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La visita de Estado de Trump al Reino Unido: Todo lo que brilla…

La segunda visita de Estado de Donald Trump al Reino Unido, la primera concedida a un presidente estadounidense en su segundo mandato, será un espectáculo de corrupción política, decadencia e ilusión.

Tras los muros de un palacio, o dentro de los terrenos de una residencia campestre, lejos de una población que lo desprecia, el aspirante fascista a dictador Trump será agasajado con toda la pompa que el Estado británico puede ofrecer.

Sir Keir Starmer y Donald Trump [Photo by British government / Gage Skidmore / CC BY-SA 2.0]

El evento —una grotesca celebración de la riqueza y el poder militar impulsada por un primer ministro igualmente odiado como Keir Starmer— es una provocación contra una clase obrera hundida en una crisis socioeconómica, que se ha movilizado por cientos de miles durante casi dos años para protestar contra el genocidio en Gaza del cual el presidente estadounidense es el principal patrocinador.

Trump será recibido en audiencias con el rey, la reina y los príncipes de Gales; habrá un desfile en carruaje por la finca del Castillo de Windsor con la participación del Regimiento Montado de la Guardia Real y tres bandas militares; una bienvenida ceremonial con guardia de honor; un almuerzo; visitas a la Colección Real y la tumba de la reina Isabel II; una exhibición aérea de los Red Arrows y una ceremonia militar especial conocida como Beating Retreat; además del habitual suntuoso banquete de Estado.

El jueves se trasladará a la residencia campestre del primer ministro, Chequers, donde será recibido con una guardia de honor de la base RAF Halton y gaiteros. Starmer y Trump visitarán los Archivos Winston Churchill, sostendrán un encuentro bilateral y asistirán a una recepción empresarial organizada por la canciller Rachel Reeves.

Trump viaja con su propia comitiva aristocrática, integrada por gigantes corporativos como Jensen Huang de Nvidia; Sam Altman de OpenAI; Larry Fink de la gestora de activos BlackRock; y Stephen Schwarzman, jefe del gigante de capital privado Blackstone. El director ejecutivo de Apple, Tim Cook, también podría asistir. El presidente de J.P. Morgan, Jamie Dimon, no participará por problemas de agenda.

Estas figuras estarán íntimamente involucradas en discusiones sobre acuerdos comerciales por más de 10.000 millones de dólares, según Reuters, basados en un “acuerdo comercial con tres pilares: una nueva alianza científica y tecnológica para fortalecer los sectores tecnológicos de ambos países, cooperación en energía nuclear civil y avances en cooperación tecnológica en defensa”.

El hecho de que esta corte a Trump y sus compañeros oligarcas se lleve a cabo bajo la supervisión del jefe de gobierno socialdemócrata más prominente de Europa dice mucho.

Nacido, como nunca se cansa de recordar, hijo de un fabricante de herramientas, simpatizante de Michel Pablo en la universidad e iniciado como abogado de derechos humanos en Doughty Street, el giro de Starmer hacia la derecha ha sido vertiginoso: empezó como jefe del Servicio de Fiscalía de la Corona y ahora es primer ministro del gobierno más derechista en la historia moderna del Reino Unido.

Llegó al poder con la misión declarada de mantener la “relación especial” con Estados Unidos, de la cual depende el imperialismo británico para proyectar sus intereses globales. Su servil adulación a Trump busca convencer a la Casa Blanca de que el Reino Unido sigue siendo el aliado militar más leal de América y un bastión para los intereses comerciales y políticos estadounidenses en Europa en medio de una guerra comercial en expansión.

También pretende, acompañado de promesas de gasto y despliegue militar, persuadir a Trump de mantener la implicación estadounidense en la guerra proxy de la OTAN contra Rusia en Ucrania, en la que el Reino Unido y sus aliados europeos han apostado tanto.

Este supuesto pacto se basa en una agenda política compartida, con ambos hombres actuando como representantes de la oligarquía financiera y corporativa. Trump lo hace como líder del movimiento MAGA, buscando establecer una dictadura presidencial mediante la movilización de las fuerzas armadas contra la clase obrera estadounidense.

Starmer encabeza un gobierno laborista que ha roto completamente con sus antiguas políticas reformistas, prohíbe la oposición política y corteja a la extrema derecha—tanto a nivel internacional como socio en la violencia militar imperialista de Israel, como a nivel doméstico como abanderado de una austeridad brutal y una caza de brujas contra migrantes y refugiados que refleja las redadas del ICE de Trump.

Pero esta no es una reunión entre iguales, y Starmer tiene mucho que temer de su relación con Trump.

Ya enfrenta una enorme oposición política dentro de la clase obrera británica contra el presidente estadounidense, lo que requiere una visita cuidadosamente gestionada y limitada, moviéndose de un palacio a una casa de campo y evitando cualquier contacto con el público.

Sin embargo, tras haber extendido la invitación a Trump en febrero—cuando aún podía jactarse de ser un “ganador” y un aliado útil—Starmer se reunirá con el presidente estadounidense en medio de una crisis política tan grave que los días del líder laborista como primer ministro comienzan a contarse en meses, no en años.

Por sus esfuerzos, Starmer y su equipo de liderazgo ahora temen ser abandonados en favor de aliados naturales de Trump en la derecha política británica. Esperan entre bastidores Nigel Farage, cuyo Reform UK lleva una ventaja de 10 puntos sobre los laboristas, y una periferia de extrema derecha que ve en la agenda MAGA de Trump y su papel como arquitecto del asesinato en masa de los palestinos una inspiración para sus propias fantasías nacionalistas de restauración del imperio británico.

El sábado, la manifestación “Unite the Kingdom” con más de 100.000 personas se movilizó con demandas de expulsión masiva de migrantes, convertidos en chivos expiatorios del creciente empobrecimiento y el colapso de los servicios sociales. La manifestación fue ferozmente hostil a Starmer, a pesar de que su gobierno prometió “detener los botes”, abrir campos de concentración de facto en cuarteles militares y almacenes, y acelerar las deportaciones.

A Elon Musk se le dio un lugar de honor en una entrevista satelital con el organizador de la manifestación del sábado, Tommy Robinson, durante la cual pidió el derrocamiento violento del gobierno de Starmer. Esto se centró en la campaña encabezada por Trump culpando a la “izquierda” por el asesinato del provocador fascista Charlie Kirk y llamando a un pogromo político.

Tommy Robinson habla durante la marcha y mitin de Unite the Kingdom cerca del Parlamento en Londres, el 13 de septiembre de 2025 [AP Photo/Joanna Chan]

Trump y Musk tuvieron una espectacular caída, pero el gobierno laborista teme, con razón, que si las relaciones se deterioran aún más, la próxima manifestación ultraderechista podría contar con el respaldo explícito de la Casa Blanca.

Los asesores de Trump ya dejaron en claro que lo confrontará por sus ataques a la libertad de expresión—pero no en referencia a los arrestos masivos de manifestantes contra el genocidio, sino a la censura de comentarios definidos como discurso de odio en redes sociales, denunciados por Musk, Mark Zuckerberg y otros oligarcas partidarios de Trump, así como por su base fascista más amplia.

La reacción de la mayoría de trabajadores y jóvenes en Gran Bretaña ante estos acontecimientos será de repulsión, al ver millones gastados en el transcurso de dos días para entretener a un criminal de guerra por pedido de su socio en el crimen. Las ceremonias monárquicas de los próximos dos días son totalmente apropiadas si se considera que ninguno de los dos líderes goza de la más mínima legitimidad democrática y ambos gobiernan y actúan únicamente al servicio de los súper ricos, las corporaciones y los bancos.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 16 de septiembre de 2025)

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