Las protestas a nivel nacional del 10 y el 18 de septiembre confirmaron la profunda oposición de la clase trabajadora al régimen de Macron y su programa de austeridad y guerra. Francia está sumida en una crisis presupuestaria histórica, con la caída del gobierno de Bayrou, un gasto militar en alza y un rápido deterioro de las condiciones de vida. Cientos de miles de trabajadores, jóvenes y activistas han expresado su indignación mediante huelgas y bloqueos de infraestructura.
La cuestión decisiva es: ¿cómo puede transformarse esta indignación en una fuerza consciente y organizada capaz de romper el poder de la oligarquía capitalista? En un artículo del 10 de septiembre, “Al borde del colapso: ¿La Quinta República en crisis terminal?”, el grupo morenista Révolution Permanente (RP) intenta responder a esta pregunta. Pero lejos de ofrecer una orientación revolucionaria, RP busca desorientar a la clase trabajadora, ocultando las verdaderas tareas políticas que enfrenta tras llamamientos vacíos a una “huelga general” sin contenido ni perspectiva internacional.
La preparación de una huelga general requiere la construcción de comités de base dentro de la clase trabajadora, completamente por fuera del marco del sistema político actual, para librar la lucha de clases. Sólo tales organizaciones pueden romper el debilitante control de las burocracias sindicales sobre la lucha de la clase obrera, vincular las luchas obreras en Francia con las que tienen lugar internacionalmente y abrir un camino a la lucha revolucionaria por el poder obrero y el socialismo.
En contraste, el miembro de RP Juan Chingo afirma: “Para darle la vuelta a la situación y construir un movimiento capaz de enfrentarse al régimen, tendremos que construir la huelga desde abajo buscando desarrollar la autoorganización, ampliar las asambleas generales más allá de un estrecho círculo de militantes y concebirlas como un lugar de debate democrático sobre el rumbo del movimiento. Así que, si bien debemos exigir a nuestras organizaciones sindicales que elaboren un verdadero plan de batalla, no podemos dejar la lucha en manos de los burócratas sindicales”.
Este pasaje resume la política de RP: critican verbalmente a la burocracia sindical mientras se niegan a llamar a romper con ella. Detrás de la retórica sobre la “autoorganización”, RP en realidad intenta limitar las luchas de los trabajadores a presionar a las burocracias sindicales existentes. La “huelga general” que propone se limita al marco nacional y está concebida solamente como una palanca para negociar con el Estado capitalista, no como instrumento para luchar por la revolución socialista.
Pero la crisis actual no se limita a Francia. Es europea e internacional. Las deudas nacionales están explotando, la OTAN intensifica sus planes de guerra contra Rusia y China, y en todas partes la burguesía prepara masivos ataques sociales contra los trabajadores. En este contexto, limitar la lucha a exigir “planes de batalla” a las burocracias sindicales significa condenar a la clase trabajadora a nuevas derrotas.
El papel de RP en la lucha de 2023 contra la reforma de las pensiones de Macron ilustra este hecho. En ese momento, millones de trabajadores querían paralizar la economía y derribar a Macron. Pero la Intersyndicale (Intersindical) —la alianza de todos los sindicatos encabezada por la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), socialdemócrata, y la Confederación General del Trabajo (CGT), estalinista— estranguló el movimiento. Se negó a convocar huelgas indefinidas y finalmente las canceló por completo.
RP hoy reconoce esto. Chingo escribe: “En 2023, la batalla por las pensiones fue dirigida de principio a fin por una Intersyndicale que tomó sus decisiones en reuniones opacas, sin respeto alguno por las aspiraciones de las bases, subordinándose en última instancia a la estrategia de respetabilidad promovida por la dirección de la CFDT. Esta debilidad en la autoorganización impidió el despliegue de fuerzas que habrían hecho posible ampliar el movimiento”.
Pero al hacer esta observación, RP se niega a sacar la conclusión necesaria: que los trabajadores tenían que romper con la Intersindical y construir comités de base independientes en oposición frontal a la burocracia.
Por el contrario, en el momento decisivo de la lucha de 2023, Chingo afirmó: “La situación no es revolucionaria, coincido con ese análisis. El desarrollo de la huelga general y de la autoorganización de las masas apuntan hacia un mismo horizonte: el desarrollo de un auténtico contrapoder frente al poder de la burguesía”.
En otras palabras, mientras los trabajadores querían un enfrentamiento directo con Macron, RP negaba la situación objetivamente revolucionaria. Su perspectiva no era alentar a las masas en la senda de la lucha por el poder obrero contra el Estado burgués. Más bien, buscaba establecer un vago “contrapoder” dentro del régimen burgués, destinado a presionarlo.
RP escribió en ese momento: “El movimiento podría beneficiarse si se reconecta con lo mejor de la tradición revolucionaria jacobina o, mejor aún, con la de la [Comuna de París de 1871], con el fin de desarrollar elementos de un programa democrático, como la creación de una Asamblea única, legislativa y ejecutiva a la vez… Todo esto ayudaría al movimiento de masas a realizar una experiencia con la democracia representativa burguesa y a desarrollar la conciencia de la autoorganización, que en mi opinión es la única perspectiva democrática viable”.
Así, RP no propuso una lucha por el poder obrero y el socialismo, sino una “experiencia” con la democracia burguesa, es decir, reciclar el parlamentarismo capitalista con un lenguaje pseudoradical.
RP intensificó la confusión al afirmar que los trabajadores deben concluir de la Comuna de París —el primer Estado obrero del mundo— que deben apreciar “la democracia representativa burguesa”. Esto es exactamente lo opuesto a la enseñanza que debe sacar la clase trabajadora de la experiencia de la Comuna. Ésta fue masacrada por el ejército de la Tercera República “representativa burguesa” durante la Semana Sangrienta del 21 al 28 de mayo de 1871.
Una ofensiva política implacable por el poder obrero es la única manera de evitar el desastre en crisis históricas como las de 1871 y la actual. Esta es la lección clave que extrajeron los marxistas de la masacre de la Comuna, lo que ayudó a preparar políticamente a los bolcheviques para la Revolución de Octubre en Rusia. Pero Révolution Permanente, a pesar de su nombre, está diametralmente opuesto a una estrategia política bolchevique.
RP mantiene hoy la misma orientación pequeñoburguesa que tenía en 2023. Su discurso sobre la “autoorganización” y las “huelgas desde abajo” oculta su negativa a enfrentar las cuestiones centrales: la naturaleza del Estado capitalista, la necesidad de organizar a los trabajadores independientemente de las burocracias sindicales que son pilares de este sistema, y la necesidad de una estrategia revolucionaria internacional.
A pesar de los llamamientos a “bloquearlo todo”, RP limita conscientemente la lucha al ámbito nacional francés. Pero la actual crisis no puede resolverse a nivel nacional. Los planes de austeridad dictados por la Unión Europea, las guerras planificadas por la OTAN, y la especulación financiera de los bancos sólo pueden combatirse mediante una movilización internacional de la clase trabajadora.
La línea de RP, detrás de sus frases “combativas”, sigue siendo nacionalista y limitada a llamamientos para reformar el moribundo sistema capitalista. Busca canalizar la ira social hacia las burocracias sindicales u organizaciones aliadas de la pequeña burguesía, mientras evita cuidadosamente todo llamamiento a la expropiación del capital o a la toma del poder por la clase obrera.
La crisis actual plantea a los trabajadores dos perspectivas: o la burguesía impone una dictadura para aplastar la oposición social, o los trabajadores construyen una organización revolucionaria capaz de derrocar el capitalismo.
Esto significa romper con la dirección sindical y con sus aliados políticos, incluido RP. Estas direcciones no son instrumentos “neutrales” que se puedan presionar para que luchen. Están integradas en el Estado, que las financia para mantener el orden social y sofocar cualquier protesta real. Los trabajadores no pueden pedirles un “plan de batalla”. Deben tomar en sus propias manos la organización de sus luchas.
La tarea central es construir comités de base independientes en los lugares de trabajo, universidades y barrios obreros para coordinar huelgas y movilizaciones por fuera del control de la burocracia. Estos comités deben unirse internacionalmente mediante la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB) para preparar una respuesta mundial a la austeridad y la guerra.
Sólo sobre esta base podrá desarrollarse una lucha revolucionaria contra Macron, la UE y la OTAN. La organización política que debe proporcionar esta dirección en Francia no es Révolution Permanente, que es hostil a toda perspectiva trotskista, sino el Partido Socialista por la Igualdad, la sección francesa del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de septiembre de 2025)
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