“No estamos en guerra, pero tampoco estamos en paz”, dijo el canciller Friedrich Merz el lunes en un evento organizado por el Rheinische Post en Düsseldorf.
Estas palabras, pronunciadas por el jefe de gobierno de la tercera economía más grande del mundo, deben entenderse no como una advertencia, sino como una declaración de guerra. Desde hace semanas, altos representantes políticos de Alemania y otras potencias europeas han intensificado su propaganda bélica contra Rusia y transformado al mar Báltico en un futuro teatro de operaciones militares.
Incidentes que anteriormente se resolvían mediante protestas diplomáticas —como la supuesta violación del espacio aéreo polaco por aviones de combate rusos sobre las aguas del Báltico o la aparición de drones de origen desconocido sobre Dinamarca— están sirviendo como pretexto para una escalada retórica y militar contra Rusia.
“Rusia se está convirtiendo cada vez más en un peligro para la OTAN”, afirmó el fin de semana pasado el ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, en el Foro de Seguridad de Varsovia ante 2.500 participantes de alto nivel provenientes de 90 países. Según él, el presidente ruso Putin busca provocar a la OTAN y sondear sus vulnerabilidades. Lo que se necesita, dijo, es unidad, claridad en la acción y cooperación.
El ministro de Relaciones Exteriores alemán Johann Wadephul afirmó, sin la menor prueba, que las violaciones del espacio aéreo de la OTAN por parte de Moscú “no son errores, sino ataques deliberados en la zona gris” con el propósito de “poner a prueba nuestra determinación”. “No dejamos lugar a dudas de que estamos decididos y preparados para rechazar cualquier amenaza en conjunto”, recalcó.
Otros políticos de alto rango, como el portavoz de política exterior de la CDU/CSU y miembro de la ejecutiva de la CDU, Jürgen Hardt, y el ministro de Estado en la Cancillería para Asuntos Europeos Florian Hahn (CSU), ya están pidiendo “responder a toda violación militar de fronteras con medios militares”, así como el “derribo de cazas rusos sobre territorio de la OTAN”, lo que conduciría a una guerra abierta con una Rusia dotada de armas nucleares.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, incluso ha propuesto un bloqueo naval contra Rusia. Afirma que Rusia utiliza sus petroleros para hacer volar drones en el espacio aéreo de estados miembros de la OTAN. Por lo tanto, dice, Europa tiene el derecho de cerrar las rutas marítimas a los buques rusos.
El primer ministro polaco, Donald Tusk, también pidió unidad frente a la “agresión rusa”. “Esta guerra es también nuestra guerra”, declaró en el Foro de Seguridad de Varsovia. Según él, la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania forma parte de un proyecto político destinado a subyugar a otros pueblos. “Si perdemos esta guerra, las consecuencias afectarán no solo a nuestra generación, sino también a la siguiente, en Polonia, Europa, Estados Unidos y en el mundo entero”.
En Polonia reina actualmente una verdadera histeria de guerra, alimentada por el gobierno. El programa “Polonia segura”, una iniciativa conjunta de la emisora pública TVP y el gobierno, ofrece consejos cada mañana de 9 a 12 sobre cómo actuar en caso de guerra. Las mochilas de supervivencia con raciones especiales, bebidas energéticas en polvo, filtros de agua, linternas, brújulas y otros objetos para sobrevivir a tiempos de guerra están agotadas. Con un presupuesto militar del 4,7 por ciento del PIB, Polonia ocupa el primer lugar en Europa.
La campaña de guerra contra Rusia va de la mano con una aceleración del rearme y la transformación del mar Báltico en zona de conflicto. Alemania desempeña en esto un papel central. Créditos de guerra por un billón de euros, aprobados por el nuevo gobierno, no solo están destinados a reabastecer reservas de armamento y municiones y adaptar la infraestructura alemana para la guerra, sino también a reorganizar la Bundeswehr (fuerzas armadas) y orientarla hacia una guerra contra Rusia.
El historiador militar Sönke Neitzel, una de las voces más destacadas del militarismo alemán en los últimos años, publicó un artículo programático en el Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) el fin de semana bajo el titular “Liberar la Bundeswehr”. Citando al general Scharnhorst —quien reorganizó al ejército prusiano tras sus derrotas ante las fuerzas napoleónicas— Neitzel exige una “reforma profunda” y un “cambio cultural” dentro de la Bundeswehr.
En lugar de una “cultura de deliberación excesiva, cautela y demoras deliberadas”, debería imponerse el “principio probado de toma de decisiones rápida y autónoma”. Todos los procesos deben “orientarse hacia resultados militares tangibles en la misión principal”. Se debe recompensar “el mejor resultado militar posible”, escribe Neitzel.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, impulsa la creación de un “muro de drones” contra Rusia, iniciativa respaldada por los Estados bálticos. La UE tiene previsto destinar miles de millones de euros a este objetivo. Según resume la FAZ el pensamiento de la UE: la guerra del futuro “ya no puede librarse con las armas del pasado: tanques, artillería pesada, aviones de combate… El uso de drones lo ha cambiado todo”.
El plan cuenta con el respaldo del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y del comandante supremo aliado en Europa, el general Alexus Grynkewich. El político de defensa de la CDU, Roderich Kiesewetter, incluso propone declarar formalmente el estado de tensión para agilizar la adquisición de drones y otros armamentos y otorgar más opciones a la Bundeswehr para contrarrestar los drones sobre Alemania.
En el mar Báltico, los ejercicios militares de la OTAN contra Rusia se suceden uno tras otro. En el ejercicio Quadriga, actualmente en marcha, 8.000 soldados alemanes y 400 efectivos de otros países de la OTAN ensayan el “despliegue a gran escala de fuerzas” hacia Lituania. Se practica todo: desde la participación de agencias civiles y transporte por carretera, ferrocarril y mar, hasta operaciones de combate y sabotaje.
Como parte de la Operación Centinela del Este, comenzada el 12 de septiembre, la OTAN ha intensificado el control del espacio aéreo sobre el mar Báltico y otros países del flanco oriental de la alianza. Alemania, Francia, Dinamarca y el Reino Unido han enviado aviones de combate adicionales para este fin.
Incluso se están desplegando unidades militares para supuestos fines civiles. Por ejemplo, la armada alemana envió la fragata Hamburgo a Copenhague para proteger de drones rusos una cumbre informal de la UE.
La acumulación de fuerzas de guerra contra Rusia no tiene nada que ver con la “defensa”. La afirmación de que Rusia desea subyugar militarmente a toda Europa es propaganda, comparable a las narrativas que prepararon la Primera y la Segunda Guerra Mundial. La guerra de Moscú contra Ucrania es una respuesta reaccionaria al cerco de la OTAN, que el régimen de Putin percibió como una amenaza existencial. Incapaz de apelar a las masas ucranianas, el régimen oligárquico del Kremlin confió en forzar un retroceso de la OTAN mediante una “operación militar especial”, una catastrófica equivocación.
La verdadera fuerza impulsora detrás de la ofensiva contra Rusia es la profunda crisis del capitalismo global. Como en la primera mitad del siglo XX, las potencias imperialistas intentan resolver esta crisis mediante la guerra y la dictadura. En Estados Unidos, el presidente Trump está estableciendo una dictadura policíaco-militar, jurando lealtad al “líder” por parte del ejército y amenazando al mundo entero con aranceles punitivos y la fuerza militar.
Alemania y las potencias europeas siguen el mismo camino. Con el control de Ucrania y una ofensiva contra Rusia, Alemania persigue los mismos objetivos imperialistas expansionistas que en la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
En varias apariciones recientes ante asociaciones empresariales, el canciller Merz ha recalcado que el rearme no solo sirve para la ofensiva contra Rusia, sino que también pretende permitir que el imperialismo alemán persiga sus propios intereses independientemente de Estados Unidos. Su mensaje fue que la relación entre la UE y Alemania con EE. UU. seguirá siendo difícil a largo plazo. “Debemos lograr en Europa una mayor independencia de Rusia, de China y también, efectivamente, de América”, dijo hace una semana en un evento de la asociación de la industria química VCI en Berlín.
El viernes, Merz volvió a criticar duramente a Estados Unidos en un evento del Grupo Schwarz. Con una fortuna de casi 50.000 millones de dólares, Dieter Schwarz es considerado el hombre más rico de Alemania. Hizo su fortuna gracias a las cadenas minoristas Lidl y Kaufland, pero el Grupo Schwarz también está activo desde hace años en el sector de las tecnologías de la información. Schwarz Digits está trabajando en la creación de una “nube soberana para Europa” para hacer al continente independiente de los proveedores de nube estadounidenses.
Merz comparte ese objetivo. Así como Trump gusta de aparecer en compañía de multimillonarios estadounidenses, Merz busca la cercanía con los oligarcas alemanes. Invitó a Gerd Chrzanowski, jefe del Grupo Schwarz, como orador invitado al primer retiro a puerta cerrada de la coalición gobernante, actualmente en marcha en la Villa Borsig de Berlín.
La alianza de guerra imperialista entre el gobierno y los oligarcas solo puede ser detenida por un movimiento internacional de la clase trabajadora, que es quien está soportando los costos de la guerra y el militarismo. Ese movimiento debe vincular la lucha contra la guerra, la dictadura, los recortes sociales, el desempleo y el nacionalismo con una perspectiva socialista para derrocar al capitalismo. Esa es la lucha del Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad) y de la Cuarta Internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de octubre de 2025)
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