De acuerdo con su decimoquinto plan quinquenal, cuyos lineamientos fueron aprobados en el cuarto pleno del Comité Central del Partido Comunista de China celebrado esta semana, el país buscará intensificar su desarrollo tecnológico y volverse cada vez más “autosuficiente” en este ámbito.
El énfasis puesto en el plan en el desarrollo futuro de “alta calidad” provocará más contramedidas por parte de Estados Unidos, que considera los avances tecnológicos de China—en particular en nuevos campos como la inteligencia artificial (IA)—como una amenaza existencial a su dominio global.
El comunicado del cuarto pleno señaló que China buscará “modernizar las industrias tradicionales, así como fomentar, fortalecer y expandir las industrias emergentes y del futuro”.
Indicó que China debe “lograr una mayor autosuficiencia y fortaleza en ciencia y tecnología y orientar el desarrollo de nuevas fuerzas productivas de calidad”, y aprovechar la “oportunidad histórica que presenta la nueva ronda de transformación industrial para reforzar la fuerza de China”.
No se publicaron detalles específicos—eso no sucederá hasta la próxima Asamblea Nacional Popular en marzo del próximo año—pero sin duda implicará mayores gastos estatales e iniciativas del gobierno.
Según Julian Evans-Pritchard, de la firma de investigación Capital Economics, citado por el Wall Street Journal (WSJ): “Hay pocas señales de que los funcionarios estén echándose atrás en cuanto a la política industrial. Si acaso, el equilibrio que la dirección intenta establecer entre las fuerzas del mercado y la intervención del Estado sigue inclinándose hacia esta última”.
Otra analista citada por el WSJ, Katja Drinhausen del Instituto Mercator de Estudios de China con sede en Alemania, señaló que cuando China anunció por primera vez sus planes para dominar áreas económicas clave y tecnologías de punta, estos fueron descartados como mera “retórica del partido” sin mayor peso.
“Pero la última década y media ha demostrado que estos planes tienen poder, especialmente si se combinan con inversiones, recursos e incentivos, y que esta fórmula ha dado resultados”.
Sin embargo, el camino no está exento de dificultades. El giro hacia el desarrollo de “nuevas fuerzas productivas de calidad”, iniciado hace dos años, ha provocado una sobrecapacidad industrial, guerras de precios en los productos industriales, deflación y márgenes de ganancia más bajos en un proceso descrito por la dirección del partido como “involución”.
Estos problemas se reflejan en la economía interna. Datos publicados en vísperas del pleno del Comité Central mostraron que la economía creció a su ritmo más lento en un año. El crecimiento interanual del PIB fue del 4,8 por ciento, en comparación con un 5,2 por ciento en el segundo trimestre.
La Oficina Nacional de Estadísticas señaló que el crecimiento del tercer trimestre sentó una “base sólida” para alcanzar el objetivo oficial del año de “alrededor del 5 por ciento”. Sin embargo, como destacó un informe de Bloomberg, ese crecimiento fue impulsado por un auge exportador que “enmascara vulnerabilidades más profundas”.
China ha sido golpeada por los aranceles impuestos por Trump, con una caída del 27 por ciento en las exportaciones hacia EE.UU. en septiembre. Pero las exportaciones al resto del mundo están en auge gracias a la deflación interna. En septiembre, las exportaciones totales de China ascendieron a 328.600 millones de dólares, el ritmo más alto en seis meses.
El superávit comercial en bienes ha aumentado un 12,4 por ciento en los últimos tres meses en comparación con el mismo periodo del año anterior, y se espera que el superávit comercial alcance el billón de dólares, marcando un nuevo récord histórico.
La relación entre la economía interna y las exportaciones fue destacada por Christopher Beddor, subdirector de investigación de China en Gavekal Dragonomics, en declaraciones al New York Times .
“A medida que empeora la situación interna, sus exportaciones se vuelven más competitivas. En resumen, entre el shock deflacionario y la depreciación de la moneda, las exportaciones chinas se están volviendo mecánicamente mucho más competitivas frente a muchos otros países”.
China depende cada vez más de los mercados exteriores para absorber su producción industrial. Las exportaciones netas representaron el 6,2 por ciento del PIB en el tercer trimestre. Aunque esta cifra es ligeramente inferior al récord del 6,4 por ciento del segundo trimestre, sigue siendo el porcentaje más alto desde 2014.
Pero el auge exportador chino está empujando a otros países, incluso en el sudeste asiático, a considerar imponer restricciones.
El más reciente borrador del plan quinquenal aprobado por el pleno hace referencia a la necesidad de expandir la demanda interna, mejorar el nivel de vida y aumentar el consumo, pero es poco probable que se impulsen medidas importantes. Las iniciativas pasadas para estimular el consumo han sido limitadas y han tenido escasos resultados, como lo reflejan los datos más recientes.
Las cifras mostraron que el crecimiento nominal—es decir, sin ajuste por inflación—fue de solo 3,7 por ciento en el tercer trimestre. Esto significa que, en general, los precios medidos por el deflactor del PIB cayeron por décimo trimestre consecutivo, el periodo de deflación más prolongado en la historia reciente.
La continua caída del mercado inmobiliario sigue lastrando la economía interna. Los precios de los apartamentos han bajado hasta un 40 por ciento desde su punto máximo en 2021, y hay una contracción en los sectores de bienes raíces y construcción. En el pasado, este sector representaba hasta una cuarta parte de la economía china.
Las autoridades de los gobiernos locales, responsables de gran parte del gasto en infraestructura, también se han visto afectadas, ya que su modelo de crecimiento ha quedado prácticamente destruido. Anteriormente podían financiarse vendiendo terrenos para su desarrollo y usando esos fondos para proyectos locales y algunos servicios sociales.
En un resumen de las medidas que considera necesarias, un grupo de economistas del banco de inversión Société Générale sostuvo que el gobierno central necesita “un sistema fiscal que incentive efectivamente el consumo mientras aborda el déficit fiscal de los gobiernos locales provocado por la caída en los ingresos por venta de tierras”.
Pero, con base en los datos publicados hasta ahora, ese no parece ser el caso. El WSJ señaló que el plan quinquenal de China solo “hace referencias superficiales a las prioridades”, mientras que economistas occidentales y funcionarios estadounidenses han pedido “en particular, un impulso al consumo como forma de reducir la dependencia del crecimiento basado en las exportaciones”.
Resumiendo la situación económica, el comunicado del pleno señaló que China se enfrenta a una “etapa donde coexisten oportunidades estratégicas con riesgos y desafíos, y donde aumentan los factores inciertos e impredecibles”.
Como se ha vuelto obligatorio, el documento insistió en la necesidad de “implementar plenamente el Pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas en la nueva era”.
Esta frase puede tener un significado aún mayor dado el reciente proceso de depuración organizado por Xi. En los días previos a la reunión, el número dos del Ejército Popular de Liberación, He Weidong, fue destituido, junto con otros ocho altos comandantes. Fue la primera vez en seis décadas que se destituye a un líder militar de tan alto rango.
La purga fue aún más profunda. Según cálculos del WSJ, la reunión del Comité Central fue una de las más pequeñas en décadas, con casi una sexta parte de los miembros elegidos hace tres años ausentes esta semana.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 24 de octubre de 2025)
