Unas 250.000 personas marcharon ayer en todas las capitales y muchas ciudades del interior de Australia contra el genocidio israelí, cada vez más brutal, en Gaza.
De forma significativa, las protestas estuvieron marcadas por una creciente indignación y hostilidad no solo hacia la masacre y el hambre masivas en Palestina, sino también hacia el apoyo activo del gobierno laborista de Albanese a la ofensiva respaldada por Estados Unidos, incluso mediante la continuación de la exportación de piezas del F-35 y otras armas a Israel.
A continuación de la marcha contra el genocidio que reunió hasta 300.000 personas en el Puente de la Bahía de Sídney el 3 de agosto, estas fueron de las mayores movilizaciones propalestinas en Australia desde que comenzó la limpieza étnica sionista en octubre de 2023. En Brisbane, donde marcharon hasta 50.000 personas, fue la mayor protesta contra la guerra desde la invasión de Irak liderada por Estados Unidos en 2003.
La gran mayoría de los asistentes eran trabajadores, estudiantes y otros jóvenes comunes y corrientes, algunos participando por primera vez en protestas contra el genocidio, mientras que otros llevan manifestándose semana a semana durante casi dos años.
Al menos 100.000 se congregaron en Melbourne, 40.000 en Sídney, 15.000 en Perth, 10.000 tanto en Adelaida como en Hobart, 5.000 en Newcastle, 2.000 en Canberra y centenares en unas 40 localidades más, entre ellas Geelong, Cairns, Bathurst, Shepparton, Geraldton, Coffs Harbour, Katoomba y Tathra.
Hubo una protesta frente a la base de vigilancia satelital EE.UU.-Australia en Pine Gap cerca de Alice Springs, que con toda seguridad está siendo utilizada, con aprobación del gobierno laborista, para ayudar al régimen israelí a dirigir los bombardeos que ya han matado al menos a 62.000 personas, en su abrumadora mayoría civiles, en Gaza.
En algunos casos, el tamaño de las marchas dificultó calcular la cantidad de asistentes. En Brisbane, donde organizadores y policía habían estimado solo 7.000 participantes, la concurrencia en Queens Gardens superó ampliamente esa cifra. La multitud desbordó hacia las calles aledañas, obligando a la policía a cerrar partes del distrito financiero. Tomó dos horas para que los últimos manifestantes llegaran al final en Musgrave Park.
Un factor de peso en la respuesta en Brisbane fue la oposición a la prohibición antidemocrática impuesta por la policía y los tribunales sobre la marcha originalmente planeada por el icónico Story Bridge de la ciudad. La policía alegó falsamente preocupaciones por la seguridad, cuando en realidad fueron ellos los que pusieron en peligro la seguridad en la marcha por el Puente de la Bahía de Sídney al ordenar que miles de manifestantes dieran media vuelta a mitad de trayecto.
Lo más llamativo fue la furia expresada por los participantes ante el apoyo activo y sostenido del gobierno laborista al genocidio, a pesar de las afirmaciones de los organizadores y oradores de que la masiva marcha por el Puente de la Bahía de Sídney había obligado al gobierno a variar su rumbo al anunciar que reconocería a un Estado palestino, supuestamente asentado sobre los escombros de Gaza y Cisjordania.
Carteles escritos a mano en Brisbane, por ejemplo, ridiculizaban declaraciones de la ministra de Relaciones Exteriores, Penny Wong, de que la exportación de piezas de aviones F-35 a Israel, autorizada por el gobierno, era “no letal.” Entre los muchos carteles se leía: “Nada hay de no letal en los F-35,” “Dejen de armar a Israel” y “Dejen de vender armas a Israel.”
Otros carteles hacían referencia a la realidad de que los asesinatos, la inanición de niños y la hambruna en curso continuaban a pesar de las hipócritas y tibias objeciones formuladas por algunos gobiernos, incluido el australiano, que han respaldado la barbarie israelí desde el inicio.
Este sentimiento generalizado contrastó fuertemente con la línea impulsada por los organizadores y la mayoría de los oradores, en particular los líderes del Partido Verde y los burócratas sindicales, quienes afirmaban que “la marea había cambiado” debido a las recientes críticas mínimas del gobierno de Albanese hacia el evidente plan de hambre y otros crímenes de lesa humanidad perpetrados por el régimen de Netanyahu.
Los oradores generalmente exhortaron a los participantes a seguir presionando al gobierno laborista para que impusiera sanciones y embargos de armas contra Israel. De hecho, trataban de desviar la creciente indignación hacia el callejón sin salida que supone apelar a ese mismo gobierno y aparato político de la clase dominante que ha posibilitado el genocidio.
En Melbourne, la vicepresidenta del Partido Verde, Mehreen Faruqi, vendió la promesa del gobierno de reconocer a Palestina como una victoria del movimiento de protesta. “Este gobierno no habría dado ni siquiera ese pequeño paso si no fuera porque ustedes los obligaron a rastras, pataleando, a sentarse a la mesa, con todas sus acciones,” afirmó. “Finalmente saben que no pueden negar la profundidad y amplitud del sentimiento en las comunidades”.
Nada más alejado de la verdad. El gobierno laborista sigue totalmente comprometido con la ofensiva israelí respaldada por Estados Unidos para reorganizar el conjunto de Medio Oriente, así como con la ofensiva bélica subyacente de Washington contra Rusia y China para reafirmar la hegemonía global estadounidense. Nada ha cambiado, pese a las casi 100 manifestaciones semanales contra el genocidio en Melbourne.
En Brisbane, donde habló el exdiputado verde Max Chandler-Mather, la presidenta del Partido Verde, Larissa Waters, fue particularmente descarada al intentar desviar la indignación creciente hacia las manos cómplices del parlamento, del cual el Partido Verde es una parte esencial. Hablando al margen de la concentración, Waters declaró a los medios:
“Los australianos están horrorizados de que estemos vendiendo componentes de armas al gobierno israelí; tiene que parar. Creo que, tras la marcha en Sídney de hace un par de semanas, en la que el gobierno cambió de posición, tengo realmente la esperanza de que, con la participación impresionante de hoy en todo el país, el gobierno sienta la presión”.
Grupos pseudoizquierdistas como Socialist Alliance y Socialist Alternative alimentaron conscientemente esta ilusión. En ambas, Melbourne y Sídney, líderes de Socialist Alternative presidieron o copresidieron las concentraciones, presentando efusivamente a oradores del Partido Verde y de la burocracia sindical.
En Melbourne, por ejemplo, el copresidente de la manifestación, Omar Hassan, de Socialist Alternative, respondió al discurso de Faruqi agradeciendo al Partido Verde por ser “firmes en este movimiento.”
Hassan luego presentó a Luke Hilakari, secretario del Consejo Sindical de Trades Hall de Victoria, quien, junto a otros burócratas sindicales, se ha asegurado de que no se lleve adelante ni un solo día de acción industrial para bloquear los suministros a Israel, manteniendo a los trabajadores aprisionados por la camisa de fuerza de la legislación antisindical del sistema de “relaciones laborales justas” (Fair Work) del gobierno laborista.
Hassan declaró, disculpándose: “A algunos de nosotros nos gustaría que [la acción sindical] fuera más militante en el contexto actual, pero es importante que estemos construyendo coaliciones, así que por favor denle la bienvenida a Luke y escuchemos lo que tenga que decir”.
Hilakari procedió a balbucear una serie de lugares comunes sobre Palestina y a declarar su apoyo a sancionar la exportación de armas, mientras comprometía a los sindicatos a no hacer absolutamente nada para bloquear el envío de armas u otros suministros a Israel.
De igual manera en Sídney, Josh Lees, miembro de Socialist Alternative, presentó al presidente de la Federación de Docentes de Nueva Gales del Sur, Henry Rajendra, quien pronunció un discurso demagógico en nombre de Unions NSW. Rajendra condenó el asesinato de civiles y pidió al gobierno de Albanese que impusiera sanciones a Israel, pero no mencionó que los sindicatos tomarían acción para detener los suministros.
Algunos sindicatos y federaciones sindicales regionales avalaron oficialmente las manifestaciones, pero no hicieron nada para movilizar a sus afiliados, y solo hubo pequeñas delegaciones sindicales visibles.
Miembros y simpatizantes del Partido Socialista por la Igualdad realizaron campaña en las protestas. Discutieron cuestiones políticas candentes con los participantes y distribuyeron artículos y declaraciones del World Socialist Web Site que exponían la hipocresía de las muy limitadas críticas del gobierno de Albanese a la campaña de hambre de Israel.
Los equipos de campaña del PSI hicieron un llamado a una nueva estrategia basada en la lucha por movilizar a la clase obrera de forma independiente, incluso mediante huelgas y acciones industriales, para paralizar la maquinaria bélica imperialista-israelí, mediante una rebelión contra los aparatos sindicales que han bloqueado tales acciones en todo el mundo.
Como lo explicó uno de los volantes del PSI, la Perspectiva del WSWS del 2 3 de agosto: “Esta lucha debe ser parte de la lucha más amplia por construir un movimiento internacional contra la guerra de la clase obrera, basado en una perspectiva socialista, revolucionaria e internacionalista, dirigida contra todos los gobiernos y el sistema capitalista que está engendrando todos los horrores de la década de 1930”.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 24 de agosto de 2025)