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Perspectiva

Las amenazas de Trump sobre los cupones de alimentos: un arma en la guerra de clases

El presidente Donald Trump en el Despacho Oval, Casa Blanca, 21 de octubre de 2025, Washington D.C. [AP Photo/Manuel Balce Ceneta]

La declaración del Gobierno de Trump de que permitirá que expire el financiamiento de los cupones de alimentos el 1 de noviembre al menos que los demócratas se rindan y pongan fin al cierre del Gobierno es un acto burdamente cruel. Decenas de millones de estadounidenses podrían pasar hambre el mes del Día de Acción de Gracias, mientras la oligarquía detrás de Trump celebra los niveles récord de sus acciones.

La semana pasada, el Departamento de Agricultura anunció que no recurrirá a las reservas de emergencia de $6 mil millones para continuar el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP, por sus siglas en inglés), el principal programa federal de ayuda alimentaria.

El Gobierno de Trump está utilizando la vida de 42 millones de personas que dependen de SNAP como chantaje político. Dos tercios de los beneficiarios viven en hogares con niños. Se estima que el programa sacó a 3 millones de personas de la pobreza en 2023. En la actualidad, el 5 por ciento de los hogares estadounidenses están clasificados como de “muy baja seguridad alimentaria”, un eufemismo del Gobierno para los hogares obligados a reducir su ingesta de alimentos o saltarse comidas por completo. Estas cifras aumentarían drásticamente si expira la financiación de cupones para alimentos.

Los funcionarios justificaron la decisión de no utilizar fondos de emergencia con el argumento falso de que tal medida sería “ilegal” sin la autorización del Congreso.

Incluso si esto fuera cierto, nunca antes hubiera detenido a Trump. No le impidió redirigir $8 mil millones en fondos federales, complementados con una donación de $130 millones de otro milmillonario, para pagarles a los soldados y asegurar su lealtad mientras se despliegan en ciudades estadounidenses y mientras la Casa Blanca se prepara para una guerra contra Venezuela. Esa donación, así como el regalo de $300 millones de los multimillonarios de la tecnología para construir un nuevo salón de baile en la Casa Blanca, pone de manifiesto la eliminación de cualquier división entre la oligarquía y el Gobierno.

El uso deliberado del hambre como arma política tiene precedentes en los regímenes más brutales de la historia. Hoy, el Gobierno de Netanyahu está empleando el hambre como un instrumento clave del genocidio en Gaza. El amante de Hitler, Trump, es muy consciente del “Plan del Hambre” del régimen nazi, implementado durante la Segunda Guerra Mundial para matar de hambre a decenas de millones de personas en Europa del Este.

No es exagerado decir que Trump está utilizando la amenaza del hambre como un arma de guerra de clases dentro de los Estados Unidos. Pase lo que pase en los próximos días, la indiferencia es inconfundible. Si Trump se saliera con la suya, a muchos de los 42 millones de beneficiarios de SNAP (incluyendo a niños, ancianos, discapacitados) se les permitiría morir de hambre al considerarlos “vidas indignas”, para usar una famosa frase nazi.

Casi al mismo tiempo que el anuncio sobre los cupones de alimentos, el socio de Trump, Steve Bannon, confirmó públicamente la existencia de una conspiración para mantener a Trump en la Casa Blanca más allá del límite constitucional en 2028.

“Estamos en una guerra política”, dijo Bannon, explicando que su estrategia es “apoderarse de las instituciones y luego purgarlas”. El propio Trump ha declarado su intención de eliminar los programas “demócratas” y “semicomunistas”, con lo que se refiere a las medidas limitadas de bienestar y derechos de las que dependen decenas de millones para sobrevivir.

El cierre del Gobierno se está llevando a cabo de acuerdo con un plan elaborado: usar la crisis como pretexto para tomar el control personal del poder ejecutivo, usurpar el control del Congreso sobre el presupuesto y purgar a la fuerza laboral federal de los opositores percibidos.

Incluso antes del cierre, el “Gran y Hermoso Proyecto de Ley” de Trump aprobado durante el verano redujo en $180 mil millones los cupones de alimentos, y más de 20 millones de personas perderán algunos o todos los beneficios el próximo mes bajo nuevas restricciones de elegibilidad. La ley también incluyó más de $800 mil millones en recortes de Medicaid. También se avecina la expiración de los créditos fiscales mejorados para las primas de los seguros de salud privados en virtud de la Ley del Cuidado de Salud Asequible, lo que llevaría a aumentos masivos de las primas.

Las escenas en Washington la semana pasada capturaron la creciente desesperación. Cientos de trabajadores federales suspendidos o despedidos hicieron fila fuera de los bancos de alimentos. Los controladores de tráfico aéreo, que recibirán sus primeros cheques de pago con cero dólares hoy, están lidiando con retrasos y cancelaciones de vuelos en todo el país debido a la escasez de personal.

Este no es el producto de un solo hombre. Es el resultado de una clase dominante capitalista cuyos intereses son incompatibles incluso con las necesidades más básicas de la vida humana.

Detrás del aumento récord en los precios de las acciones y los billones agregados a la riqueza de los multimillonarios, el capitalismo estadounidense se está acercando al punto de la bancarrota, con una nueva recesión que se avecina y una deuda federal que alcanza niveles insostenibles.

La solución de la clase dominante es reducir a los trabajadores a la pobreza, para pagar la crisis y financiar nuevas guerras contra Rusia y China para conquistar mercados y cadenas de suministro. Amazon planea automatizar medio millón de empleos en los próximos años. Los despidos totales para este año se acercan al millón, uno de los niveles más altos registrados.

La clase dominante está aterrorizada por la creciente amenaza de la revolución social. Esto se expresó en el brutal ultimátum el lunes por el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, quien exigió a los demócratas: “¿Voy a matar de hambre a mis electores? ¿O voy a apaciguar al marxista?”.

De hecho, los demócratas se niegan a movilizar a nadie contra Trump, aterrorizados de que un movimiento social genuino se convierta en una lucha contra el capitalismo mismo. Su respuesta a la inminente expiración de los cupones de alimentos ha sido una combinación de acusaciones y postrarse ante Trump.

La burocracia sindical también se ha dedicado a cloroformar la oposición en la clase trabajadora. Una declaración emitida el lunes por la Federación Estadounidense de Empleados del Gobierno (AFGE, por sus siglas en inglés) ni siquiera menciona los cupones de alimentos ni a Trump por su nombre. Disuelve toda la responsabilidad de esta catástrofe en el lenguaje vago de la “política partidista” y pide a “nuestros líderes [énfasis agregado] que comiencen a centrarse en cómo resolver los problemas para el pueblo estadounidense”.

La verdadera amenaza contra la dictadura viene de abajo. Se está produciendo una creciente radicalización en todos los sectores de los trabajadores. Lo más importante es la construcción de un movimiento independiente de la clase trabajadora contra Trump y el sistema capitalista que lo creó.

Los trabajadores no son solo la mayoría del país y la fuente de toda la riqueza. Su lucha contra la explotación capitalista los lleva a la lucha revolucionaria, convirtiendo a la clase obrera en el verdadero portador de la igualdad y la democracia genuina. Cuando Trump habla de luchar contra el “enemigo interno”, se refiere sobre todo a la clase trabajadora.

La crisis de la sociedad estadounidense no puede resolverse fuera de un movimiento masivo dirigido contra los privilegios indiscutibles de la oligarquía, la verdadera base social de Trump. La defensa de los derechos democráticos debe fusionarse con la exigencia de que los trabajadores posean derechos sociales inalienables: el derecho al empleo, a una alimentación adecuada, a la salud, a un entorno estable y a todas las necesidades básicas de una vida humana digna.

Como explicó el Partido Socialista por la Igualdad en su declaración, “Después de las protestas ‘Sin Reyes’: ¿Qué sigue?”: “La tarea ahora no es esperar pasivamente la próxima manifestación, sino usar esta oposición como una palanca en la lucha por un movimiento de la clase trabajadora por el socialismo”.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 28 de octubre de 2025)

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