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Perspectiva

Dos años del genocidio de Gaza: un crimen del sionismo y el imperialismo

Palestinos desplazados dejan el norte de Gaza con sus pertenencias a lo largo de la ruta costera hacia el sur de Gaza, 9 de septiembre de 2025, después de que el ejército israelí emitiera órdenes de evacuación en la Ciudad de Gaza. [AP Photo/Jehad Alshrafi]

Hoy se cumplen dos años desde el comienzo del genocidio de Israel en Gaza, uno de los mayores crímenes de la era moderna. Ante los ojos del mundo entero, el Gobierno israelí, armado, financiado y defendido por todas las potencias imperialistas, ha llevado a cabo una campaña de asesinatos en masa, limpieza étnica y hambruna deliberada. Al menos 67.000 palestinos han sido asesinados, incluidos 20.000 niños, y toda la población ha sido desplazada repetidamente.

Para lanzar este genocidio largamente planeado, Israel utilizó como pretexto los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023, en los que unos cuantos miles de combatientes con armas pequeñas, que no poseían vehículos blindados ni aviones, cruzaron la frontera israelí sin resistencia. Afirmar que Israel, con una de las redes de inteligencia más sofisticadas del mundo, fue tomado completamente por sorpresa por unos pocos miles de combatientes de Hamás es una mentira despreciable.

Como lo han demostrado los acontecimientos de los últimos dos años, los asesinatos de líderes extranjeros, oficiales militares y científicos por parte de Israel, la inteligencia israelí ha penetrado en todos los Estados y movimientos de la región. De hecho, a los pocos meses de los ataques del 7 de octubre, los periódicos revelaron que Israel poseía todo el plan de batalla de Hamás, pero orquestó una retirada deliberada de sus tropas estacionadas en la frontera.

El genocidio que siguió fue el resultado premeditado de 75 años de opresión brutal, la implementación de la “solución final” al problema palestino. Ha expuesto ante el mundo entero el carácter en bancarrota y reaccionario del sionismo. El Estado de Israel ha demostrado ser un instrumento del imperialismo para matar.

Si bien ha ocurrido a manos de Israel, el genocidio ha sido una operación conjunta del imperialismo mundial. Todos los Gobiernos imperialistas, desde Washington hasta Londres, París y Berlín, junto con todos los medios de comunicación, justificaron el asalto israelí a Gaza. Se adoptó un espantoso doble rasero, en el que se justificaba cualquier acto de asesinato en masa por parte de Israel, que ocupa ilegalmente Gaza, mientras que cualquier esfuerzo de resistencia por parte de los palestinos era demonizado como “terrorismo”.

Toda oposición al Estado israelí fue calumniada como “antisemitismo”, en lo que el WSWS denominó “inversión semántica”, en el que “una palabra se utiliza de una manera y dentro de un contexto que es exactamente lo contrario de su significado real y largamente aceptado”. Este se convirtió en el marco de un asalto brutal y creciente a los derechos democráticos, en el que se ha criminalizado la oposición al genocidio. El intento de equiparar la oposición al genocidio con el odio a los judíos es, en cualquier caso, negado por el papel prominente desempeñado por los judíos de todo el mundo en las manifestaciones masivas. 

Estados Unidos ha sido el principal proveedor de armas de Israel, enviando cantidades ilimitadas de equipo militar para alimentar la masacre. Pero Alemania, Francia, Reino Unido y otros han contribuido con su parte al baño de sangre. Además, todos han comprado miles de millones en bonos del Gobierno israelí para ayudar a financiar la maquinaria militar asesina que también armaron.

Subrayando el hecho de que estos crímenes han sido facilitados por las principales potencias norteamericanas y europeas, al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se le permitió defender sus acciones desde el podio de las Naciones Unidas el mes pasado, a pesar de que una orden de arresto en su contra por crímenes de guerra está pendiente.

Los imperialistas respaldan el genocidio como un componente central de su campaña para asegurar su control sobre la región rica en petróleo de Oriente Próximo, que a su vez forma parte de la erupción global de una guerra imperialista contra Rusia y China. Su apoyo al genocidio ha demostrado que están dispuestos a recurrir a todos y cada uno de los medios para asegurarse el acceso a los mercados, las materias primas, la mano de obra y la influencia geoestratégica.

Este saqueo imperialista ha culminado en el plan de “paz” de Trump, que propone robar a los palestinos todos sus derechos mediante la creación de un protectorado neocolonial bajo el control del aspirante a Führer de Estados Unidos y su capataz, el criminal de guerra no acusado Tony Blair. Si Hamás acepta en acuerdo propuesto por Trump, los palestinos serán expulsados para dar paso a un corredor comercial controlado por Estados Unidos a través de Oriente Próximo. Si se niegan, Israel obtendrá luz verde para masacrar a los palestinos restantes en masa.

Los regímenes nacionalistas burgueses de Oriente Próximo han desempeñado un papel particularmente repugnante en este proceso. Toda la historia del siglo XX ha demostrado la incapacidad de cualquier forma de nacionalismo para garantizar los derechos democráticos y sociales de la clase trabajadora. El papel despreciable de estos Gobiernos culminó con su adopción del plan de “paz” promovido por Trump, que repudia por completo el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación.

El genocidio en Gaza ha provocado una repulsión y oposición masivas en todo el mundo. En los últimos dos años, cientos de millones de personas han participado en manifestaciones en todos los continentes, desde Europa y América hasta Oriente Próximo, África y Asia. El plan de Trump de convertir la región en un feudo estadounidense sobre los huesos de los palestinos, y la violenta interceptación por parte de Israel de la flotilla humanitaria Sumud, ha provocado una nueva y más amplia ola de protestas.

En los últimos días, millones de personas han llenado las calles de Italia, España, Países Bajos, India, Pakistán, Malasia, Colombia y Argentina. En Italia, la acción iniciada por los trabajadores portuarios, que se negaron a cargar armas para Israel, desencadenó una huelga general de un día de más de 2 millones de trabajadores y una marcha de un millón de personas en Roma. Aunque todavía limitadas por las burocracias sindicales y las apelaciones al Gobierno de Meloni, estas acciones apuntan al inmenso poder potencial de la clase obrera internacional para detener el genocidio.

Una jornada de huelga ha estremecido a la aliada más cercana de Trump en Europa. Un movimiento industrial y político organizado y global de la clase trabajadora podría detener la máquina de guerra imperialista. Nada menos que un movimiento internacional de masas de trabajadores puede poner fin al genocidio y bloquear el impulso del imperialismo estadounidense a buscar la hegemonía desde Gaza hasta una guerra más amplia dirigida a Irán, Rusia y, en última instancia, China.

El desarrollo de la oposición al genocidio debe guiarse por una comprensión de las lecciones políticas de los últimos dos años. La lección central es la bancarrota total de todos los llamamientos a los Gobiernos de las potencias imperialistas. No son los instrumentos para detener el genocidio, sino sus perpetradores y facilitadores.

La perspectiva de una solución de dos Estados ha fracasado. Solo la unificación de todos los pueblos de Oriente Próximo puede conducir a un futuro viable. El Estado de Israel ha demostrado ser una monstruosidad histórica, conduciendo a la desmoralización y la degradación. La clase obrera israelí debe repudiar la ideología y la política venenosas del sionismo, rechazar la distopía reaccionaria de un “Estado judío” y luchar por la unidad de los trabajadores israelíes y palestinos en la lucha por la Federación Socialista Unida de Oriente Próximo.

En una conferencia pronunciada el 24 de octubre de 2023, tres semanas después del comienzo del genocidio, el presidente del Consejo Editorial Internacional del WSWS, David North, explicó:

En última instancia, la liberación del pueblo palestino solo puede lograrse mediante una lucha unificada de la clase trabajadora árabe y judía contra el régimen sionista, y contra los regímenes capitalistas traidores de Irán y los países árabes, y su reemplazo con una unión de repúblicas socialistas de todo Oriente Próximo y, de hecho, de todo el mundo.

Se trata de una tarea gigantesca. Pero es la única perspectiva que se basa en una apreciación correcta de la etapa actual de la historia mundial, las contradicciones y la crisis del capitalismo mundial, y la dinámica de la lucha de clases internacional. Las guerras en Gaza y en Ucrania son trágicas demostraciones del papel catastrófico y de las consecuencias de los programas nacionales en una época histórica cuyas características esenciales y decisivas son la primacía de la economía mundial, el carácter globalmente integrado de las fuerzas productivas del capitalismo y, por tanto, la necesidad de arraigar la lucha de la clase obrera en una estrategia internacional.

Dos años después, hay signos crecientes de un resurgimiento global de las luchas obreras. El impulso de la Administración de Trump para establecer una dictadura presidencial la está llevando a un conflicto frontal con la clase trabajadora en los Estados Unidos, a pesar de todos los esfuerzos de los demócratas para sembrar la complacencia y la pasividad. El presidente Macron en Francia no puede formar un Gobierno estable, en medio de una oposición masiva a sus demandas de austeridad para costear la remilitarización. Starmer en Reino Unido y Merz en Alemania no tienen ningún apoyo popular.

A nivel internacional, ha habido una explosión de luchas populares antigubernamentales, lideradas por la “Generación Z”, en Kenia, Nepal, Indonesia, Filipinas, Marruecos y Madagascar.

El desarrollo de esta oposición en líneas revolucionarias requiere que los trabajadores se liberen del control de las burocracias socialdemócratas, estalinistas y sindicales, junto con sus defensores de pseudoizquierda, que trabajan para contener y disipar la oposición. Esto requiere construir nuevas organizaciones democráticas de lucha de clases (comités de base en cada lugar de trabajo y vecindario) para coordinar y liderar una ofensiva internacional unificada de la clase trabajadora.

Los trabajadores, estudiantes, jóvenes y todos los opositores del sionismo y el imperialismo deben luchar por:

  • Un cese inmediato de todos los envíos de armas a Israel;
  • Un boicot integral de todas las actividades comerciales y económicas con Israel;
  • El enjuiciamiento de todas las corporaciones estadounidenses, europeas y de otro tipo que ayudan a Israel a llevar a cabo el genocidio.
  • La detención de funcionarios israelíes por crímenes de guerra;
  • El fin de la represión estatal de los manifestantes contra el genocidio y la derogación de todas las leyes contra las manifestaciones;
  • Entrega inmediata y sin obstáculos de ayuda humanitaria a Gaza por todas las rutas disponibles.

Estas demandas deben estar a la cabeza del movimiento más amplio que ya se está desarrollando en la clase trabajadora a nivel internacional. Los mismos Gobiernos que envían armas a Israel están erigiendo formas dictatoriales de gobierno en casa para suprimir la oposición al dominio oligárquico, el empobrecimiento masivo y el impulso a la guerra mundial.

El genocidio en Gaza ha puesto al descubierto el callejón sin salida histórico del propio sistema capitalista. La “normalización” del genocidio es producto de un sistema que ha agotado cualquier rol progresista. Se acompaña de la normalización del fascismo, de la dictadura militar-policial, de la guerra mundial y del régimen oligárquico. 

La perspectiva que debe guiar a la clase obrera es la teoría de la revolución permanente de Trotsky. Las aspiraciones democráticas y sociales de los oprimidos solo pueden lograrse a través de la movilización política independiente de la clase trabajadora, a escala mundial, para la conquista del poder.

La tarea crítica es la construcción de una nueva dirección revolucionaria para guiar esta lucha. El Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) y sus secciones, los Partidos Socialistas por la Igualdad, luchan por unir a los trabajadores y los jóvenes a través de todas las fronteras en un solo movimiento contra el capitalismo, por el establecimiento de Gobiernos obreros y la reorganización socialista de la economía mundial para satisfacer las necesidades humanas, no el lucro privado.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 6 de octubre de 2025)

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