Mientras cada mes se destruyen miles de empleos en la industria civil alemana, el negocio de las armas genera ganancias fantásticas.
El precio de las acciones de Rheinmetall, el mayor fabricante de armas de Alemania, por ejemplo, ha aumentado casi un 2.000 por ciento desde el inicio de la guerra en Ucrania. Pasó de menos de 100 euros [US$117] antes de la guerra a alcanzar los 1.900 euros. En 2024, la empresa registró ingresos de poco menos de 10.000 millones de euros, un 36 por ciento más que el año anterior. Para el año en curso, se espera un aumento adicional del 25 al 30 por ciento en los ingresos.
Rheinmetall está expandiéndose ampliamente tanto en Alemania como internacionalmente. La empresa armamentista ya no solo produce tanques, cañones y otras armas de guerra para la preparación de conflictos, sino que ahora fabrica municiones a gran escala para librar guerras.
El 27 de agosto, el ministro de Defensa Boris Pistorius, junto con el ministro de Finanzas Lars Klingbeil, el secretario general de la OTAN Mark Rutte y el director general de Rheinmetall, Armin Papperger, inauguraron la mayor fábrica de municiones de Europa en Unterlüß, Baja Sajonia.
La construcción de la planta comenzó en febrero de 2024. Con una superficie de unos 30.000 metros cuadrados, la instalación está destinada a satisfacer una demanda de armas no vista en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Se espera que la fábrica produzca ya este año 25.000 piezas de munición de artillería. Para 2027, la producción anual debe aumentar a 350.000 proyectiles. A partir de ese año, Rheinmetall tiene como objetivo producir alrededor de 1,5 millones de proyectiles por año. Para comparar: en 2022, la empresa fabricaba poco menos de 70.000 proyectiles de artillería anualmente.
A partir de 2026, la instalación de Unterlüß también comenzará a producir motores para cohetes, con lo que Rheinmetall aspira a fabricar unos 10.000 cohetes por año.
La enorme expansión de la producción bélica no se limita a Unterlüß. Ya se ha confirmado una nueva planta de municiones en Bulgaria. En Hungría, la fábrica de municiones en sociedad que comenzó a construirse en 2022 está siendo ampliada, con el objetivo de producir munición de calibre medio y grande, incluso para el tanque Leopard 2 y el obús autopropulsado Panzerhaubitze 2000.
En 2024 se inauguró una planta de tanques en el oeste de Ucrania en colaboración con la industria de defensa ucraniana. Además de realizar reparaciones a vehículos dañados, ahora también se fabrican allí tanques como el vehículo de combate de infantería Lynx. En 2026 se inaugurará una planta de municiones en Kiev.
El objetivo es abastecer al ejército ucraniano con munición y tanques más rápidamente para infligir una derrota militar a Rusia.
En Alemania, Rheinmetall actualmente está reconvirtiendo dos de sus fábricas civiles a producción militar. Una planta en Berlín que antes producía componentes para la industria automovilística comenzó a fabricar armamento el 1 de julio. La reconversión de su planta en Neuss está en preparación.
Varias empresas alemanas del sector automovilístico y de proveedores han anunciado su traslado de la producción civil a la fabricación de armas. Volkswagen, por ejemplo, está en conversaciones con Rheinmetall para convertir su planta de Osnabrück en una instalación para la producción de tanques.
Alstom vendió recientemente la planta de Bombardier en Görlitz a la empresa armamentista KNDS. La producción, con 170 años de historia, de vagones y vehículos ferroviarios será clausurada y, en su lugar, se comenzará a fabricar equipamiento militar destinado a la guerra en Ucrania.
ZF Friedrichshafen también está ofreciendo sus instalaciones para la producción de armas y está reconvirtiendo capacidades, por ejemplo, para sistemas de propulsión militar.
Estos desarrollos no dejan dudas de que Alemania y Europa están avanzando nuevamente hacia una economía de guerra.
Según la propaganda oficial, la masiva expansión de la industria armamentista solo sirve para la defensa y la disuasión. Pero las gigantescas capacidades de producción de munición de artillería por sí solas muestran que el objetivo no es la disuasión, sino la guerra. Se está preparando al ejército alemán para poder librar una guerra contra Rusia durante años.
Regresar a las tradiciones de la economía de guerra nazi
Con esta expansión extrema de la producción de armas, Alemania está regresando a la economía de guerra nazi. Rheinmetall, entonces conocida como Rheinmetall-Borsig, obtuvo enormes beneficios bajo el régimen de Hitler, y para 1937 ya era el segundo mayor fabricante de armas del Tercer Reich.
Rheinmetall no solo continúa en términos económicos donde lo dejó su predecesora. La nueva fábrica de municiones se encuentra en el mismo terreno donde Rheinmetall-Borsig asesinó a cientos de trabajadores forzados durante la Segunda Guerra Mundial, e incluso a los recién nacidos de trabajadoras judías procedentes de campos de concentración.
Construida en 1899, la planta ya desempeñaba un papel importante en la Primera Guerra Mundial, y fue uno de los mayores productores de artillería bajo el reinado del káiser Guillermo II (1888-1918).
Durante la República de Weimar (1918-1933), la fábrica se dedicó parcialmente a la producción civil. Pero esto cambió rápidamente con la llegada al poder de los nazis en 1933. La planta de Unterlüß fue ampliada masivamente. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, volvió a convertirse en un centro clave para la producción de municiones de artillería.
En Unterlüß, Rheinmetall utilizó trabajadores forzados desde las primeras etapas de la guerra, especialmente prisioneros de guerra y civiles secuestrados de Polonia, la Unión Soviética y Francia, y más tarde también de Italia. A medida que más trabajadores alemanes eran reclutados para el frente, los prisioneros forzados —incluidas mujeres y menores— asumieron la producción. Para 1943, varios miles de trabajadores forzados ya laboraban en Unterlüß.
Las condiciones laborales y de vida eran brutales. Jornadas de 12 horas, a menudo siete días a la semana, desnutrición, enfermedades rampantes y abuso constante por parte de los guardias provocaron la muerte de incontables trabajadores.
En septiembre de 1944, las SS instalaron un campo satélite del campo de concentración de Bergen-Belsen en el terreno de la fábrica. Allí se alojó a varias centenas de mujeres y niñas judías que fueron obligadas a trabajar en condiciones extremas en la planta de municiones.
Según investigaciones actuales, se estima que entre varias decenas y más de 100 personas fueron asesinadas antes de que las prisioneras sobrevivientes fueran trasladadas al campo principal de Bergen-Belsen en abril de 1945. También existen pruebas y testimonios de que los recién nacidos fueron asesinados sistemáticamente—ya sea por privación de alimentos o por asesinatos directos cometidos por los guardias del campo.
Ahora, 80 años después, proyectiles y cohetes vuelven a salir en masa de las líneas de producción del mismo lugar, y el imperialismo alemán vuelve a prepararse para utilizarlos contra Rusia.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 5 de septiembre de 2025)