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La “crisis del plástico” pone en peligro a la humanidad y a todos los aspectos del medio ambiente, concluye un estudio de The Lancet

“El mundo está en una crisis del plástico”, declara una revisión publicada el 3 de agosto por la revista médica The Lancet. “Cuenta regresiva sobre salud y plásticos” es un estudio coescrito por el profesor Philip J. Landrigan, pediatra y epidemiólogo, en colaboración con otros contribuyentes como el biólogo profesor Martin Wagner y 24 especialistas más en disciplinas diversas como la ecología marina y el derecho.

El estudio comienza con una advertencia contundente: “El plástico es un peligro grave, creciente y subestimado para la salud humana y planetaria. El plástico causa enfermedades y muertes desde la infancia hasta la vejez y es responsable de pérdidas económicas relacionadas con la salud superiores a $ US1,5 billones cada año'.

Playa contaminada en el mar Rojo en Sharm el-Naga, Puerto Safaga, Egipto. [Photo: Vberger]

La producción global de mercancías bajo el capitalismo es la fuerza motriz detrás de esta creciente amenaza a la salud del planeta. O como señala el estudio: “El principal motor de esta crisis es el crecimiento acelerado de la producción de plástico.” La producción mundial de plásticos ha aumentado al menos 250 veces, “desde menos de 2 megatoneladas (Mt) en 1950, hasta 475 Mt en 2022, con los aumentos más rápidos observados en la producción de plásticos de un solo uso”.

La basura plástica ha aumentado en proporción directa con el crecimiento vertiginoso de la producción, que se triplicará antes del año 2060 si no se toman medidas.

El estudio describe al plástico como “el material definitorio de nuestra era.” Los autores señalan que los plásticos son “flexibles, duraderos, convenientes y aparentemente baratos. Están en todas partes en las sociedades modernas, y han posibilitado avances en muchos campos, incluyendo la medicina, la ingeniería, la electrónica y la industria aeroespacial.” Pero su uso generalizado conlleva enormes “costos económicos ocultos que recaen sobre los gobiernos y las sociedades”.

Al menos 16.000 sustancias químicas están involucradas en la producción de plásticos modernos, incluyendo numerosos retardantes de llama, rellenos, colorantes y agentes estabilizadores que los hacen más fuertes, flexibles y duraderos. Muchos de estos componentes aumentan la vida útil de los productos de plástico y, por extensión, de los residuos plásticos.

Según el informe, un número creciente de estas sustancias químicas está relacionado con impactos negativos para la salud en todas las etapas de la vida humana. Sin embargo, los esfuerzos científicos para comprender los efectos del plástico sobre la salud y el ambiente son obstaculizados por una falta absoluta de transparencia empresarial respecto a qué químicos se usan en qué tipos de plástico.

Más del 98 por ciento de los plásticos se fabrican a partir de combustibles fósiles—petróleo, gas y carbón—con procesos industriales de alto consumo energético que emiten el equivalente a 2.000 millones de toneladas de CO2 al año al medio ambiente. Además, la mitad de los residuos plásticos no gestionados se quema al aire libre, liberando formas tóxicas de contaminación del aire.

Bolsas de un solo uso, botellas de plástico, envases de comida rápida y envoltorios son cuatro de los principales responsables de la contaminación plástica, y en conjunto constituyen casi la mitad de todos los residuos manufacturados. Muchos de estos productos tienen una vida útil real de solo unos minutos u horas, pero permanecen en el ambiente durante cientos de años.

Como señalan los investigadores de The Lancet, los daños causados por el plástico se conocen en el ámbito científico desde hace décadas. Hace sesenta años se publicaron los primeros informes de “residuos plásticos obstruyendo el tracto gastrointestinal de aves marinas, enredando tortugas marinas y matando mamíferos marinos”.

Es importante destacar que el estudio explica cómo los impactos de la contaminación plástica “recaen desproporcionadamente sobre las poblaciones de bajos ingresos y en situación de vulnerabilidad”. En todos los países, sin excepción, es la clase trabajadora la que vive más cerca de industrias contaminantes, vertederos malolientes, plantas de reciclaje, incineradoras y carreteras muy transitadas, y debe respirar el aire más tóxico. En una sociedad profundamente desigual, los superricos pueden mudarse cuesta arriba, río arriba y a favor del viento lejos de la peor contaminación creada por las empresas que poseen.

Voluntarios limpiando desagües en Ilorin, Nigeria, durante una jornada voluntaria de saneamiento. [Photo by Bukky658 / CC BY-SA 4.0]

Los daños para la salud humana, y en especial para los trabajadores involucrados en la producción de plásticos, se conocen científicamente desde mediados de los años setenta. Se documentaron los primeros casos de “angiosarcoma hepático [un cáncer raro y agresivo del hígado] en trabajadores de polimerización de cloruro de polivinilo (PVC) en Kentucky, EE.UU., expuestos al monómero de cloruro de vinilo”.

El estudio señala que el riesgo para los humanos fue reconocido por primera vez debido a “la alta incidencia de lesiones, enfermedades y muertes entre trabajadores que extraen materias primas para la producción de plástico mediante fracking, perforación petrolera y minería de carbón”.

En las décadas siguientes, los científicos encontraron que “la tasa elevada de mortinatos, partos prematuros, asma y leucemia en comunidades vecinas a pozos de fracking e instalaciones de producción de plástico demuestra que los daños del plástico se extienden más allá del lugar de trabajo y afectan a personas de todas las edades”.

Hoy en día, advierte el estudio, se encuentran partículas microplásticas y nanoplásticas “en muestras biológicas humanas, incluyendo sangre, leche materna, hígado, riñón, colon, placenta, pulmón, bazo, cerebro y corazón en poblaciones de todo el mundo”. Incluso en el polvo doméstico, los científicos han localizado retardantes de llama bromados, un grupo de químicos sintéticos organobromados añadidos a productos para prevenir o ralentizar la propagación del fuego.

Sin ninguna intención por parte de las corporaciones capitalistas de abandonar el uso de combustibles fósiles, la crisis del plástico, deja en claro el estudio, está acelerándose “junto a otras amenazas planetarias de nuestro tiempo y contribuye al cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad”.

The Lancet no se anda con rodeos respecto al reciclaje como posible solución, señalando que “menos del 10 por ciento del plástico se recicla”, y “por lo tanto, el 90 por ciento se quema al aire libre, termina en vertederos o se acumula en el medio ambiente.” Los plásticos químicamente complejos no pueden reciclarse, a diferencia del papel, vidrio, acero o aluminio. El estudio afirma rotundamente: “Ahora está claro que el mundo no puede reciclar su salida de la crisis de la contaminación plástica”.

El estudio concluye que “el empeoramiento continuo de los daños asociados al plástico no es inevitable”. Cita como ejemplos mitigables la “contaminación atmosférica, plomo, mercurio, cambio climático y clorofluorocarbonos”, daños humanos que “pueden reducirse eficaz y económicamente con leyes y políticas basadas en evidencia, apoyadas por medidas habilitadoras”. Entre las posibles medidas para combatir la contaminación, el informe menciona “transparencia, regulación y monitoreo”, aparentemente “facilitadas por una implementación efectiva (por ejemplo: cumplimiento justo y financiamiento adecuado)”.

Los autores del estudio aciertan al concluir que la contaminación creciente no es inevitable. Pero su afirmación de que la legislación y regulación gubernamental pueden evitar que la crisis del plástico se convierta en un desastre humano y planetario a gran escala es una ilusión. La contaminación ha alcanzado niveles catastróficos porque los gobiernos capitalistas de todos los países están subordinados a las corporaciones transnacionales y a los multimillonarios que las poseen.

La publicación de la revisión de The Lancet coincidió con las negociaciones de la ONU para lograr lo que se anunció como un tratado histórico para poner fin a la contaminación por plásticos. Pero los Estados miembros no lograron concretar un acuerdo a fines de diciembre de 2024, y la última ronda de debates—la sexta en menos de tres años—concluyó el 14 de agosto en un fracaso vergonzoso.

Delegados participan en la segunda parte de la quinta sesión del Comité Intergubernamental de Negociación de las Naciones Unidas sobre la contaminación por plásticos, Ginebra, Suiza, 5 de agosto de 2025 [Photo by UNEP / CC BY-NC-SA 4.0]

Las negociaciones de la ONU se fracturaron sobre si el acuerdo debe centrarse en reducir la producción de plásticos o la contaminación generada por estos. Rusia, Arabia Saudita y otras economías basadas en el gas y el petróleo se oponen a cualquier reducción en la producción de plásticos, postura compartida por las corporaciones productoras de plásticos. Todas ellas argumentan que la forma de abordar la crisis del plástico es mejorar la recolección de residuos y la infraestructura de reciclaje.

Las conclusiones del estudio de The Lancet son una acusación contra el sistema de ganancias y su incompatibilidad con las necesidades humanas y, en última instancia, con la supervivencia misma del planeta. La clase científica y la clase trabajadora deben unir fuerzas contra el sistema capitalista de Estados nacionales, que está basado en la producción para la ganancia y la anarquía de la competencia privada. Las fortunas colosales de los multimillonarios deben ser expropiadas y puestas bajo propiedad social. El uso racional del plástico junto con la búsqueda de alternativas—y su disposición sin causar más degradación ambiental—exige una reorganización global de la sociedad sobre una base socialista bajo control democrático de la clase obrera.

(Artículo originalmente publicado en inglés el 28 de agosto de 2025)

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