El senador de Vermont Bernie Sanders ha retomado su gira “Luchando contra la oligarquía”, reuniendo a miles de personas en eventos recientes en Virginia Occidental y Asheville, Carolina del Norte, con más escalas planificadas en el medio oeste del país.
Las próximas paradas de la gira tienen como objetivo impulsar las campañas de los candidatos del Partido Demócrata en los estados y localidades donde hablará Sanders. En Wisconsin, aparecerá con la candidata al Congreso Rebecca Cooke; en Kalamazoo, Michigan, con el aspirante a senador Abdul El-Sayed; y en Chicago, con la diputada Delia Ramírez y el senador estatal Robert Peters.
Los eventos de Sanders han atraído a grandes audiencias porque trabajadores y jóvenes están buscando una forma de oponerse a la profunda crisis que envuelve a Estados Unidos. Trump está implementando una dictadura—desplegando tropas en Washington D. C. y amenazando con extender la ocupación militar a Chicago, Los Ángeles y otras grandes ciudades—, al tiempo que lanza un ataque fascista contra los inmigrantes y los derechos democráticos. El genocidio en Gaza continúa como parte de una guerra mundial en escalada.
Estas condiciones, combinadas con niveles asombrosos de desigualdad social, han generado una profunda frustración e ira en la clase trabajadora y entre la juventud.
Pero el papel de Sanders no es encabezar una lucha contra esta crisis, sino capturar y desviar esa oposición de nuevo hacia el Partido Demócrata—el mismo partido de Wall Street, la guerra y la represión. Al insistir en que los demócratas pueden ser empujados hacia la izquierda, Sanders trabaja para disipar la ira de los trabajadores y jóvenes y evitar la emergencia de un movimiento independiente de la clase trabajadora, que es lo más necesario.
¿Qué es el Partido Demócrata?
Una afirmación central de la gira “Luchando contra la oligarquía” de Sanders—y de su política en general—es que el Partido Demócrata fue alguna vez un partido de la clase trabajadora y puede volver a serlo. En Asheville, Carolina del Norte, dijo a la audiencia: “El Partido Demócrata, en muchos sentidos, le ha dado la espalda a la clase trabajadora de este país… Si los demócratas quieren ganar elecciones, tendrán que dejar de aceptar dinero de los multimillonarios”. En el condado de Mingo, Virginia Occidental, les dijo a los presentes: “Ustedes pueden tomar el control del Partido Demócrata”.
La afirmación de que los demócratas fueron alguna vez, o podrían volver a ser, un partido de la clase trabajadora es contradicha por toda la historia del partido.
Antes y durante la Guerra Civil, el Partido Demócrata fue el representante político de la aristocracia esclavista del sur, aliada con los intereses empresariales del norte. Después de la Reconstrucción, se convirtió en el partido del apartheid de las leyes Jim Crow en el sur.
A medida que el capitalismo se expandía, los republicanos surgieron como el partido de los barones ladrones, mientras los demócratas se posturaban como reformistas para contener los levantamientos obreros. Woodrow Wilson introdujo el impuesto progresivo sobre la renta pero al mismo tiempo, llevó a Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial, desató la cacería anticomunista del pánico rojo y envió tropas contra la Revolución rusa.
Durante la Gran Depresión, los demócratas bajo Franklin D. Roosevelt respondieron a luchas de clases insurreccionales con el New Deal—un programa de reformas sociales diseñado para contener esas luchas y evitar la emergencia de un movimiento político independiente de la clase trabajadora. Roosevelt también llevó al país a la Segunda Guerra Mundial, encarceló a trotskistas bajo la Ley Smith y supervisó el internamiento de ciudadanos japoneses-estadounidenses.
En los años sesenta, la “Gran Sociedad” de Johnson implementó Medicare y Medicaid para contener revueltas como el movimiento por los derechos civiles, las rebeliones urbanas y huelgas masivas. Fue el último suspiro de la reforma social en EE.UU., naufragada por la guerra imperialista en Vietnam. A medida que la clase dominante viró hacia la derecha, fue desmantelando las reformas del pasado mientras promovía el militarismo estadounidense.
Al mismo tiempo, los demócratas abrazaron cada vez más la política de identidad y racial para dividir a la clase trabajadora, elevando a una capa privilegiada de la clase media alta a posiciones dentro del Estado, las corporaciones, la academia, los medios y la burocracia sindical para apuntalar el orden capitalista.
El papel de Sanders y el ascenso de Trump
A lo largo de su carrera, y especialmente en la última década, Bernie Sanders ha desempeñado un papel muy definido: servir como pararrayos del descontento popular, solo para canalizar esa oposición de regreso al Partido Demócrata. Sanders inició su carrera política nacional en 1990, primero en la Cámara de Representantes y luego en el Senado.
Durante estas décadas, el Partido Demócrata—junto con los republicanos—presidió la desindustrialización y financiarización de la economía estadounidense, políticas que devastaron a las comunidades obreras. La administración de Clinton desmanteló el sistema de bienestar, desreguló Wall Street y ejecutó ataques masivos contra las condiciones de vida de los trabajadores. Obama respondió a la crisis financiera de 2008 con un rescate bancario de varios billones de dólares que allanó el camino para ganancias corporativas récord y un crecimiento asombroso de la desigualdad social.
Una década después, en los primeros meses de la pandemia, demócratas y republicanos unieron fuerzas nuevamente para orquestar un rescate aún mayor de Wall Street, transfiriendo sumas colosales a la élite financiera mientras millones de trabajadores enfrentaban el desempleo, la enfermedad y la muerte.
Las dos campañas presidenciales de Sanders son la expresión más clara de su papel político. En 2016 y 2020, Sanders ganó un amplio apoyo presentándose como crítico de la “clase multimillonaria” y defensor de una “revolución política”. Pero en ambas ocasiones, tras obtener millones de votos y movilizar a trabajadores y jóvenes, respaldó al candidato del aparato del Partido Demócrata: Hillary Clinton y luego Joe Biden—los representantes elegidos de Wall Street y el aparato militar.
El apoyo subsiguiente de Sanders a la administración de Biden, que supervisó dádivas sin precedentes a los bancos y la prosecución de la guerra imperialista, demostró aún más su función como sostén del dominio capitalista. Hasta la víspera de las elecciones de 2024, Sanders le decía a los trabajadores y jóvenes que Biden era “el presidente más progresista y proobrero desde FDR”. Esto creó el vacío político que permitió a Trump canalizar la ira social en una dirección reaccionaria.
Sanders y el imperialismo estadounidense
La verdadera política de Sanders se revela con más claridad en sus posiciones sobre política exterior. Por más que se postule como opositor de la “clase multimillonaria” en el país, Sanders nunca se ha opuesto a los intereses globales del capitalismo estadounidense.
Hablando con CNN tras su paso por Virginia Occidental, defendió la guerra por poder librada por Washington contra Rusia en Ucrania. Ignorando el carácter imperialista del conflicto, Sanders calificó a Putin como “un tipo realmente terrible” que “invadió Ucrania con una destrucción increíble”. Continuó: “La gente en Ucrania está sufriendo terriblemente porque este tipo quería iniciar la guerra más grande en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”.
Estas declaraciones están en línea con la orientación general del Partido Demócrata, que ha denunciado a Trump no por sus guerras o su autoritarismo, sino por buscar reorientar la estrategia del imperialismo estadounidense. Mientras Trump intensifica la marcha hacia la guerra con China, los demócratas insisten en mantener la sangrienta guerra por delegación en Ucrania como punta de lanza de los intereses del imperialismo norteamericano en Europa.
La invasión de Ucrania fue un acto reaccionario de un régimen nacionalista burgués en Rusia que se enriqueció saqueando lo que quedó de la Unión Soviética. Pero la guerra no fue “no provocada”. Fue el resultado de la expansión implacable de la OTAN hasta las fronteras rusas y del golpe derechista prooccidental de Maidán en 2014, orquestado por Washington y Berlín.
Sanders se ha negado a calificar las acciones de Israel durante los últimos dos años como genocidas. Hasta hoy repite la consigna de que Israel “tiene derecho a defenderse”. Incluso el proyecto de ley que patrocinó para suspender ciertos envíos de armas solo habría prohibido las denominadas “armas ofensivas”.
En condiciones de asesinato en masa y limpieza étnica—incluyendo el hambre—respaldados completamente por EE.UU., la distinción entre armas ofensivas y defensivas carece de sentido. Es como proponer retener solo las “armas ofensivas” de Hitler durante el Holocausto. En cualquier caso, la propuesta de Sanders fue rechazada por la mayoría de los senadores demócratas, incluido el líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer.
En todas las cuestiones fundamentales, Sanders está en pleno acuerdo con los objetivos de la política exterior del imperialismo estadounidense. Incluso respecto a Trump, ha mantenido en gran parte un silencio cómplice frente al asalto fascista contra los inmigrantes, declarando en marzo de este año: “Nadie cree que la inmigración ilegal sea apropiada”. Simultáneamente, promueve un programa de nacionalismo económico que converge con las guerras comerciales de Trump, preparativos directos para la guerra en el exterior y ataques contra la clase trabajadora en casa, elevando el costo de vida y alimentando despidos masivos.
La cuestión planteada no es simplemente el papel de Bernie Sanders como individuo, sino de todo un tipo de política que busca capturar la ira de trabajadores y jóvenes, preservar la autoridad del Partido Demócrata y bloquear el desarrollo de un movimiento independiente de la clase trabajadora.
Esta es la política de organizaciones pseudoizquierdistas de clase media como los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA), que promueven a Sanders y sus mitos sobre la reforma del Partido Demócrata. Como han demostrado el ascenso, la consolidación y el retorno de Trump, tales políticas fortalecen en realidad a la extrema derecha, en lugar de debilitarla.
Estados Unidos atraviesa una crisis extraordinaria. El peligro de una dictadura fascista se manifiesta en la toma militar de Washington D.C. por parte de Trump y sus preparativos para la represión a nivel nacional. En el exterior, la clase dominante libra una guerra global, y los niveles colosales de desigualdad social son incompatibles con formas democráticas de gobierno. Nada de esto puede combatirse dentro del Partido Demócrata, que tiene la mayor responsabilidad en el ascenso de Trump y colabora con él en la guerra y la represión.
Lo que se requiere es una ruptura decisiva con ambos partidos capitalistas y con todas las ilusiones de que pueden ser reformados. La lucha contra la dictadura, la guerra y el dominio oligárquico debe avanzar mediante la construcción de un partido independiente de la clase trabajadora, basado en el internacionalismo socialista. Solo sobre esta base podrán los trabajadores y jóvenes encontrar los medios políticos para oponerse al fascismo y la guerra imperialista y avanzar en la lucha por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de agosto de 2025)
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