Al dirigirse a la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York el 25 de septiembre, el presidente de Sri Lanka, Anura Kumara Dissanayake, adoptó de forma ridícula la pose de luchador contra la pobreza y defensor de la paz mundial.
Más allá de sus afirmaciones falsas, el contenido del discurso de Dissanayake fue una reafirmación de la subordinación de su gobierno a las potencias imperialistas, en particular a Estados Unidos, y su respaldo al régimen criminal israelí.
La aparición de Dissanayake en la Asamblea General de la ONU fue su primera visita a Estados Unidos desde que asumió el cargo hace un año como jefe de la administración del Janatha Vimukthi Peramuna (JVP)/Poder Popular Nacional (NPP). Claramente ansioso por tomarse una foto con el presidente estadounidense, lo hizo incluso mientras Trump movilizaba ilegalmente tropas federales en Washington y profundizaba la ofensiva del gobierno contra los derechos democráticos básicos.
El presidente de Sri Lanka dijo ante la Asamblea General que la pobreza es “una tragedia tan antigua como la civilización humana, [y] ha acompañado a la humanidad en su recorrido a través del tiempo”. Cínicamente, hizo un llamado a los diplomáticos presentes para “prestar especial atención a erradicar la pobreza extrema”.
Las declaraciones de Dissanayake fueron un patético intento de encubrir la realidad de que la pobreza en Sri Lanka ha empeorado dramáticamente bajo las medidas de austeridad impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), iniciadas por el gobierno de Wickremesinghe y ahora expandidas por su propia administración del JVP/NPP.
Desde el incumplimiento del pago de la deuda de Sri Lanka en 2022, los salarios reales han caído un 14 por ciento en el sector privado y un asombroso 24 por ciento en el sector público. Además, el programa de privatizaciones de Dissanayake eliminará decenas de miles de empleos en el sector estatal. Al mismo tiempo, el gobierno ha recortado los fondos para salud, educación y otros servicios esenciales, llevando a la clase trabajadora a condiciones de vida intolerables.
Más de la mitad de la población de la isla lucha por satisfacer sus necesidades básicas. Según las cifras más recientes del Banco Mundial, el 22 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza y otro 10 por ciento se encuentra apenas por encima de ella.
Mientras las masas de Sri Lanka enfrentan una miseria creciente, las grandes corporaciones están reportando ganancias en aumento. Hace solo unos días, el Índice General de Precios de las Acciones de la Bolsa de Colombo alcanzó un récord histórico de 22.000 puntos.
Pero para Dissanayake, la pobreza y la desigualdad social extrema —ahora en niveles históricos tanto en Sri Lanka como a nivel global— no son el resultado de la explotación capitalista y la propiedad privada de los medios de producción, sino una característica permanente de la civilización humana.
Según los poderes imperialistas y sus gobiernos títeres reunidos en la Asamblea General —quienes hablan en nombre de sus respectivas burguesías nacionales—, deben mágicamente transformarse en filántropos para “erradicar” la pobreza. Dissanayake y su gobierno JVP/NPP comparten los mismos temores que todos los presentes en la Asamblea General: que la profunda brecha entre ricos y pobres estalle en luchas de masas contra el sistema de lucro capitalista que todos ellos defienden.
Dissanayake dijo ante la Asamblea General que los votantes de Sri Lanka habían respaldado el manifiesto electoral de su partido: “Una Nación Próspera, una Vida Hermosa”. Pero la campaña del JVP/NPP, que contenía una serie de promesas vacías para mejorar las condiciones de vida, fue un paquete de mentiras.
Tras asumir el cargo, Dissanayake abandonó las vacuas promesas de su partido y comenzó a implementar con brutalidad las medidas de austeridad del FMI.
El gasto en salud se ha reducido de 410.000 millones de rupias en 2024 a 383.000 millones en 2025, asegurando que la población de Sri Lanka siga enfrentando una grave escasez de medicamentos, personal médico, equipamiento y un sistema hospitalario público en deterioro.
De igual manera, la educación pública está severamente subfinanciada, con una escasez crónica de docentes e instalaciones inadecuadas.
Totalmente comprometido con las medidas de austeridad del FMI, el gobierno del JVP/NPP ha impuesto una serie de otras medidas sociales represivas, incluyendo altos impuestos sobre bienes esenciales, recortes de subsidios estatales y la corporativización, privatización o cierre de empresas públicas, lo cual está resultando en despidos masivos y el desmantelamiento de salarios y condiciones laborales conquistadas con ardua lucha.
Durante su campaña electoral, el JVP/NPP prometió abolir la Ley de Prevención del Terrorismo (PTA, por sus siglas en inglés), pero el gobierno de Dissanayake ha utilizado esta represiva legislación contra trabajadores de la Junta de Electricidad de Ceilán que luchan por defender sus empleos y condiciones, así como contra activistas que se oponen al genocidio israelí. También ordenó el despliegue del ejército para romper una huelga nacional de los trabajadores postales.
Un representante destacado del JVP y su agenda supremacista cingalesa-budista desde finales de los años 80, Dissanayake respaldó sin reservas la guerra comunal de casi tres décadas lanzada por Colombo contra los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE). No obstante, de forma cínica se dirigió a la Asamblea General diciendo: “Creo que debemos despertar nuestras conciencias para oponernos al racismo y al extremismo religioso en defensa de los derechos humanos y las libertades”.
Durante su campaña electoral, Dissanayake hizo promesas demagógicas a la comunidad tamil del norte y este del país, afirmando que promovería la armonía racial y que devolvería las tierras confiscadas durante la guerra civil—y actualmente ocupadas por el ejército—a sus propietarios originales. Estas promesas fueron desechadas tras la llegada al poder del JVP/NPP, y la ocupación militar del norte y este dominados por tamiles continúa.
El JVP/NPP insiste en que el ejército de Sri Lanka no cometió crímenes de guerra durante el conflicto de casi tres décadas. Su canciller declaró recientemente ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que el gobierno del JVP/NPP se opone a cualquier investigación internacional sobre las acciones del ejército durante la guerra.
Dissanayake también lamentó la muerte de decenas de millones de personas por la falta de atención médica mientras “se gastan cientos de millones en guerras inútiles” y “cientos de miles de niños tienen negado el derecho a la educación, mientras se gastan millones en invadir las tierras de otros”.
Dissanayake no mencionó a ningún gobierno o dirigente político específico durante su anodina lamentación, pero instó a los diplomáticos presentes a comprometerse a “no llevar al mundo a otro desastre” y a aspirar a hacer del mundo un mejor lugar para la próxima generación.
Esta postura es un fraude. De hecho, el gobierno de Sri Lanka está integrándose con los preparativos de guerra del imperialismo estadounidense contra China. Dissanayake ha recibido en Colombo a numerosos altos funcionarios de Estados Unidos e India, incluyendo al almirante Steve Koehler, comandante de la Flota del Pacífico de EE.UU., y a Donald Lu, subsecretario de Estado para Asia del Sur y Central. En abril, durante la visita del primer ministro indio Narendra Modi a Colombo, el gobierno del JVP/NPP firmó el primer acuerdo formal de defensa con India.
En cuanto a la guerra de limpieza étnica emprendida por Israel contra los palestinos en Gaza, Dissanayake se mantuvo alineado con la línea política pro-Israel y pro-EE.UU. de su régimen. Rehusó pronunciar las palabras “genocidio” o “limpieza étnica” durante su discurso, y en su lugar pidió reconocer igualmente las supuestas “preocupaciones legales, de seguridad y humanitarias” de Israel y del pueblo palestino, promoviendo la reaccionaria y fracasada solución de dos Estados.
Cuando decenas de diplomáticos abandonaron la sala en protesta durante el discurso fascistizante del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ante la Asamblea General, un miembro de la delegación de Sri Lanka permaneció sentado junto a la delegación estadounidense, en una clara señal de apoyo a Washington y su agenda militarista en el Medio Oriente.
Lenin calificó acertadamente a la predecesora de la ONU, la Sociedad de Naciones, como una “cocina de ladrones”, señalando que servía de plataforma para que las potencias imperialistas y sus lacayos promovieran sus objetivos geopolíticos. El discurso de Dissanayake fue otra demostración de que su gobierno servirá a estos intereses.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 9 de octubre de 2025)