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Decenas de miles marchan en toda Italia contra el genocidio en Gaza

Manifestantes con una pancarta que dice “genocidio”, en Roma, lunes 22 de septiembre de 2025, durante una protesta nacional y huelga general contra la guerra en Gaza. [AP Photo/Alessandra Tarantino]

El lunes 22 de septiembre, decenas de miles de trabajadores y jóvenes italianos protagonizaron una de las mayores manifestaciones en Europa contra la guerra respaldada por EE.UU. que libra Israel en Gaza. Las protestas y acciones de huelga, coordinadas bajo el lema “Blocchiamo tutto” (“Bloqueémoslo todo”), estallaron en más de 75 ciudades italianas, cerrando escuelas, paralizando las redes de transporte y bloqueando puertos estratégicos.

Las manifestaciones, entre las más potentes en Italia en décadas, expresaron la profunda y creciente indignación de los trabajadores y jóvenes ante el genocidio en Gaza y la clara complicidad del Estado italiano, la Unión Europea y Estados Unidos. También revelaron el inmenso potencial de un movimiento que podría desarrollarse en una contraofensiva internacional de la clase obrera contra la guerra, el fascismo y el sistema capitalista que los engendra.

En Milán, más de 50.000 personas se congregaron en el centro de la ciudad, ondeando banderas palestinas, encendiendo bengalas y coreando “Palestina libre”. Más de 20.000 se reunieron en Roma, convergiendo en la Piazza dei Cinquecento tras partir de diversos barrios de la capital en marchas más pequeñas. En Bolonia, Turín, Nápoles, Palermo, Bari, Florencia, Venecia y decenas de municipios más pequeños, las multitudes ocuparon plazas y avenidas, paralizando el tránsito y alterando el comercio.

La magnitud de las manifestaciones fue sin precedentes. En Génova y Livorno, los estibadores bloquearon puertos importantes, denunciando el papel de Italia en la facilitación del envío de armas a Israel. En Rávena, días antes, los trabajadores portuarios obligaron al alcalde Alessandro Barattoni a bloquear el tránsito de dos contenedores de explosivos con destino a Haifa, tras revelar su contenido. Estas acciones muestran la creciente centralidad de los puertos —arterias del comercio mundial— en una confrontación en desarrollo contra la guerra imperialista.

Los estudiantes y jóvenes desempeñaron un papel decisivo. En Roma, alumnos de secundaria bloquearon calles cercanas al Coliseo y se reunieron en Largo Preneste y Piazza Annibaliano antes de sumarse a la marcha principal. En la escuela primaria Aldo Fabrizi, los niños exhibieron banderas de la paz y barquitos de papel en honor a los niños de Gaza. En la Universidad La Sapienza, los activistas ocuparon los accesos, coreando “Bloqueemos la universidad”, mientras profesoras y profesores exigían cortar vínculos con instituciones israelíes y con la industria armamentista.

Las y los manifestantes rechazaron firmemente los intentos de equiparar la solidaridad con Palestina con el antisemitismo. Alessandra, estudiante en Roma, explicó: “Esto no significa que seamos antijudíos o antisemitas, y estamos cansados de que los medios y los políticos jueguen con eso. Simplemente significa que estamos contra un gobierno que está cometiendo un genocidio mientras la comunidad internacional mira hacia otro lado”. Este sentimiento fue compartido en todas las marchas, en las que participaron numerosas organizaciones judías.

La respuesta del Estado: criminalización y represión

Pese al carácter abrumadoramente pacífico de las movilizaciones, el gobierno y los medios aprovecharon enfrentamientos limitados en Milán para criminalizar todo el movimiento. Manifestantes encapuchados atacaron la estación central con piedras y bengalas. La policía respondió con gas pimienta; en Bolonia se utilizaron cañones de agua. Dada la importancia política del momento, es muy probable que agentes provocadores de la policía hayan estado involucrados en estos incidentes.

La primera ministra Giorgia Meloni condenó de inmediato las protestas. “La violencia y la destrucción no tienen nada que ver con la solidaridad y no cambiarán en nada la vida de las personas en Gaza”, declaró. Sus palabras sintetizan el cinismo de un gobierno que, mientras se presenta como defensor del “orden”, apoya la masacre del pueblo palestino y protege a Israel de rendir cuentas.

El ministro de Transporte Matteo Salvini desestimó el movimiento como una “movilización de la extrema izquierda”, repitiendo la retórica de Donald Trump contra los manifestantes en Estados Unidos. El ministro del Interior Matteo Piantedosi afirmó que había habido “un ataque deliberado contra la policía”. El ministro de Relaciones Exteriores, Antonio Tajani, sentenció: “No es con la violencia como se ayuda a la población civil palestina”. El alcalde milanés del Partido Democrático (PD), Giuseppe Sala, condenó el “vandalismo” y afirmó que “no encuentra ninguna justificación”.

Estas denuncias orquestadas revelan la unidad de la clase dominante italiana—desde los fascistas hasta los demócratas—en la defensa tanto de la política genocida de Israel como del papel indispensable de Italia dentro del aparato militar de la OTAN.

Estibadores a la vanguardia

Las acciones de las y los estibadores en Génova colocaron una vez más a la clase obrera en el centro de la oposición a la guerra. En las últimas semanas, impidieron que el buque saudí Bahri Yanbu cargara material militar. En un acto masivo celebrado en Génova el mes pasado, el Colectivo Autónomo de Estibadores (CALP) expresó su solidaridad con la Flotilla Global Sumud, que partió con ayuda humanitaria para Gaza.

Uno de los oradores advirtió: “Si perdemos el contacto con nuestros barcos incluso por solo 20 minutos, bloquearemos toda Europa. Desde el puerto de Génova no saldrá más nada.” Esta afirmación señala el potencial de una red internacional de trabajadoras y trabajadores capaz de paralizar la maquinaria bélica del imperialismo bajo control obrero.

Las acciones de las y los estibadores desafían la “ley anti-Gandhi” que Meloni impuso en junio de 2024, diseñada para criminalizar formas de interrupción pública, incluida la obstrucción de puertos.

La hipocresía de los demócratas, la pseudoizquierda y los sindicatos

Previsiblemente, el Partido Democrático trató de posicionarse en ambos lados. La secretaria del PD, Elly Schlein, condenó a las y los manifestantes en Milán, afirmando: “No tengo dificultad en condenar la devastación de la estación y las lesiones a los oficiales. Siempre hemos condenado toda forma de violencia política porque nunca la consideramos justificable”. Sin embargo, presionada por los estibadores, pidió hipócritamente “un embargo total de armas hacia y desde Israel”.

Esta pose del PD no es más que un intento de control de daños. Ha apoyado constantemente la integración del imperialismo italiano a la OTAN, el despliegue de armas y tropas en los Balcanes, Libia y Ucrania, y la utilización de puertos y bases italianas por parte de EE.UU. e Israel. Su crítica sin reservas a la “violencia” contra bienes materiales, mientras se desarrolla un genocidio en Gaza, los expone como cínicos defensores del statu quo.

Detrás del apoyo bipartidista a la guerra yace la fusión del Estado italiano con el complejo militar-industrial. Leonardo S.p.A., principal fabricante de armas del país, tiene un 30 por ciento de propiedad estatal. El gobierno posee “poderes dorados” para intervenir en los sectores estratégicos de defensa y nombra a las cúpulas de dirección. Fincantieri, Avio y Officina Stellare están igualmente integradas en el aparato de producción bélica. Entre sus principales inversores se encuentran gigantes de las finanzas globales como BlackRock, Vanguard y Capital Research and Management.

Ya sea bajo los fascistas de Meloni o los demócratas del PD, el Estado italiano ha garantizado el flujo de armas hacia Israel y la OTAN, lucrando con la muerte masiva en el extranjero. El gobierno permitió a EE.UU. utilizar bases italianas para el tránsito de armamento, un mecanismo completamente respaldado por el PD y sus aliados, incluidos los sindicatos. La defensa de estos vastos intereses explica por qué todos los sectores de la clase dominante—de Salvini a Schlein—se unen para difamar y reprimir a quienes se manifiestan.

Aunque las protestas revelaron una enorme indignación y combatividad, fueron sistemáticamente contenidas por los sindicatos y las organizaciones pseudoizquierdistas. El 19 de septiembre, la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), el mayor sindicato del país, convocó una huelga de cuatro horas seguida por protestas en muchas ciudades y pueblos, en un intento por anticiparse y desinflar la protesta más grande anunciada tres días después.

Repitiendo la posición hipócrita de países imperialistas como el Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal, los dirigentes sindicales italianos apelaron al gobierno fascista de Meloni para que reconozca al Estado palestino.

Al apelar a los fascistas para que reconozcan a Palestina, o para que impongan un “embargo de armas”, estas fuerzas fomentan la ilusión de que el Estado capitalista—instrumento mismo de la guerra—puede ser presionado para revertir el curso. Su orientación nacionalista no apunta a movilizar a la clase obrera de manera independiente, sino a mantener el control y canalizar la oposición hacia los cauces seguros de la política parlamentaria y la burocracia sindical.

Hacia una lucha internacional

Las protestas del 22 de septiembre demostraron que la oposición al genocidio está profundamente arraigada en la clase obrera en Europa y a nivel internacional. La extrema derecha, tanto en Italia como en Estados Unidos, no ha ascendido por su propia fuerza, sino por la cobardía y la colaboración de la “oposición” burguesa. Al reprimir la resistencia de la clase trabajadora, los socialdemócratas, los sindicatos y la pseudoizquierda han creado el peligro real de un ascenso fascista.

Es posible un giro decisivo, pero solo si los trabajadores organizan sus luchas de forma independiente de todas las instituciones que defienden el sistema capitalista y la guerra imperialista, construyendo comités de base controlados democráticamente por los propios trabajadores en cada fábrica, puerto y centro de trabajo. Estos comités deben discutir y preparar acciones comunes para defender a la clase obrera de la explotación y la austeridad, y unir sus luchas internacionalmente contra la guerra imperialista y el fascismo.

La erupción en Italia forma parte de un proceso más amplio de oposición a todos los partidos burgueses que exigen que sean los trabajadores quienes paguen el costo del rearme y de una guerra mundial en expansión por la conquista imperialista, desde Gaza e Irán hasta Rusia y China.

El futuro de este movimiento depende de clarificar sus objetivos, romper con el corsé de las burocracias sindicales y la política parlamentaria, y avanzar con una perspectiva socialista internacionalista consciente, basada en la construcción de comités de base independientes. Solo sobre esta base podrá desarrollarse el inmenso poder demostrado en las calles y puertos de Italia en una fuerza capaz de detener la guerra y poner fin al sistema capitalista que la engendra.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de septiembre de 2025)

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