La cancelación de la actuación de la Orquesta Filarmónica de Múnich en el Festival de Flandes en Gante, Bélgica, bajo la batuta de su director titular designado, Lahav Shani, ha desatado una tormenta de protestas en Alemania que no podría ser más hipócrita y deshonesta.
El ministro de Estado para la Cultura de Alemania, Wolfram Weimer, calificó la decisión como “una desgracia para Europa”, “un antisemitismo descarado” y “un ataque a los fundamentos de nuestra cultura”. El ministro de Cultura de Baviera, Markus Blume, también calificó la decisión de Gante como “un grave antisemitismo”. El editor del diario alemán F.A.Z., Jürgen Kaube, interpretó la cancelación como una prueba de que el “antisemitismo relacionado con Israel” no es una invención “para estigmatizar la crítica al gobierno de Netanyahu”, sino que realmente existe.
La administración del festival de Gante justificó la cancelación del concierto previsto para el 18 de septiembre sobre la base de que Shani también es director titular de la Orquesta Filarmónica de Israel (IPO, por sus siglas en inglés). “Lahav Shani se ha manifestado a favor de la paz y la reconciliación en múltiples ocasiones en el pasado”, explicaron en su decisión, “pero a la luz de su papel como director titular de la Orquesta Filarmónica de Israel, no podemos aportar una claridad suficiente respecto a su postura frente al régimen genocida con sede en Tel Aviv”. Por ello, en consulta con el Ayuntamiento de Gante —una alianza de liberales, socialistas y verdes—, el festival “decidió abstenerse de colaborar con socios que no se hayan distanciado de forma inequívoca de dicho régimen”.
Se puede criticar la decisión de la administración del festival. Especialmente porque, como señalan los propios organizadores, Shani “se ha pronunciado a favor de la paz y la reconciliación en varias ocasiones en el pasado”. En agosto, el director de orquesta, de 36 años, expresó su esperanza en un artículo invitado para el Süddeutsche Zeitung de que “personas realmente valientes pronto den un paso al frente de ambos lados, personas que piensen en el futuro y se atrevan a dar los pasos difíciles hacia la paz”. “Todo lo que sé es que cada vida perdida es una de más”, añadió.
Shani también ha dirigido la Orquesta del Diván de Oriente y Occidente, fundada por su mentor Daniel Barenboim, en la que tocan músicos judíos, palestinos y árabes. Su esposa, Miri Saadon, es clarinetista en dicha orquesta.
Sin embargo, la afirmación de que la decisión de los organizadores fue antisemita es una calumnia malintencionada. La dirección del festival ha declarado explícitamente que su decisión no tiene nada que ver con las opiniones personales de Shani ni con su identidad judía, sino exclusivamente con su rol como director titular de la Orquesta Filarmónica de Israel. La orquesta, como institución, no se ha distanciado claramente del gobierno israelí, “y en nuestra opinión, el genocidio no deja lugar a ambigüedades”, declaró Jan Van den Bossche, director artístico del festival.
La Orquesta Filarmónica de Israel, cuyo director musical es Shani desde 2018 —tras suceder a Zubin Mehta a la edad de 29 años—, ha sido considerada durante décadas un emblema del Estado israelí. Es totalmente legítimo que un festival musical comprometido con la creencia de que la música debe ser una fuente de conexión, reconciliación y respeto mutuo no quiera asociarse con dicho Estado.
El gobierno israelí y el ejército israelí están cometiendo crímenes contra la humanidad en Gaza que desafían toda descripción. Incluso cuando parece imposible intensificar más la violencia, continúan llevando el terror aún más lejos.
Con su ofensiva contra la Ciudad de Gaza, el ejército israelí quiere hacinar a 1,5 millones de personas en un área apenas un poco más del doble del tamaño del gueto de Varsovia, donde vivían unas 500.000 personas en su punto más alto. Y mientras que en el gueto 7 u 8 personas compartían habitaciones en edificios de varios pisos, en Gaza se pretende alojar a toda la población en el suelo, en tiendas de campaña sin instalaciones sanitarias. Por si no fuera suficiente con el asesinato en masa, el gobierno israelí se refiere a este campo de concentración como una “zona humanitaria”.
Los mismos políticos y periodistas que hoy gritan “antisemitismo” han estado persiguiendo, censurando y reprimiendo durante años a artistas, científicos, estudiantes y trabajadores que protestan contra esta injusticia asesina. Muchos han perdido sus medios de vida como resultado.
Desde la Ruhrtriennale hasta la Documenta en Kassel y la Berlinale, no existe ningún gran evento artístico que no haya sido atacado por los censores pro-Israel. El grito de guerra de “antisemitismo” se ha convertido en un arma para todos aquellos que justifican el genocidio más brutal de la historia reciente. El doble rasero y la falta de compasión humana básica que demuestran en este proceso son asombrosos.
Hace apenas tres años, el predecesor de Shani en la dirección de la Filarmónica de Múnich, el director ruso Valery Gergiev, fue despedido sin previo aviso por negarse a distanciarse por escrito del gobierno ruso.
“Gobiernos, medios de comunicación, universidades, responsables de la cultura y del deporte exigen que los artistas, científicos y deportistas rusos se opongan públicamente a su propio gobierno o serán despedidos sumariamente”, escribimos en ese momento. “A quienes imponen estas exigencias no les molesta en lo más mínimo que, al dictar la opinión, están introduciendo los mismos métodos de los que acusan al presidente ruso Vladimir Putin”.
La propaganda del establishment político y de los medios de comunicación es poderosa, pero no lo es todo. Los crímenes que el gobierno israelí está cometiendo a plena vista del público mundial han alcanzado tal magnitud que están generando un rechazo masivo por parte de miles de millones de personas. Ni siquiera las hipócritas acusaciones de antisemitismo podrán impedirlo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de septiembre de 2025)