Partidarios fascistas del exdictador Augusto Pinochet aparecen como favoritos para ganar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales programadas para noviembre y diciembre en Chile. Jeannette Jara, candidata de la coalición oficialista de falsa izquierda compuesta por el Partido Comunista, el Frente Amplio y el Partido Socialista, registra apenas un 30 por ciento de intención de voto. Si bien las encuestas chilenas suelen carecer de fiabilidad por su sesgo hacia la derecha, estos resultados constituyen una condena al gobierno del presidente Gabriel Boric, cuyo “progresismo” no ha hecho más que afianzar la extrema desigualdad social histórica del país y reforzar tendencias autoritarias.
El capital financiero global ha dejado en claro que su resultado preferido es la victoria de la reacción política. El índice bursátil IPSA de Chile ha mantenido una tendencia alcista durante este año como respuesta a las proyecciones de triunfo de la oposición derechista, superando en septiembre los 9.000 puntos por primera vez en su historia.
Este mes, JP Morgan reportó que la probable victoria de la oposición “parece haber sido uno de los impulsores del buen desempeño del mercado en las últimas semanas y podría generar un mayor optimismo en Chile”. Agrega que este optimismo aumentaría si la derecha ganara el control del Congreso: “Esto se debe a que, en tal escenario, las políticas macroeconómicas ortodoxas presentadas por los dos principales candidatos de derecha probablemente tendrían menores riesgos de ejecución e implementación”.
Por políticas macroeconómicas ortodoxas, el gigante financiero se refiere a recortes drásticos al gasto público, despidos masivos en el sector público, congelamiento de salarios, recortes de impuestos a los más ricos, eliminación de protecciones ambientales para acelerar proyectos mineros y otras inversiones, y la imposición de decretos de emergencia con el ejército patrullando las calles, al estilo de Donald J. Trump o Javier Milei en Argentina. Esto es precisamente lo que prometen los tres candidatos de la ultraderecha: Evelyn Matthei de Chile Vamos, José Antonio Kast del Partido Republicano y Johannes Kaiser del Partido Libertario Nacional.
La derecha ha recibido vientos de cola desde la elección de Trump, quien, desde su llegada a la Casa Blanca a principios de este año, ha lanzado una contrarrevolución violenta contra la clase obrera y una declaración de guerra al mundo. La destrucción de principios constitucionales y democráticos fundamentales por parte del presidente estadounidense, mientras toda la oligarquía se orienta hacia la dictadura, ha envalentonado a las fuerzas políticas más autoritarias surgidas de la clase dominante chilena venal y reaccionaria.
Escoria humana al servicio del capitalismo y el imperialismo, desde oscurantistas del Opus Dei y evangelistas hasta golpistas, libertarios, fascistas y neonazis, estas fuerzas se han unido para presentar como candidatos a los descendientes de asesinos de masas y criminales de guerra en las elecciones presidenciales de 2025.
Evelyn Matthei, hija de un general de la junta militar
La candidata de la coalición de extrema derecha Chile Vamos es Evelyn Matthei, septuagenaria hija del difunto general Fernando Matthei, quien en 1978 se integró a la junta militar de Pinochet tras la destitución del general Gustavo Leigh. En el momento del golpe, Matthei dirigía la Academia de Guerra Aérea (AGA), la cual se convirtió en centro de detención, tortura y ejecución.
En 2017, la organización de derechos humanos Corporación Humanas presentó una querella acusando a Matthei de los delitos de secuestro, tortura y violencia sexual cometidos contra Carmen Gloria Díaz, una militante de 19 años del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Díaz fue secuestrada en diciembre de 1974 y mantenida cautiva durante dos semanas en la AGA, donde sufrió violación, descargas eléctricas en sus genitales y otras formas atroces de tortura.
En un comunicado emitido en 2017, Corporación Humanas explicó que “la violencia sexual contra mujeres detenidas fue una práctica generalizada y sistemática durante la dictadura cívico-militar en Chile… La desnudez forzada, la violación en grupo o por animales, la violencia contra mujeres embarazadas y los abortos forzados son algunas de las prácticas perpetradas contra mujeres en casi todos los centros de tortura”.
En otro caso, Sergio Barbo, del medio brasileño Agência Pública, accedió a documentos desclasificados recientemente que mostraban que el Instituto Butantan, un centro brasileño de investigación biofarmacéutica, suministró toxinas botulínicas —un arma biológica tan potente que solo 75 nanogramos bastan para matar a una persona— a la dictadura chilena, la cual las utilizó en experimentos sobre prisioneros políticos del MIR en 1981. El vínculo con el instituto se estableció mediante una misión secreta encabezada por Matthei y otros mandos militares como parte del programa de guerra biológica del régimen de Pinochet conocido como Proyecto Andrea.
La muerte por envenenamiento fue solo uno de los métodos utilizados por las dictaduras militares del cono sur para eliminar a sus opositores, entre cuyas víctimas envenenadas se incluyen Pablo Neruda, Frei Montalva, João Goulart y Carlos Lacerda.
Matthei murió en 2017 sin haber sido enjuiciado por su implicación en la dictadura militar ni por sus crímenes. Su hija inició su carrera política hacia la extrema derecha a través de Renovación Nacional (RN), fundada en 1987 por Sergio Onofre Jarpa, vocero parlamentario de organizaciones fascistas paramilitares. La trayectoria de Jarpa se remonta a los años 50, cuando los nazis chilenos y nacionalsindicalistas de los años 30 y 40 se reconvirtieron en frentes parlamentarios “respetables”. Se afilió al Partido Agrario Laborista, luego fundó Acción Nacional y posteriormente el Partido Nacional, manteniendo vivas desde la clandestinidad a sus tropas de choque terroristas, reactivadas a fines de los años 60 ante la oleada revolucionaria internacional que llevó al poder al gobierno reformista encabezado por Salvador Allende en 1970.
Cuando se produjo el golpe de Estado respaldado por el imperialismo en 1973, estas fuerzas se integraron de forma natural a la junta militar.
Matthei renunció a RN en 1992 en medio de un escándalo de escuchas telefónicas que la involucró con Sebastián Piñera. Posteriormente se acercó a la UDI, aún más pinochetista. Se unió formalmente a sus filas en 1999, en medio del arresto de Pinochet en Londres por crímenes de lesa humanidad. En ese entonces, mientras Matthei y su entorno exigían su liberación agresivamente, fue el plan conjunto de la coalición Partido Socialista–Democracia Cristiana con el gobierno de Tony Blair el que permitió su retorno a Chile, escudado en un inverosímil informe médico que lo declaró no apto para ser juzgado.
Con la vuelta al régimen civil, los medios de comunicación corporativos e internacionales ayudaron a ocultar los orígenes y la naturaleza de estos partidos de extrema derecha, calificándolos de “derecha tradicional”, “liberal-conservadora” o “centro-derecha”, en oposición a las sucesivas administraciones de la Concertación que profundizaron las políticas económicas neoliberales del pinochetismo entre 1991 y 2010.
Un giro notable hacia la derecha en todo el espectro político se produjo tras la victoria de Trump en 2016, que coincidió con una profundización de la crisis social, económica y política, así como con un resurgimiento internacional de la lucha de clases contra la desigualdad, que en Chile estalló con las protestas masivas de octubre de 2019.
José Antonio Kast, hijo de un oficial nazi
Este giro a la derecha fue encabezado por José Antonio Kast, el candidato fascista que compite en los comicios de este año.
Kast es una figura central del Foro de Madrid, organización internacional anticomunista fundada por Santiago Abascal, líder del partido fascista español Vox. El grupo agrupa a los personajes más reaccionarios de América Latina y Europa, como Eduardo Bolsonaro (Brasil), Keiko Fujimori (Perú), Javier Milei y Victoria Villarruel (Argentina), María Corina Machado (Venezuela) y la primera ministra italiana Giorgia Meloni.
Kast es hijo del oficial nazi de la Wehrmacht Michael Kast, uno de los muchos nazis que se refugiaron en Chile y América Latina a través de las rutas de escape desde Europa al ser derrotados por el Ejército Rojo.
Junto con Walter Rauff, burócrata de las SS responsable de las furgonetas de gas móviles que asesinaron a cientos de miles de judíos del este europeo, y Paul Schäfer, cabo nazi y líder de una secta evangelista prófugo por abuso sexual infantil, los Kast recibieron con entusiasmo el golpe militar de 1973 respaldado por Estados Unidos, colaborando activamente con el régimen en la detención masiva, tortura y desaparición de opositores.
Según un reporte republicado por Resumen en agosto pasado, el hermano de José Antonio, Christian, “participó en interrogatorios en Paine después del golpe de Estado de 1973”, mientras que su otro hermano Miguel “además de sus cargos como secretario de Estado y en el Banco Central, fue asesor de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional, la Gestapo chilena)”… Resumen explica que “diversos testimonios indican que los líderes campesinos encarcelados eran trasladados en camiones de ‘Baviera’, una empresa fundada por la familia Kast en Paine, a los campos de exterminio” del régimen.
José Antonio Kast fue elegido diputado en 2001 por la UDI, pero después de 16 años renunció argumentando que el partido era demasiado centrista. En 2018 fundó Acción Republicana, cambiando el nombre a Partido Republicano en 2019 en homenaje a Donald J. Trump. Se postuló a la presidencia en 2017 exigiendo la expulsión inmediata de inmigrantes indocumentados y una cruzada militar por el “orden público”. Redobló la apuesta en 2021, prometiendo gobernar por decreto de emergencia desde el primer día.
Kast perdió ambas votaciones presidenciales, pero su programa autoritario marcó la agenda de los últimos dos gobiernos. Esto se debe a que, entre ambas elecciones, la clase dominante chilena y sus sirvientes parlamentarios enfrentaron las históricas manifestaciones anticaptalistas de 2019 protagonizadas por millones de jóvenes, trabajadores y sectores de clase media, que pusieron en jaque al régimen capitalista. Como explicó recientemente el World Socialist Web Site:
Esta movilización masiva, parte de una erupción de luchas de la clase trabajadora a nivel mundial, fue expresión de una oposición reprimida durante décadas a las políticas de libre mercado impuestas por la junta militar e intensificadas por las administraciones de centroizquierda y derecha tras la transición a la llamada “democracia”… El sentimiento de los millones que participaron era explícitamente anticapitalista, y se había venido gestando durante décadas en forma de grandes protestas contra el sistema educativo privatizado, el sistema de salud segregado, las míseras pensiones privadas, y un sinfín de agravios sociales. El carácter explosivo del movimiento también respondió a la violencia de un aparato estatal asesino e impune, jamás responsabilizado por los innumerables crímenes cometidos durante los 17 años de dictadura de Pinochet, ni mucho menos por los crímenes cometidos durante el régimen civil.
El difunto expresidente Sebastián Piñera (2018-2022) respondió declarando la “guerra” a la población, desplegando al ejército y acelerando una batería de leyes represivas. El resto de su mandato consistió en una dura represión, estigmatización de los estudiantes como delincuentes y criminalización de toda expresión de oposición social, acompañada de una campaña xenófoba infame que culpaba a migrantes empobrecidos y a comunidades indígenas mapuche de una supuesta ola de delincuencia que azotaba al país.
Piñera solo pudo implementar dicha agenda gracias a que el Partido Comunista estalinista, el Frente Amplio de Boric y sus satélites morenistas trabajaron arduamente para sofocar la situación revolucionaria latente surgida en 2019, con cínicas promesas de reformas sociales si eran elegidos. Estas resultaron ser una burda mentira para el conjunto de la población, pero especialmente para la juventud, los enfermos, los ancianos, los migrantes y las comunidades indígenas, que constituyen los sectores más oprimidos y vulnerables de la clase obrera.
Todas las “reformas insignia” del gobierno de falsa izquierda son tan miserables que no sacan a nadie de la pobreza, y mucho menos redistribuyen la riqueza: el aumento del salario mínimo mensual a 530.000 pesos (aproximadamente US$554 a valor actual) continúa por debajo del umbral de pobreza; la reforma previsional y el aumento de la Pensión Garantizada Universal (PGU) a apenas 250.000 pesos (US$261) solo estará disponible para mayores de 82 años, y el resto de mayores de 65 a 81 años la recibirán en un plazo de 10 años. Estas “reformas” son anuladas por tres años de austeridad fiscal, en medio de un aumento del costo de vida y con una tasa oficial de desempleo del 9 por ciento y una tasa de desocupación juvenil del 22,3 por ciento.
Otra reforma supuestamente emblemática, “Copago Cero” (gratuita en ciertos procedimientos dentro del sistema público), se ha convertido en una burla cruel. Casi 2,7 millones de personas esperaban atención médica en el sistema público en el primer trimestre de 2025, un aumento del 8 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior y un récord absoluto; el tiempo promedio de espera para cirugías fuera del sistema GES era de 422 días. A causa de estas listas de espera escandalosas, murieron 44.000 personas en listas del sistema de salud público solo en el primer año de gestión de Boric. En 2023 murieron 34.500 personas y 36.260 habían fallecido hasta septiembre de 2024.
El Gobierno de Boric será recordado por haber desplegado al ejército contra la población civil más veces que cualquier administración civil desde el fin de la dictadura, atacando específicamente a migrantes y comunidades indígenas, y fortaleciendo al Estado hasta niveles sin precedentes en los últimos 35 años.
La traición a las aspiraciones de vastos sectores de la población que enfrentan condiciones de grave precariedad ha contribuido a un ambiente donde prosperan los sentimientos más reaccionarios y retrógrados, fortaleciendo tendencias ultranacionalistas, militaristas y xenófobas.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de septiembre de 2025)
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