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EE.UU. despliega infantes de marina y buques de asalto en una creciente amenaza contra Venezuela

Destructores de misiles guiados de EE.UU. en el mar [Photo: US Navy/Specialist 3rd Class Cole Schroeder]

Washington está enviando tres buques de asalto anfibios que transportan una fuerza expedicionaria de 2.200 infantes de marina a Venezuela, según declararon ayer funcionarios estadounidenses anónimos al Miami Herald. Estos se unirán a un grupo de tres destructores de misiles guiados estadounidenses que, según informes, llegaron ayer a la costa venezolana.

Esto hecha por tierra el endeble pretexto anteriormente esgrimido por el gobierno de Trump para justificar el envío de los tres destructores: la afirmación de que impedirían que los barcos en la zona trafiquen drogas desde Venezuela hacia Estados Unidos. El Cuerpo de Infantería de Marina de EE.UU. no es una unidad policial antidrogas. El gobierno estadounidense amenaza claramente con invadir Venezuela como parte de su operación de cambio de régimen, que lleva décadas en marcha y cuyo objetivo es ese país rico en petróleo.

Preguntada el martes sobre los despliegues navales, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, afirmó que la administración Trump está dispuesta a tomar todas las medidas militares posibles contra Venezuela. Repitió provocadoras y completamente infundadas afirmaciones estadounidenses, expresadas con evidente desprecio hacia el pueblo venezolano, de que el gobierno de Venezuela no es más que una fachada para un cártel del narcotráfico.

“El presidente Trump ha sido muy claro y coherente. Está preparado para usar todos los elementos del poder estadounidense para frenar el flujo de drogas hacia nuestro país y llevar ante la justicia a los responsables”, dijo Leavitt. “El régimen de Maduro no es el gobierno legítimo de Venezuela; es un cartel narcoterrorista. Maduro, a juicio de esta administración, no es un presidente legítimo”.

Leavitt estaba repitiendo las amenazas del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, quien el 14 de agosto afirmó: “el Cártel de los Soles… es una organización criminal que pretende disfrazarse de gobierno. El régimen de Maduro no es un gobierno. No es un gobierno legítimo. Nunca los hemos reconocido como tal. Son una empresa criminal que básicamente ha tomado el control del territorio nacional, de un país”.

Sin embargo, a pesar de las acusaciones de Rubio, el gobierno de EE.UU. no ha presentado ninguna prueba comprobada judicialmente de que el Cártel de los Soles se dedique al narcotráfico, ni siquiera ha podido probar su existencia. Solo han nombrado a Maduro y al parlamentario Diosdado Cabello, ministro del Interior y vicepresidente del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), como supuestos líderes del cártel.

El gobierno estadounidense recurre nuevamente al método de la Gran Mentira, buscando fabricar un pretexto para la guerra a través de afirmaciones tan enormes que parecen imposibles de refutar. En la invasión ilegal de Irak en 2003, liderada por EE.UU., la mentira —expuesta poco después de la ocupación del país por fuerzas estadounidenses y europeas— fue que el gobierno iraquí poseía “armas de destrucción masiva”. En el caso de Venezuela, se afirma que el país está dirigido por un oscuro cártel del narcotráfico sobre el que Washington no proporciona información alguna, pero que debe ser destruido mediante acciones drásticas.

El gobierno venezolano, por su parte, ha negado que el Cártel de los Soles exista y ha denunciado las amenazas pseudolegales de Estados Unidos en su contra. Cuando, el 7 de agosto, la fiscal general estadounidense Pam Bondi puso una recompensa de 50 millones de dólares por la captura de Maduro, el canciller venezolano Yván Gil la calificó como una “burda operación de propaganda política”. Gil la describió como una “distracción desesperada” respecto a los vínculos de Trump con el difunto traficante sexual convicto Jeffrey Epstein.

Maduro respondió al despliegue de destructores estadounidenses frente a la costa venezolana convocando a las milicias populares favorables a su gobierno. Dijo: “Esta semana activaré un plan especial con más de 4,5 millones de milicianos para cubrir todo el territorio nacional; milicias que están preparadas, activadas y armadas”.

El ministro del Interior venezolano, Cabello, afirmó que la operación forma parte de “una brutal campaña de guerra psicológica” para incitar actos terroristas por parte de extremistas de ultraderecha cercanos al gobierno estadounidense. Los funcionarios estadounidenses “están desesperados [y] están financiando grupos para ejecutar actos de violencia en el mes de septiembre”, dijo. Aparentemente aludiendo a eventos como el fallido golpe de Estado respaldado por EE.UU. en 2002 contra el predecesor de Maduro, Hugo Chávez, Cabello indicó: “Debemos decirles a los extremistas que la alianza cívico-militar-policial desmontará sus acciones una vez más”.

Cabello minimizó la gravedad de las amenazas actuales, diciendo: “Todas estas mentiras y este espectáculo caerán por su propio peso… Vale la pena recordarles a los charlatanes que esta puesta en escena no es nueva. Lo hicieron durante el primer mandato de Trump”.

La evaluación del régimen venezolano es sorprendentemente complaciente: la administración Trump, mientras lanza una guerra comercial global, también busca consolidar su dominio sobre el hemisferio occidental. Le preocupa particularmente que el creciente comercio de China con América Latina, que alcanzó los 518.000 millones de dólares el año pasado frente a los 800.000 millones de Estados Unidos, pueda minar eventualmente la hegemonía del imperialismo estadounidense en lo que considera su “patio trasero”.

La administración Trump no solo ha pedido la anexión de Groenlandia y Panamá y ha impuesto altos aranceles a Brasil, sino que también ha intensificado rápidamente sus operaciones e intervenciones militares en toda la región, particularmente contra su vecino del sur, México. Un informe del periodista de investigación Ken Klippenstein señalaba el aumento veloz en la planificación militar estadounidense tras la designación de los cárteles como organizaciones “terroristas”, lo que permite la movilización total del ejército de EE.UU. contra estos.

“No solo está Donald Trump particularmente enfocado en las OCN [organizaciones criminales transnacionales, es decir, cárteles], habiéndolas designado como terroristas en una de sus primeras órdenes ejecutivas, sino que ha demostrado estar dispuesto a actuar de forma unilateral a pesar de posibles consecuencias políticas negativas”, declaró un funcionario de inteligencia a Klippenstein, quien escribió: “Él y otras fuentes indican que la acción militar podría ser unilateral, es decir, sin la participación o aprobación del gobierno mexicano”.

Cada vez está más claro que, con la colaboración continua del ejército mexicano, las fuerzas armadas estadounidenses se están preparando para bombardear unilateralmente objetivos en todo el territorio mexicano—librando de hecho una guerra contra México aunque sin declararla formalmente. Según Klippenstein, las fuerzas de operaciones especiales de EE.UU. han recibido órdenes para identificar “paquetes de objetivos” para posibles ataques y operaciones de “acción directa” en México. Agregó: “Los ataques directos podrían incluir también bombardeos aéreos o mediante drones”.

Las operaciones de Washington en México están indisolublemente ligadas a sus planes de guerra global. Algunos de estos cálculos salieron a la luz en una intervención del jefe del Comando Norte de EE.UU., el general Gregory Guillot, ante el Comité de Servicios Armados del Senado. Al identificar a China y Rusia como “competidores” cuya influencia en América Latina Washington debe erradicar, Guillot afirmó que el Comando Norte busca coordinar estrechamente sus operaciones con las del ejército mexicano para bloquearlas:

Los vínculos entre el USNORTHCOM y nuestros socios militares mexicanos son amplios, resilientes y se enfocan en ampliar nuestras capacidades combinadas para defender y asegurar América del Norte ante múltiples amenazas, tanto estatales como no estatales. Contrarrestar la influencia de los competidores en la región sigue siendo una prioridad clave para el Comando Norte y nuestros socios militares mexicanos, y como resultado directo, los ejércitos de EE.UU. y México están más entrenados para operaciones conjuntas que en cualquier otro momento de nuestra historia compartida.

Tales operaciones enfrentan una oposición explosiva por parte de la clase obrera en América Latina, Estados Unidos y a nivel internacional. Prevenir una escalada militar estadounidense en América Latina requiere construir un movimiento internacional socialista contra la guerra que unifique a los trabajadores a lo largo de las Américas y más allá en una lucha contra el imperialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 21 de agosto de 2025)

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