El tema oficial de discusión en el cónclave anual de banqueros centrales, académicos y funcionarios financieros en Jackson Hole, Wyoming, que comienza hoy con un discurso inaugural del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, es “Mercados en transición, productividad y política macroeconómica”.
Pero la cuestión central será la política de tasas de interés de la Fed: si y cuándo comenzará a recortarlas. Además, se abordará el impulso del presidente estadounidense Donald Trump para colocar a la Fed bajo su control directo, como parte de su ofensiva más amplia por establecer un régimen dictatorial personalista.
En la víspera del encuentro, la administración Trump lanzó una ofensiva directa contra la Fed al exigir la dimisión de la gobernadora Lisa Cook, basándose en acusaciones de que dio información falsa al solicitar una hipoteca antes de ser nombrada por el presidente Biden en 2022.
La acusación fue hecha por Bill Pulte, director de la Agencia Federal de Financiamiento de la Vivienda (FHFA), a través de una publicación en redes sociales el miércoles. Pulte anunció que presentaría una denuncia penal ante el Departamento de Justicia.
El Departamento respondió al día siguiente mediante una carta de un funcionario a Trump que decía: “Le insto a remover a la señora Cook de su junta. ¡Hágalo hoy antes de que sea demasiado tarde!”
Cook ha declarado que no tiene intención de dejarse intimidar para renunciar a su puesto. Trump, por su parte, ha proclamado en redes sociales que “¡Cook debe renunciar, ahora!” y se informa que considera la posibilidad de despedirla “por causa” si no presenta su renuncia.
El ataque contra Cook, independientemente de la veracidad de las acusaciones, está íntimamente relacionado con la guerra política contra Powell. Trump ha arremetido contra el presidente de la Fed por negarse a bajar las tasas de interés, en particular en el orden de tres puntos porcentuales. A su vez, su arremetida forma parte de su plan a largo plazo para eliminar la supuesta independencia de la Fed y convertirla en un instrumento servil de su agenda económica.
Pulte, cuya función oficial en la administración tiene poca o nula relación con la Fed, ha desempeñado el papel de perro de ataque en esta guerra contra Powell. Ha respaldado públicamente las descalificaciones de Trump hacia Powell, llamándolo “imbécil” y “idiota” por no bajar las tasas, y alegando que el presidente de la Fed “alucina” al relacionar los aranceles con la inflación. Pulte ha criticado repetidamente a Powell, tanto en redes sociales como en entrevistas televisivas.
También se sumó a la campaña liderada por Trump sobre el sobrecosto de 2.500 millones de dólares en la renovación del edificio de la Fed, usada como pretexto para ejercer mayor presión sobre Powell o incluso sentar las bases para su destitución.
Las maniobras contra Cook se producen después de que Trump despidiera a principios de mes a Erika McEnterfar, directora de la Oficina de Estadísticas Laborales, tras un informe de empleo desfavorable, y la reemplazara con el fiel seguidor de la agenda MAGA, E.J. Antoni, quien no posee experiencia en estadísticas, pero sí un fervoroso apoyo al programa de extrema derecha de Trump.
Si Cook es removida, ya sea por su propia renuncia o por despido, Trump tendría otra oportunidad para intentar tomar el control de la Fed.
El organismo encargado de fijar las tasas de interés es el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC), compuesto por siete gobernadores designados por el presidente y aprobados por el Senado, con mandatos fijos, y cinco presidentes regionales de bancos de la Reserva Federal. Como existen 12 presidentes de bancos regionales, los cinco con derecho a voto en cada reunión se determinan mediante rotación.
Tras la repentina y aún no explicada renuncia de la gobernadora Adriana Kugler a comienzos de este mes, Trump nombró de manera provisional a Stephen Miran, presidente de su Consejo de Asesores Económicos, para ese puesto.
Si el Senado confirma su nombramiento antes de la reunión de la Fed del 16 y 17 de septiembre, Powell enfrentará al menos a tres disidentes entre los siete gobernadores si decide mantener sin cambios las tasas, ante los datos que demuestran que los aranceles están impulsando la inflación al alza.
En la última reunión de la Fed en julio, los gobernadores Christopher Waller y Michelle Bowman disintieron de la decisión, siendo esta la primera disensión entre gobernadores desde 1993. Ambos figuran en la lista de Trump como candidatos para presidir la Fed cuando Powell deje el cargo en mayo del próximo año. Si más gobernadores se suman a la disidencia, la posición de Powell se debilitaría aún más.
Las actas de esa reunión, publicadas esta semana, señalaban que “la mayoría de los participantes juzgaron que el riesgo alcista para la inflación” era mayor que el causado por una desaceleración del mercado laboral.
Desde entonces, el informe laboral mostró una desaceleración del empleo, con revisiones a la baja de más de 250.000 empleos en mayo y junio. Sin embargo, un informe sobre los precios al productor reveló un aumento significativo.
Actualmente, los mercados descuentan una probabilidad del 85 por ciento de un recorte en las tasas de interés en septiembre. Pero si no se da, o si el recorte es solo de 0,25 puntos porcentuales, será motivo de furiosas denuncias por parte de Trump y su administración.
A largo plazo, el nombramiento de Miran, quien es candidato para presidir la Fed, tiene un significado considerable. Este ha promovido una serie de políticas, especialmente en un documento publicado en noviembre de 2024, que transformarían drásticamente el funcionamiento del sistema financiero de Estados Unidos.
Como Trump, quiere tasas de interés más bajas. Pero va más allá: aboga por una devaluación del dólar, afirmando que su sobrevaloración es el principal factor en el persistente déficit comercial de EE.UU. No obstante, insiste, junto con Trump, en que el dólar debe seguir siendo la base del sistema monetario internacional.
Estas políticas contradictorias —un dólar débil pero también supremo— están relacionadas con cambios en el funcionamiento del mercado de bonos del Tesoro, incluyendo la posibilidad de convertir bonos a largo plazo en bonos perpetuos que solo pagan intereses sin devolver el principal. Esta medida generaría un caos financiero, ya que se percibiría como un incumplimiento de deuda.
Miran incluso ha considerado imponer “tarifas de usuario” a los tenedores de deuda estadounidense, con el objetivo de reducir la entrada de capitales al país que eleva el valor del dólar y perjudica las exportaciones.
Estas políticas pueden parecer las excentricidades de un individuo, pero el hecho de que sean promovidas por alguien con un cargo clave entre los asesores económicos de Trump y posible presidente de la Fed señala la crisis insoluble del capitalismo estadounidense, donde los que están al mando se desesperan por encontrar una salida.
Sin duda, una de las cualidades que más atrae a Trump de Miran es su apoyo a un régimen autoritario en el cual todas las instituciones, teóricamente independientes, estén subordinadas a las órdenes del presidente.
Esto se plantea en un texto que escribió en marzo junto a Dan Katz, actual jefe de gabinete del Departamento del Tesoro, sobre la reforma de la gobernanza de la Fed.
El texto está redactado en términos de supervisión democrática y rendición de cuentas, con el argumento de “imponer reformas que reduzcan los incentivos para que los funcionarios persigan agendas políticas partidistas”.
En la visión trumpista, cualquier decisión que contradiga sus objetivos es producto de una agenda partidaria, ya que, al haber sido elegido, el presidente tendría supuestamente el derecho exclusivo a determinar la política.
En este marco, los jueces que han emitido decisiones contrarias a Trump son tildados de “izquierdistas radicales” o incluso “marxistas”, mientras que la Fed es acusada de favorecer a los demócratas con sus políticas.
En consecuencia, según Miran, los miembros de la junta directiva de la Fed “y los líderes de los bancos regionales deberían poder ser removidos a voluntad por el presidente para garantizar su rendición de cuentas ante el proceso democrático”. Esto es, los procesos constitucionales deben ser desmantelados bajo el argumento de que la autoridad suprema reside únicamente en el presidente.
Estos temas, por supuesto, no serán abordados por Powell cuando pronuncie su discurso hoy. Pero estarán presentes en el ambiente del encuentro, sobre todo porque Trump exige su destitución y porque se intenta alterar la composición de la junta de gobernadores, la base de poder de Powell.
La atención se centrará, principalmente, en las señales que dé Powell sobre la dirección de las tasas de interés.
Aquí la presión no proviene solo de Trump, sino de procesos objetivos derivados de la crisis cada vez más profunda del capitalismo estadounidense e internacional debido al crecimiento desmesurado de la deuda pública.
Un informe publicado esta semana por el Financial Times señala que las principales economías están entrando en un “nuevo período de ‘dominancia fiscal’, en el cual los bancos centrales enfrentan una presión cada vez mayor para mantener artificialmente bajas las tasas de interés y así compensar niveles récord de endeudamiento gubernamental”.
El llamado de Trump a reducir las tasas tiene, sin dudas, el propósito de inflar el mercado bursátil, pero también ha afirmado que una reducción de tasas implicaría un ahorro de cientos de miles de millones de dólares en intereses sobre la deuda pública.
Durante más de una década después de la crisis financiera global de 2008, cuando las tasas se mantuvieron en mínimos históricos, el costo de intereses no representaba un problema.
Pero con el alza de las tasas tras 2022, el tema se ha vuelto cada vez más crítico, especialmente en EE.UU. La cuenta de intereses sobre la deuda pública, que asciende a 36 billones de dólares y crece cada día por las políticas presupuestarias de la administración Trump, se sitúa alrededor del billón de dólares anual y amenaza con convertirse en el rubro de gasto más grande. Se avanza hacia una situación en la que se necesita pedir prestado más dinero solo para cubrir los intereses de la deuda existente.
Esta situación se refleja, en mayor o menor medida, en los principales países del mundo, cuyos niveles de deuda pública alcanzan récords históricos —con un aumento de 17 billones de dólares en deuda para este año, según la OCDE.
De acuerdo con el execonomista jefe del FMI Kenneth Rogoff, citado en el Financial Times, esta situación está creando “enormes incentivos políticos” para que los gobiernos presionen a los bancos centrales a reducir las tasas.
“Hemos entrado en una nueva era de dominancia fiscal”, dijo.
Una descripción más certera sería que EE.UU. y la economía mundial han entrado en una nueva etapa en la profundización de la crisis del capitalismo global.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 21 de agosto de 2025)