El viernes se cumplieron 20 años del huracán Katrina. En la mañana del 29 de agosto de 2005, la enorme tormenta de categoría 3 tocó tierra en Nueva Orleans, Luisiana. La marejada destruyó los diques de la ciudad, inundando el 80 por ciento de la metrópolis, que tenía una baja altitud. Las aguas alcanzaron profundidades de más de 4.5 m en algunas áreas.
Lo que siguió fue una catástrofe que se cobró casi 1.400 vidas y causó daños por $125 mil millones. El mundo vio en estado de shock cómo decenas de miles de residentes, incapaces de escapar, se aferraban a los tejados o permanecían atrapados en casas inundadas sin comida ni agua. Durante días suplicaron por ayuda, pero ninguna llegó.
Más de 10.000 personas se vieron obligadas a dormir por días en el estadio Superdome de Nueva Orleans, en medio de escenas de hambre, enfermedad y desesperación. Los sobrevivientes recordaron ver cadáveres flotando en las aguas de la inundación, pudriéndose en el sofocante calor de agosto. En total, más de 1 millón de personas fueron desplazadas, dispersas a ciudades de toda la región.
Toda esta devastación pudo haberse evitado. Los científicos habían advertido durante mucho tiempo que el sistema de diques de Nueva Orleans era inadecuado y que sería superado por una gran tormenta, causando grandes inundaciones. No se hizo nada, ni existía un plan de evacuación.
Cuatro días después del huracán, el World Socialist Web Site escribió:
El huracán Katrina ha dejado al descubierto las terribles verdades de Estados Unidos contemporáneo, un país desgarrado por las divisiones de clase más intensas, gobernado por una plutocracia corrupta que no posee ningún sentido de la realidad social ni de la responsabilidad pública, en la que millones de sus ciudadanos se consideran prescindibles y no pueden depender de ninguna red de seguridad social o asistencia pública si ocurre un desastre, en cualquier forma.
La respuesta de Washington a esta tragedia humana ha sido de gran incompetencia e indiferencia criminal. La gente ha muerto literalmente en las calles de una importante ciudad estadounidense sin ninguna ayuda durante cuatro días. Las imágenes de sufrimiento y degradación que se asemejan a las condiciones en los países más empobrecidos del Tercer Mundo se transmiten diariamente sin prácticamente ninguna respuesta visible del Gobierno de un país que concentra la mayor parte de la riqueza del mundo.
La respuesta oficial al desastre se centró en la represión en lugar de salvar vidas. Impulsados por las falsas afirmaciones de saqueo y anarquía de los medios de comunicación, unos 65.000 soldados de la Guardia Nacional, a los que se unieron mercenarios de Blackwater, fueron enviados para hacer cumplir la “ley y el orden”. Para la clase dominante y sus representantes políticos, desde el presidente republicano George W. Bush hasta los funcionarios estatales y locales demócratas, la preocupación primordial no era rescatar a la población, sino evitar que la catástrofe humana se transformara en un levantamiento social.
El Army Times publicó un artículo declarando que los militares “lucharían contra la insurgencia en la ciudad”, mientras que el propio sitio web del Ejército de los Estados Unidos se jactó de que las tropas “utilizaron su experiencia en Irak y otras operaciones para poner orden en una situación confusa”. La gobernadora de Luisiana, Kathleen Blanco, declaró: “Tienen M16 y están listos para disparar. Estas tropas saben cómo disparar y matar, y espero que lo hagan”. En los primeros días de la inundación, hubo una serie de asesinatos llevados a cabo por la policía.
La conducta del presidente Bush personificó la respuesta de la clase dominante a la catástrofe. Se quedó de vacaciones en su rancho en Crawford, Texas, y no regresó a Washington D.C. hasta el miércoles, tres días después del desastre. Mientras el Air Force One sobrevolaba Nueva Orleans, Bush fue fotografiado mirando la escena del sufrimiento masivo a través de una ventana del avión.
Durante un cuarto de siglo antes de Katrina, las Administraciones de ambos partidos desviaron recursos de la infraestructura y los programas sociales y los canalizaron a las arcas de la oligarquía corporativa. Bush y el Congreso tenían fondos ilimitados para librar la guerra en Irak y Afganistán y para construir, en nombre de la “seguridad nacional”, el marco de un Estado policial, pero no ofrecieron ayuda federal a las víctimas de Katrina. En cambio, la Casa Blanca instó a la población a donar a organizaciones benéficas privadas.
¿Y cuáles son las condiciones 20 años después? El programa de “reconstrucción” después de Katrina aceleró la contrarrevolución social a nivel nacional que ya estaba en marcha. La ciudad se mantuvo como un modelo para el país: casi todo el sistema de escuelas públicas se privatizó y se convirtió en escuelas concertadas con fines de lucro, se demolieron proyectos de vivienda y el Hospital de Caridad, fundado en 1736 para servir a los pobres, se cerró permanentemente. Los barrios más pobres fueron vaciados de grandes sectores de sus residentes de clase trabajadora, mientras que otras áreas fueron aburguesadas.
Hoy en día, la población sigue siendo un 23 por ciento más pequeña que antes de la tormenta, la tasa de pobreza es del 22,6 por ciento, más del doble del promedio nacional del 11,1 por ciento, y la desigualdad económica es mayor que nunca. El transporte público se ha reducido a solo el 35 por ciento de su capacidad anterior a Katrina.
Como admitió el New York Times esta semana,
Nueva Orleans es más pequeña, más pobre y más desigual que antes de la tormenta ... los programas de reconstrucción eran poco más que rescates corporativos... utilizados para justificar grandes adquisiciones de servicios públicos por parte del sector privado... Nueva Orleans ahora se ubica como la ciudad grande con mayor desigualdad de ingresos en Estados Unidos. Casi uno de cada tres niños vive en la pobreza, y para los niños negros, la tasa es del 43 por ciento.
Estas condiciones son una expresión concentrada de desarrollos más amplios en todo Estados Unidos. Desde 2005, la concentración de la riqueza en manos de los ricos y súper ricos solo se ha acelerado: la proporción de la riqueza nacional en poder del 1 por ciento superior ha aumentado del 22 por ciento a más del 30 por ciento en la actualidad.
Durante el mismo período, se han producido dos rescates multimillonarios de Wall Street, en 2008 y 2020, llevados a cabo con apoyo bipartidista, junto con nuevos recortes de impuestos para los ricos, presupuestos militares récord y profundos recortes a los programas sociales.
La actual pandemia de COVID-19, alimentada por la negativa de ambas partes a adoptar medidas de salud pública que afecten las ganancias corporativas, ha demostrado que para el Estado estadounidense, “millones de sus ciudadanos se consideran prescindibles”. La pandemia se ha cobrado casi 1,2 millones de vidas y ha dejado a 48 millones sufriendo de COVID prolongado. Mientras tanto, el calentamiento global, con temperaturas oceánicas en niveles récord, asegura que más desastres relacionados con el clima en la escala de Katrina sean inevitables.
Con la segunda Administración Trump, estos procesos reaccionarios han alcanzado un nivel cualitativamente nuevo. La guerra de Trump contra la ciencia y sus recortes radicales a la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, todas las siglas en inglés), incluida la eliminación de su brazo de investigación en el presupuesto fiscal de 2026, revertirán un progreso significativo en el seguimiento de las grandes tormentas. Al mismo tiempo, su administración está desmantelando la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA).
El martes, tres días antes del aniversario de Katrina, el administrador de FEMA de Trump suspendió a más de 20 empleados, que habían firmado una carta abierta al Congreso, llamada Declaración de Katrina, advirtiendo que los recortes de la administración tendrían consecuencias desastrosas.
Science News, citando los recortes en la NOAA, escribió el jueves:
En conjunto, no está del todo claro que el país esté mejor preparado para otra Katrina... El cambio climático hará que los peligros sean más frecuentes y más graves, lo que aumentará los costos de futuros desastres. El costo de los peligros relacionados con el clima para la región del golfo de México de Estados Unidos podría duplicarse para 2050, según un estudio reciente.... Los huracanes se están volviendo más peligrosos a medida que el clima de la Tierra se calienta: más grandes, más lluviosos, que penetran más hacia el interior y, cada vez más frecuentes, se intensifican de manera explosiva y rápida en grandes tormentas, alimentadas por el aumento de la temperatura del agua del océano.
En 2005, el WSWS escribió:
El establishment político y la élite corporativa han sido expuestos como en bancarrota, junto con su incesante insistencia en que el desarrollo sin restricciones del capitalismo es la solución a todos los problemas de la sociedad.
En la figura del dictador fascista en ciernes Donald Trump y su “oposición” cómplice del Partido Demócrata, esta evaluación se confirma brutalmente. La lección central de Katrina, que los requisitos básicos de la sociedad moderna son incompatibles con un sistema que subordina todo al enriquecimiento de una oligarquía financiera, ahora debe servir como punto de partida para que la clase trabajadora construya su propio movimiento revolucionario y socialista independiente contra el capitalismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 de agosto de 2025)