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¡Tomen la lucha por el socialismo! ¡Movilicen a la clase obrera contra la dictadura, el genocidio y la guerra mundial!

Policías con equipo antidisturbios hacen guardia mientras los manifestantes corean consignas afuera del campus de la Universidad de Columbia, el jueves 18 de abril de 2024, en la ciudad de Nueva York [AP Photo/Mary Altaffer]

Este otoño, los estudiantes en todo Estados Unidos regresan a sus universidades en condiciones extraordinarias, sin precedentes en la historia estadounidense. El régimen de Trump está llevando a cabo un golpe de Estado en escalada, avanzando abiertamente hacia el establecimiento de una dictadura fascista en Estados Unidos. La ocupación militar de Washington forma parte de un golpe presidencial en desarrollo que continúa y profundiza la insurrección del 6 de enero de 2021, pero esta vez ejecutado con todo el aparato del Estado capitalista.

Tropas de la Guardia Nacional de seis estados republicanos patrullan ahora la capital del país, y Trump ha declarado que la ocupación puede continuar indefinidamente. Cerca de 9.000 efectivos armados —tropas, agentes federales y policías— controlan ahora la sede del gobierno estadounidense. El “zar fronterizo” de Trump, Tom Homan, ha declarado: “El presidente Trump no tiene límite en su autoridad”. Cuando el presidente ucraniano Zelenski mencionó posponer las elecciones durante la guerra, Trump respondió ominosamente: “Déjenme decir algo: dentro de tres años y medio… si llegamos a estar en guerra con alguien, no habrá más elecciones”.

Los métodos brutales utilizados por el imperialismo estadounidense en el extranjero se están preparando para ser empleados contra la clase obrera, tanto nacional como internacionalmente. Las Naciones Unidas han declarado oficialmente la hambruna en la ciudad de Gaza; la primera vez que la organización hace tal declaración fuera de África. Esto es la culminación de políticas deliberadas de exterminio del pueblo palestino mediante el hambre masiva, donde el 83 por ciento de las víctimas son civiles.

La misma clase dominante que orquesta el genocidio en Gaza con la tecnología militar más avanzada de la historia se prepara ahora para reprimir a la clase obrera estadounidense con una brutalidad similar. La extrema desigualdad social bajo el capitalismo estadounidense se ha vuelto incompatible con formas democráticas de gobierno. Estados Unidos es nuevamente una “casa dividida”, con la división actual entre una diminuta capa de multimillonarios y la enorme mayoría sometida a una inseguridad económica constante. La clase dominante no ve ninguna salida pacífica a su crisis en expansión y recurre al autoritarismo como medio de supervivencia.

Las universidades ya no son santuarios de expresión libre, sino objetivos directos de la campaña del gobierno de Trump para establecer una dictadura. Estudiantes internacionales que se han opuesto al genocidio en Gaza han sido secuestrados por agentes federales, arrojados en camionetas sin identificación y retenidos incomunicados. La financiación universitaria enfrenta recortes sin precedentes diseñados para forzar la capitulación institucional. Los ataques del régimen van más allá de la política dentro del campus y atacan los propios pilares de la educación superior: la investigación científica está siendo desfinanciada y redirigida hacia fines militares, los programas de humanidades enfrentan su eliminación y las instituciones culturales están siendo objeto de purgas sistemáticas.

La clase dominante no ha olvidado las rebeliones estudiantiles de los años sesenta en Columbia, Berkeley, Michigan y otros centros de radicalización estudiantil. Recuerdan Kent State en 1970, cuando cuatro estudiantes fueron asesinados por la policía durante las protestas contra la guerra en Vietnam. Lo que presenciamos hoy refleja su determinación de impedir cualquier resurgimiento de la oposición estudiantil mediante una represión preventiva que incluye expulsiones, amenazas de carreras destruidas e incluso enjuiciamientos federales.

Los estudiantes que ingresan a las universidades este otoño representan una generación que nunca ha conocido la prosperidad capitalista. Sus años de adolescencia han estado marcados por la pandemia de COVID-19, que ha matado y dejado discapacitadas a decenas de millones en todo el mundo. Han vivido el intento de golpe de Estado del 6 de enero, presenciado el estallido de la guerra entre EE.UU. y la OTAN contra Rusia, y visto el genocidio en Gaza transmitido en vivo en tiempo real. Informes recientes muestran que el 40 por ciento de los trabajadores de la Generación Z con educación universitaria han “renunciado” a encontrar empleo en su campo, mientras que el subempleo entre la Generación Z alcanza el 41,2 por ciento. El desempleo entre quienes tienen maestrías se ha duplicado casi del 3 al 5,8 por ciento en solo un año.

Las políticas dictatoriales del gobierno de Trump están ligadas a preparativos para un conflicto global. Sus reuniones con Putin y la implementación de tarifas comerciales de guerra son preludios a un conflicto directo con China. A pesar de las diferencias tácticas entre distintas facciones de la clase dominante sobre la continuación de la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia, todas ellas están unidas detrás del uso de la guerra a escala mundial para apuntalar el imperialismo estadounidense. Tan solo esta semana, Trump ha lanzado una violenta escalada contra Venezuela, enviando destructores de misiles guiados, un submarino de ataque y 6.000 efectivos militares al Caribe, haciendo añicos el mito de que es un “presidente de la paz”.

Estados Unidos busca reorganizar el mundo mediante la guerra, pero con una deuda de más de 30 billones de dólares, enfrenta la amenaza de la bancarrota estatal. El giro hacia la dictadura y la guerra no revela la fortaleza del capitalismo estadounidense, sino la profundidad de su crisis.

El Partido Demócrata no se opone al autoritarismo creciente de Trump. Durante siete meses, los demócratas han permanecido al margen mientras Trump lleva a cabo ataques sistemáticos contra la clase trabajadora, desacreditando la ocupación militar de Washington como un mero “teatro político”. Bernie Sanders ha respaldado abiertamente las políticas fronterizas de Trump, declarando estar de acuerdo en “asegurar que nuestras fronteras sean más fuertes”. Su gira “Lucha contra la oligarquía” busca descomprimir la oposición y redirigir nuevamente a trabajadores y jóvenes hacia el Partido Demócrata.

El asalto de Trump a los derechos democráticos representa una profundización y extensión de políticas iniciadas bajo el gobierno de Biden. La violenta represión de las protestas estudiantiles y campamentos en la primavera de 2024 —llevada a cabo mediante redadas policiales coordinadas, arrestos masivos y expulsiones sancionadas por las universidades— estableció la plantilla para la represión sistemática que ahora Trump implementa a una escala aún mayor. Desde Columbia hasta UCLA y decenas de otras universidades, la administración de Biden orquestó una ofensiva nacional que destruyó toda ilusión sobre el apoyo del Partido Demócrata a la libertad de expresión o los derechos estudiantiles.

Las burocracias sindicales han permanecido criminalmente en silencio ante esta guerra bipartidista contra la libertad de expresión y el derecho a protestar, ofreciendo colaboración en lugar de resistencia. El sindicato United Auto Workers y otros sindicatos han abandonado tanto a los trabajadores inmigrantes como a los trabajadores estudiantiles universitarios bajo su supuesta protección. Mientras tanto, los movimientos basados en la identidad que dominaron la política universitaria en los últimos años han demostrado ser totalmente irrelevantes. La respuesta del #MeToo (Yo también) al fascismo estadounidense es inexistente. Black Lives Matter no ofrece ninguna perspectiva para enfrentar la dictadura de Trump.

La oposición entre estudiantes, jóvenes y la clase obrera está creciendo de manera constante. Millones protestaron contra el genocidio en Gaza el año pasado, y las manifestaciones “Sin reyes” en junio sacaron a más de 10 millones de estadounidenses a las calles, las mayores protestas en la historia del país. Existe una oposición generalizada a los ataques de Trump dentro de la población, pero estos movimientos no han logrado detener el avance del régimen porque se basan en la falsa perspectiva de que se puede presionar a la clase dominante para que cambie sus políticas. La clase dominante ve estas políticas no como opciones, sino como luchas de vida o muerte para defender sus intereses ante la amenaza existencial que representa la clase obrera.

Solo la clase obrera posee el poder social objetivo para detener la dictadura, el genocidio y la guerra mundial. La clase obrera puede transformar la sociedad, reorganizándola sobre la base de las necesidades humanas en lugar de la ganancia privada. Lo que enfrenta Estados Unidos hoy guarda paralelismos con la crisis que Lincoln enfrentó en 1861: así como preservar los principios democráticos entonces exigió destruir la base económica de la esclavitud, defender la democracia hoy exige poner fin al capitalismo y establecer el poder obrero y el socialismo.

No hay precedentes para lo que ahora se desarrolla en Estados Unidos. El Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) y su movimiento juvenil, los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social (JEIIS o IYSSE en inglés), son las únicas fuerzas que abogan por la defensa de los derechos democráticos bajo condiciones del colapso de la democracia estadounidense. El momento para medias tintas y apelaciones liberales ha pasado. La perspectiva de la protesta debe ser reemplazada por la perspectiva de la lucha de clases.

Las organizaciones reformistas que buscan desviar la oposición de estudiantes y trabajadores hacia los canales seguros del Partido Demócrata no hacen más que apuntalar el mismo sistema que dicen combatir. Los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA) y campañas como la de Zohran Mamdani en Nueva York no son más que el ala izquierda del Partido Demócrata, vendiendo la peligrosa ilusión de que el capitalismo se puede reformar mediante la política electoral. Su programa de reformas moderadas no ofrece ninguna respuesta contra la dictadura, el genocidio o la guerra mundial; de hecho, sirve para legitimar el sistema responsable de estos horrores.

Lo que se requiere no es reforma, sino revolución. La clase obrera es la fuerza revolucionaria decisiva en la sociedad, con el poder de poner fin a la guerra, el genocidio y la dictadura. Los estudiantes deben luchar activamente por conectar sus luchas con las de la clase obrera, comprendiendo que su futuro depende enteramente del éxito de la revolución socialista.

La agonía del capitalismo estadounidense crea posibilidades revolucionarias al mismo tiempo que plantea la amenaza del fascismo. El desenlace depende de construir un movimiento socialista de masas dentro de la clase obrera, en Estados Unidos y a escala internacional.

¡Vuélquense hacia la clase obrera y asum en la perspectiva revolucionaria que, y solo ella, puede garantizar un futuro para la humanidad!

¡Formen clubes de la JEIIS en cada campus!

¡Estudien las obras de Marx, Engels, Lenin y Trotsky!

¡Únanse a los JEIIS hoy!

(Artículo publicado originalmente en inglés el 25 de agosto de 2025)

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