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La cumbre Trump-Putin expone el Nuevo Frente Popular de Mélenchon

El giro en la política exterior estadounidense con la realización de la cumbre Trump-Putin en Alaska provocó un estallido de ira por parte de Jean-Luc Mélenchon, dirigente del partido La Francia Insumisa (LFI) y de su alianza del Nuevo Frente Popular Nuevo (NFP). Sin embargo, no llamó a movilizar a los trabajadores contra las amenazas de guerra de EE. UU. contra Irán o Venezuela, ni contra la escalada bélica y el aumento del gasto militar de París a Moscú. En su lugar, emitió llamados nacionalistas para que Francia obtenga una mayor tajada del botín de guerra.

Su artículo, titulado “En Alaska, el cruel comienzo de un nuevo orden mundial”, plantea una política que, en su contenido —si no en su retórica—, podría ser acogida por políticos de derecha. Denunciando a Estados Unidos, la alianza de la OTAN, Rusia y Alemania, Mélenchon exige que el Estado francés obtenga más “cartas del poder”, escribiendo:

Para nosotros, más que nunca, confiar en alguien más que en nosotros mismos para defendernos es un acto de ingenuidad que nos costará caro. Los estadounidenses, los rusos, los alemanes y otros sacarán ventaja de esta nueva distribución de las cartas del poder. Francia, por no haber desarrollado una política realista, ambición y comprensión del momento, es una excepción. …

Este es el verdadero balance de todos los charlatanes que desde 2005 nos ahogan en declaraciones, en la arrogancia intolerable pro-OTAN y en sus insulsas letanías sobre el futuro maravilloso de sus planes. Su tiempo se ha acabado, al igual que el de sus planes. Un gobierno de LFI será libre de comprometerse con una política completamente diferente, de forma completamente distinta, para que Francia ofrezca una política de globalización diferente y de no alineamiento. Una Europa totalmente diferente puede surgir.

Los trabajadores y los jóvenes deben tomar este comentario como una advertencia: la lucha contra la austeridad y la guerra debe librarse de forma independiente de los partidos socialdemócratas, estalinistas o populistas pequeñoburgueses y las burocracias sindicales que en Francia se agrupan bajo el NFP. Estas fuerzas no se oponen al enorme aumento en el gasto militar que se está llevando a cabo actualmente en Francia y Europa.

El que quiere los fines quiere los medios. El plan de Macron de duplicar el gasto militar francés para 2030 será financiado con el plan del primer ministro François Bayrou para recortar 45.000 millones de euros en gastos sociales, al igual que los planes de Berlín para gastar 1 billón de euros en militarización se financiarán con ataques a la clase trabajadora alemana. Los defensores de la militarización como el NFP intentarán aplazar, desorientar, desorganizar y, en última instancia, desmovilizar las luchas obreras contra la austeridad y el dominio policial-militar.

En una época de cadenas de suministro globalizadas y guerra mundial, no existe un camino nacional hacia la salvación. Si fuera teletransportado al Palacio del Elíseo, Mélenchon afirma que el Estado capitalista francés desafiaría sin miedo a Washington, Moscú y Berlín al mismo tiempo, y que de repente el capitalismo sería distinto. Eso es lo que dice, pero ¿cuál es realmente la situación, y qué demuestra su historial?

¿En qué base de clase se opone Mélenchon a las conversaciones Trump-Putin?

Las derrotas del régimen ucraniano respaldado por la OTAN y la cumbre de Trump en Alaska han expuesto a las potencias imperialistas europeas. Invirtieron cientos de miles de millones de euros en reforzar sus ejércitos, apostando todo a una victoria junto a Estados Unidos en la guerra contra Rusia. Ahora, han sido sorprendidas, mientras el presidente estadounidense de extrema derecha intenta conseguir un acuerdo de paz para poner fin a la guerra, que ha sido su principal justificación para la austeridad y los planes de guerra de “alta intensidad”.

LFI, al igual que otros partidos pequeñoburgueses en Europa como el Partido Izquierda (Die Linke) en Alemania y Podemos-Sumar en España, no se opuso a esta política. Mientras dirigentes de Die Linke aplaudían la remilitarización alemana y Podemos participaba en un gobierno que envió misiles antitanques al batallón neonazi Azov, LFI formaba el NPF con el burgués Partido Socialista (PS), el estalinista Partido Comunista Francés (PCF) y los Verdes. Mélenchon incluyó en el programa electoral del FPN la impopular llamada de Macron al envío de tropas francesas como “fuerzas de paz” a Ucrania.

Las críticas de Mélenchon a las conversaciones de Alaska derivan del fracaso de su anterior política reaccionaria. Se queja amargamente de que el ascenso económico de China ha confundido al aparato de política exterior estadounidense e impedido una postura bélica coherente que las potencias europeas esperaban aprovechar para absorber a Ucrania y quizá incluso a Rusia. La derrota de Washington, se lamenta Mélenchon, ha dejado una oportunidad para que Alemania domine Europa:

China o Rusia, [Estados Unidos] debía elegir cuál era el verdadero “adversario sistémico”. Las vacilaciones, dudas y divagaciones confundieron su política. Ahora ya es tarde. Putin ha ganado la guerra, porque Ucrania no puede ganarla sin una participación estadounidense a una escala que ya no es posible debido a China. Por tanto, EE.UU. no puede salir de esto posando como vencedor. Tendrá que aceptar que se redibuje el mapa de Europa. … Más que nunca será una Europa alemana, es decir, la nada.

El señalamiento de Alemania por parte de Mélenchon como la principal amenaza es tan reaccionario como su queja de que el imperialismo estadounidense no fuera suficientemente agresivo contra China. No hace ninguna distinción entre el papel dirigente e imperialista del Estado alemán en la Unión Europea y la oposición profundamente arraigada del proletariado alemán al militarismo y la austeridad.

Los trabajadores alemanes, al igual que los de Francia y el resto de Europa, serán empujados a amargas luchas de clases en los próximos meses. Para gastar billones en el ejército mientras se protege las obscenas fortunas de la oligarquía financiera, las potencias imperialistas europeas deberán destruir los programas sociales de los cuales dependen cientos de millones de trabajadores. Ante la oposición masiva que esto provocará, acelerarán enormemente la construcción de un Estado policial dictatorial.

A medida que los trabajadores franceses se preparan para huelgas contra Bayrou este otoño, sus mejores aliados son sus hermanos y hermanas de clase en Alemania y en todo el mundo, no las burocracias sindicales del NPF ni sus partidos abiertamente proausteridad como el PS. La clase trabajadora debe coordinar su lucha contra la guerra imperialista, la austeridad y la dictadura policial-militar internacionalmente. Para ello, necesitarán construir nuevas organizaciones de lucha y adoptar una perspectiva política trotskista en oposición al nacionalismo promovido por Mélenchon.

Raíces antitrotskistas de la germanofobia de Mélenchon

La orientación imperialista de Mélenchon y su germanofobia están enraizadas en su política antitrotskista. Comenzó su carrera en la Organisation communiste internationaliste (OCI) de Pierre Lambert, en el momento de su ruptura en 1971 con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), la dirección del movimiento trotskista mundial. La OCI de Lambert apoyó al recién fundado PS de François Mitterrand, respaldando su alianza electoral Unión de la Izquierda con el PCF estalinista.

Mitterrand, a partir de décadas en la política capitalista, incluyendo durante la ocupación nazi de Francia, desarrolló una profunda preocupación por limitar el poder alemán. Fue notorio por su papel en el régimen colaboracionista de Vichy e hizo ejecutar a luchadores independentistas durante la guerra colonial de 1954-1962 en Argelia, en la cual los combatientes argelinos se refugiaban en Alemania Occidental. Mélenchon acabó abandonando la OCI para unirse al PS en 1976 y convertirse en un estrecho colaborador de Mitterrand durante su presidencia entre 1981 y 1995.

Aunque Mitterrand colaboró con Berlín en la guerra del Golfo de 1991 liderada por EE.UU. y el lanzamiento de la Unión Europea en 1992, discutió con Margaret Thatcher, entonces primera ministra del Reino Unido, su oposición a la reunificación alemana en 1990. Apoyó limitadamente a Serbia para obstaculizar la influencia alemana en las guerras yugoslavas de los años noventa. Mélenchon, que ha expresado abiertamente su admiración por Mitterrand incluso después de abandonar el PS en 2009, ha mantenido esta orientación anti alemana.

Para mantener una referencia cínica y vacía al trotskismo, Mélenchon habla dentro de LFI y a veces públicamente de sus vínculos con “el Viejo”. Este era el término cariñoso que los trotskistas usaban para referirse a Trotsky antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, para Mélenchon, “el Viejo” no es Trotsky, sino Mitterrand, el arquitecto del giro a la austeridad de Francia en 1982. Esto simboliza cómo LFI sustituye el internacionalismo socialista por una defensa del imperialismo francés.

En una entrevista de 2016 en Marianne, Mélenchon relató que su “Viejo” Mitterrand sólo necesitó decir una palabra —“felicidad”— para seducir políticamente a Mélenchon desde su primer encuentro:

Fue en Besanzón en 1972. Yo era un dirigente estudiantil muy audaz, no le temía a nadie. … Me enviaron a interrumpir el discurso de Mitterrand en una reunión en nuestra universidad. Cuando empezó, el Viejo comenzó hablando —de la felicidad. Les garantizo, no soy una persona frágil. Pero en ese momento, mi armadura doctrinaria fue perforada.

Si este relato es verídico, indica que Mélenchon, preparado por la orientación de la OCI hacia la “Unión de la Izquierda”, buscaba desesperadamente una entrada en la política capitalista. Y ciertamente la encontró. Se convirtió en senador del PS, luego en ministro en el gobierno proausteridad de Lionel Jospin (1997-2002), otro exmiembro de la OCI. Estas son las raíces de la germanofobia de Mélenchon.

Nadie con conocimiento de la historia europea y del nazismo puede ignorar el peligro que representa la dominación imperialista alemana de Europa. Pero el amor de Mélenchon por Mitterrand y sus ataques indiscriminados hacia los alemanes son completamente ajenos al trotskismo. Durante la ocupación nazi de Francia, los trotskistas franceses y sus camaradas alemanes en la clandestinidad lucharon por ganar tanto a los obreros franceses como a los soldados alemanes a la lucha por la revolución socialista. Es reviviendo estas tradiciones como los trabajadores europeos pueden combatir la austeridad y la guerra imperialista.

Un ajuste de cuentas político sobre la guerra de Ucrania

Con pesimismo y amargura debido al fracaso de la política bélica del FPN, Mélenchon teme profundamente el impacto del giro de Trump hacia negociaciones con Moscú en Ucrania. Escribe:

[Ucrania] ahora sabe a qué atenerse. No puede ganar, no sólo por las razones militares que ya explicamos. Sobre todo, su sistema político pende de un hilo. Todo apunta al colapso: los sindicatos y partidos de oposición fueron prohibidos, se mantuvo a Zelensky en el poder aunque su mandato presidencial había terminado, se intentó salvar a los corruptos que se enriquecen con el esfuerzo de guerra, las deserciones masivas [del ejército ucraniano]. Todo esto rompió el vínculo entre el sistema de Zelensky y su pueblo en guerra.

Esto equivale a una autoinculpación devastadora del propio llamado del NFP para enviar “fuerzas de paz” francesas a apuntalar al régimen de Zelensky. Nunca existió ese “vínculo” entre el pueblo ucraniano y Zelensky. Dirige un régimen títere opresivo financiado con cientos de miles de millones por Washington y las potencias europeas, sin una pizca de legitimidad democrática.

Zelensky arrastró a cientos de miles de ucranianos a la muerte, con la ayuda de milicias de extrema derecha como el Batallón Azov, en una guerra desesperada con Rusia. Desde que surgieron informes de que la OTAN, dirigida por el entonces primer ministro británico Boris Johnson, torpedeó las conversaciones de paz del Kremlin con Zelensky en los primeros días de la guerra, ha quedado claro que la principal fuerza que impulsaba el conflicto no era Moscú, sino la OTAN. Con desprecio por la vida del pueblo ucraniano cuya libertad pretendían defender, las potencias de la OTAN trataron de luchar contra Rusia hasta el último ucraniano.

La declaración de Mélenchon suscita serias preguntas políticas. Mélenchon ha criticado frecuentemente a la OTAN. Pero si LFI sabía que el régimen de Zelensky era una dictadura represiva, ¿por qué no denunció enérgicamente las mentiras de Macron sobre la defensa de la libertad ucraniana ni rechazó destinar el dinero de los recortes sociales a la modernización del ejército francés para una guerra de “alta intensidad”?

La clase trabajadora debe ajustar cuentas políticas con los grupos antimarxistas pequeñoburgueses implicados en los crímenes del imperialismo en Ucrania. La verdad debe decirse con crudeza. Todo el NFP, incluida LFI, es cómplice no sólo de las mentiras de Macron sobre Ucrania, sino también de su agenda de militarización. Esto los convierte en enemigos acérrimos de la clase trabajadora. Su apoyo nacionalista a la política de gran potencia de Francia los lleva a aceptar la política de saqueo de Macron contra la clase obrera para fortalecer el aparato militar.

LFI perpetró este fraude con la ayuda de una serie de grupos pseudoizquierdistas de clase media, derivados de renuncias pasadas al trotskismo, que aclamaron la formación del NPF sobre un programa pro guerra en Ucrania como un avance para la clase trabajadora. Estos incluyen al Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) pablista, a Lucha Obrera ( Lutte ouvrière, LO), al Partido Comunista Revolucionario (PCR) grantista (de Ted Grant), y al grupo morenista Révolution permanente .

¿Cuál es el historial de Mélenchon? Aparte de vagas esperanzas de que un futuro gobierno de LFI pueda cambiar la situación, no ofrece nada a los 8 millones de personas que votaron por él en las elecciones presidenciales de 2022, alrededor de un cuarto del electorado francés.

En 2023, estalló una crisis histórica en Francia cuando Macron adoptó una nueva ley de defensa para aumentar el gasto militar y la financió con una ley para recortar las pensiones. Cuando Macron impuso los recortes por decreto a pesar del rechazo popular masivo, millones de trabajadores se declararon en huelga y estallaron disturbios en las principales ciudades. Incluso los medios capitalistas franceses reconocieron que era la mayor crisis desde la huelga general de mayo de 1968.

Aunque aún no se llamaban NFP, los partidos que ahora lo componen ya actuaban en alianza. Pero no llamaron a oponerse al gasto bélico, ni a denunciar las mentiras de Macron sobre defender la libertad ucraniana, ni a derrocar al presidente ilegítimo. Asistieron a unas cuantas manifestaciones sindicales e hicieron pública una carta pidiendo negociar con Macron en el Elíseo. Luego respaldaron a las burocracias sindicales que cancelaron el movimiento mientras Macron, desafiando abiertamente la voluntad popular, impuso su ley de pensiones.

Cuando en 2024 Macron convocó elecciones anticipadas, Mélenchon formó el NFP para rescatar a las desacreditadas maquinarias del PS y el PCF. El programa del NFP no sólo defendía el envío de tropas a Ucrania como “fuerzas de paz”, sino también se negó a calificar de genocidio la guerra de Israel contra Gaza. Sobre esta base, no sólo logró colocar a diputados del PS y el PCF, sino que giró rápidamente hacia la derecha y, en la segunda vuelta, apoyó a candidatos macronistas supuestamente para bloquear a la extrema derecha.

Aunque el NFP ganó una pluralidad de escaños, Macron se negó a darle el gobierno y consolidó su propio partido en el poder. Solo lo pudo hacer gracias a la ayuda política brindada por Mélenchon.

Este historial destruye el argumento de Mélenchon de que, incluso ante un genocidio y una guerra mundial, todo lo que necesitan los trabajadores es esperar y tener fe en que LFI gane la presidencia. Tal subordinación a las burocracias solo puede conducir al desastre para la clase obrera.

El camino para que los trabajadores enfrenten la guerra mundial, el genocidio y el fascismo es la movilización internacional desde abajo, en lucha irreconciliable contra el imperialismo. Los trabajadores necesitan sus propias organizaciones de base para liberar su lucha del férreo control del NFP sus aliados internacionales. Sin embargo, en medio del colapso acelerado del orden mundial existente, estas luchas plantearán de inmediato profundas cuestiones de orientación histórica y perspectiva política.

La instigación por parte de la OTAN de un conflicto fratricida entre las antiguas repúblicas soviéticas de Rusia y Ucrania expone las consecuencias desastrosas de la disolución estalinista de la Unión Soviética en 1991. Menos de 35 años después, el capitalismo mundial presencia de nuevo un genocidio y se tambalea al borde de una conflagración global. El único programa viable para resolver esta crisis terminal del capitalismo es la defensa por parte del CICI de las tradiciones de la revolución de Octubre y el programa de la revolución socialista internacional.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de agosto de 2025)

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