajadores de Boeing deben dirigirse a sus verdaderos aliados: trabajadores en otras plantas del sector defensa, instalaciones de aviación comercial e industrias en la región y a nivel internacional.
Esto exige la formación de un Comité de Base independiente de los trabajadores de Boeing en St. Louis para sacar la conducción de la huelga de las manos de la burocracia y colocarla bajo el control democrático de los propios trabajadores.
El WSWS propone que los trabajadores adopten el siguiente programa:
- Cuadruplicar la paga de huelga a 800 dólares a la semana, retroactiva al primer día de huelga. Los trabajadores están luchando contra una de las corporaciones más poderosas del mundo y deben contar con los recursos necesarios para sostener una lucha prolongada. Para liberar fondos, todo el personal no esencial de la IAM debe ser suspendido durante la duración de la huelga.
- Control de base sobre los piquetes. Organizar “piquetes volantes” hacia otras instalaciones de Boeing, proveedores y plantas de manufactura en toda la región para ampliar la lucha. Hagan llamados directos a la solidaridad de la fuerza laboral global de Boeing y de trabajadores en todas partes.
- Control de base —no mera “supervisión”— sobre todas las negociaciones. Todas las conversaciones —incluidas las paralelas— deben ser transmitidas en vivo y abiertas a todos los trabajadores. Exijan la publicación de todas las comunicaciones entre la IAM, la Casa Blanca y otras figuras políticas. ¡Ni acuerdos secretos ni concesiones ocultas!
- Restauración de las pensiones y aumentos salariales sustanciales para compensar años de pérdida de ingresos y protegerse contra la inflación. Fin de todos los sistemas escalonados de salarios y beneficios.
- Luchen contra la maquinaria de guerra estadounidense. Exijan la reconversión de las líneas de producción militar para fines socialmente útiles —transporte público, equipos de energía renovable, maquinaria hospitalaria— en lugar de armas de destrucción masiva.
- Control obrero sobre la seguridad y la producción. Otorgar poder a los comités de base para detener prácticas inseguras, prevenir heridas y muertes, y asegurar que la producción esté organizada para satisfacer necesidades humanas, no ganancias corporativas.
- Inmunidad legal total para todos los huelguistas. No a la represalia, no a las listas negras y no a la persecución de ningún trabajador involucrado en acciones de huelga o actividades de solidaridad.
Esta huelga puede y debe convertirse en la punta de lanza de un movimiento más amplio de la clase trabajadora contra la guerra, la austeridad y la dictadura corporativa. Forma parte de un proceso global: trabajadores automotrices en México, ferroviarios en Reino Unido, trabajadores del sector defensa en Australia y otros enfrentan las mismas condiciones. La lucha en Boeing es la lucha de ellos, y su lucha es la de los trabajadores de Boeing.
El desenlace no se definirá mediante apelaciones corteses a políticos derechistas o en negociaciones secretas con la dirección. Será decidido por la movilización de la propia clase trabajadora, armada con un programa socialista para arrebatar el poder económico y político de las manos de la élite capitalista y colocarlo bajo control democrático del pueblo trabajador.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 15 de agosto de 2025)