El primer ministro laborista Keir Starmer ha sido criticado de forma constante por la élite gobernante británica por no avanzar lo suficiente en los ataques contra los servicios sociales y el aumento del gasto militar.
Con Francia sumida en una crisis política provocada por recortes colosales en el gasto público, y con el Partido Laborista preparando su propio presupuesto de austeridad para noviembre, Starmer se ha visto obligado a adelantar una reestructuración de su gabinete originalmente prevista para el otoño. Su objetivo es tranquilizar a sus amos financieros y corporativos de que no se dará marcha atrás en la agenda derechista que exigen.
Se utilizó como pretexto la dimisión de Angela Rayner la semana pasada como vice primera ministra y vice líder del Partido Laborista, tras un escándalo fiscal avivado por los medios derechistas Daily Telegraph y Daily Mail .
Su salida fue un regalo político para Starmer, quien pudo reemplazar a una figura odiada por la derecha a pesar de su leal adhesión a la agenda proempresarial y militarista del laborismo. Aparte de tener un origen proletario del norte del país y una declarada aversión por los tories, Rayner lideró las únicas dos iniciativas laboristas que no eran abiertamente derechistas: un programa de construcción de viviendas y un proyecto de ley sobre “derechos laborales”.
Dos de los reemplazos de Starmer—el de Rayner como secretaria de vivienda y el de su aliado Justin Madders como ministro de derechos laborales—por fieles blairistas como Steve Reed y Kate Dearden, buscan asegurar a las finanzas y al gran capital que estas políticas concretas serán ajustadas a sus caprichos.
Pero la reestructuración va mucho más allá. Pretende convencer a la clase dominante de que el Partido Laborista llevará a cabo plenamente aquello para lo que fue colocado en el poder: una histórica reducción del gasto social y un restablecimiento del presupuesto militar a niveles no vistos desde la Guerra Fría.
Durante más de un año, el gobierno ha sido acusado de arrastrar los pies respecto al aumento del gasto militar—que está programado a subir al 3,5 por ciento del PIB, pero solo hasta 2035, tras al menos dos elecciones generales.
Starmer ha buscado apaciguar a sus críticos premiando a David Lammy, ex secretario de Relaciones Exteriores y figura clave del respaldo británico al genocidio en Gaza y a la guerra en Ucrania, con el cargo de vice primer ministro—nuevamente reemplazando a Rayner. Habiendo defendido el respaldo militar británico al criminal régimen israelí, Lammy también fue nombrado secretario de Justicia.
En el frente económico, los medios de comunicación y los empresarios reaccionaron con furia este verano ante una marcha atrás que evitó recortes de aproximadamente 1.000 millones de libras a la ayuda para calefacción durante el invierno, y también ante el abandono de recortes por £5.000 millones en prestaciones por discapacidad—una fracción de lo que reclama la banca internacional.
Starmer respondió reemplazando a la secretaria de trabajo y pensiones Liz Kendall, a pesar de contar con impecables credenciales blairistas, con un veterano derechista: Pat McFadden. El Telegraph señaló que Kendall había sido una “figura decorativa” desde que se echó atrás en el recorte de prestaciones por discapacidad y dijo, respecto a la designación de McFadden: “Starmer da señales de que recortará los beneficios sociales con un nuevo jefe de bienestar más duro”.
El secretario de Negocios Jonathon Reynolds—a quien se consideraba el único otro ministro del gabinete, además de Rayner, con vínculos con los sindicatos—fue reemplazado por Peter Kyle, descrito favorablemente por el Spectator como “un modernizador archiderechista del partido”.
Darren Jones, quien dirigió la revisión del gasto en el Ministerio de Hacienda y es descrito por el Guardian como “un reformista de estilo blairista”, fue incorporado al equipo de dirección de Starmer para dirigir la Oficina de Gabinete. Lo acompaña en el número 10 Tim Allan, exasesor de Tony Blair y ahora nuevo director de comunicaciones de Starmer.
El secretario de Salud blairista Wes Streeting permanece en su puesto y esta semana hizo su parte dejando saber al Financial Times que está considerando revivir los esquemas de construcción mediante iniciativas de financiación privada para erigir 200 nuevas clínicas, ampliando aún más la hemorragia del Servicio Nacional de Salud (NHS) a favor del lucro privado.
Durante el verano, la presión derechista sobre Starmer se canalizó mediante la promoción mediática y política universal de protestas de ultraderecha y contra solicitantes de asilo, así como de la campaña antimigrante y de “ley y orden” de Nigel Farage y su partido Reform UK. Starmer ha utilizado la reestructuración para abrazar de lleno esta agenda.
La secretaria del Interior Yvette Cooper, quien ha liderado la criminalización de la oposición al genocidio en Gaza y el aumento de redadas y deportaciones de migrantes, fue nombrada secretaria de Relaciones Exteriores en lugar de Lammy. En su lugar fue nombrada la derechista destacada Shabana Mahmood, quien ha exigido más recortes en inmigración y la deportación de solicitantes de asilo.
Lucy Powell, por su parte, fue destituida como líder de la Cámara de los Comunes después de haber sido señalada por criticar los mensajes antimigrantes encubiertos sobre las bandas de explotación sexual, a principios de año.
El primer acto significativo de Mahmood en su nuevo cargo fue supervisar el arresto de casi 900 personas en la Plaza del Parlamento de Londres el sábado pasado, durante una protesta contra la prohibición de Acción Palestina como organización terrorista.
Pronto comenzará a trabajar en el anuncio de Starmer de que el gobierno adelantará significativamente su plan para poner fin al alojamiento de solicitantes de asilo en hoteles reconvertidos, una de las principales exigencias de Reform. La propuesta que se discute es trasladarlos a cuarteles militares, como hizo el anterior gobierno conservador.
La líder tory Kemi Badenoch llegó incluso a ofrecer —en parte como una maniobra para conservar relevancia política luego de que Starmer ha impulsado con mayor eficacia la agenda de su partido que ellos mismos en sus últimos años en el poder—: “Siéntese con nosotros. Acordemos cómo reducir el gasto en bienestar. Y le ofreceré el apoyo del Partido Conservador”.
Mientras Starmer nombra un gabinete de guerra contra la clase trabajadora para enfrentar lo que el Financial Times calificó como su “mayor prueba”, “cerrar una brecha de £40.000 millones en las finanzas públicas en el presupuesto de noviembre”, lo que queda de la izquierda laborista se apresuró a reafirmar su lealtad al partido.
El nuevo partido planeado por el exlíder del laborismo Jeremy Corbyn y la diputada Zarah Sultana busca provocar deserciones del Partido Laborista. Pero el Grupo Parlamentario de Campaña Socialista aprovechó la oportunidad para insistir en su papel dentro de la “amplia iglesia” del laborismo, en palabras del exministro de Hacienda en la sombra John McDonnell. No se planteó una lucha contra el liderazgo de Starmer, sino actuar “en interés del partido, para unir al partido… y mostrar liderazgo al país”.
McDonnell todavía no está autorizado por los jefes de bancada del laborismo a sentarse como diputado del partido, luego de haber votado en contra de que el gobierno mantuviera las políticas punitivas de bienestar social de los tories. Pero todo lo que él y sus pocos aliados pidieron fue un concurso para el cargo de vice líder en el que pudieran presentarse candidatos que “reflejen todas las opiniones de los miembros del partido”. Se les negó incluso eso.

El liderazgo de Starmer exige que los candidatos potenciales para la vicepresidencia del partido obtengan el respaldo de 80 diputados laboristas, lo que prácticamente asegura la coronación de su opción preferida, Bridget Phillipson, con Lucy Powell como única alternativa real. La única candidata nominalmente de izquierda que se presentó—Bell Ribeiro-Addy, del Grupo Parlamentario de Campaña Socialista—solo logró reunir 24 apoyos entre los 399 diputados del partido, abiertamente derechista.
Downing Street ya ha declarado que Lammy permanecerá como vice primer ministro, sin importar quién resulte electo como vice líder del partido.
La negativa a permitir una elección genuina, incluso entre una membresía del partido fuertemente depurada de cualquier sentimiento vagamente izquierdista, es una muestra del nivel de brutalidad de los ataques que prepara el gabinete de Starmer.
Este es un gobierno dirigido por una camarilla derechista odiada, encabezada por un primer ministro con los índices de popularidad más bajos de cualquier dirigente del mundo occidental. Gobierna en abierta hostilidad hacia la población, en nombre de los belicistas y los ultra ricos.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 11 de septiembre de 2025)
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