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Perspectiva

Los demócratas se arrastran ante Trump

En los pronunciamientos de la vicepresidenta Kamala Harris el miércoles y del presidente Joe Biden el jueves, los líderes del Partido Demócrata han adoptado una postura de complicidad con el presidente electo fascista Donald Trump.

El presidente Joe Biden se pronuncia en la rosaleda de la Casa Blanca, Washington D.C., 7 de noviembre de 2024 [AP Photo/Susan Walsh]

Harris dijo que había llamado a Trump para felicitarlo por la victoria en las elecciones del 5 de noviembre. “También le dije que los ayudaremos a él y a su equipo en la transición”, indicó, “y llevaremos a cabo un traspaso de poder pacífico”. Hizo caso omiso a las declaraciones anteriores de que Trump es un fascista y una amenaza a los derechos democráticos del pueblo estadounidense”.

La declaración de Biden el jueves fue incluso más cobarde. Apareció en televisión nacional, pero no para advertir al pueblo estadounidense sobre los peligros de una dictadura, sino para dar la bienvenida a su sucesor fascista:

Ayer, hablé con el presidente electo Trump y lo felicité por su victoria. Le aseguré que pondré a disposición todo mi Gobierno para que trabajen con su equipo y garanticen un traspaso pacífico y ordenado de poder. Eso es lo que el pueblo estadounidense se merece… Cumpliré con mi deber como presidente. Cumpliré mi juramento. Respetaré la Constitución. El 20 de enero, tendremos un traspaso de poder en paz.

Pero el reingreso de Donald Trump a la Casa Blanca, recuperando el cargo político más poderoso del mundo, es cualquier cosa menos un evento político normal. Hace cuatro años, Trump intentó un golpe de Estado violento para anular el resultado de las elecciones de 2020 y mantenerse en el poder. Convocó a una multitud de partidarios a Washington que atacó el Capitolio el 6 de enero de 2021, con el objetivo de bloquear la certificación en el Congreso de la victoria de Biden. Después del fracaso del golpe, Trump se negó a asistir a la toma de posesión de Biden, y llevó a cabo su campaña electoral en 2024 sobre la base de la “gran mentira” de que las elecciones de 2020 habían sido robadas.

Biden hizo caso omiso de esta historia. Guardó total silencio sobre las repetidas declaraciones de Trump de que a partir del 20 de enero actuará como dictador, ordenando redadas masivas contra inmigrantes y encarcelando a millones en campos de detención para su deportación inmediata. No hizo referencia a la declaración de Trump a sus partidarios de que esta sería la última elección en la que votarían. No dijo nada sobre las amenazas de Trump de que arrestará y encarcelará al “enemigo interno”, una categoría que incluye a periodistas, defensores de libertades civiles, estudiantes que protesten el genocidio de Gaza, socialistas y líderes del Partido Demócrata, incluido el propio Biden.

En 2016, después de la sorpresiva victoria de Trump ante Hillary Clinton, Barack Obama le dio la bienvenida a la Casa Blanca con el revelador comentario de que la elección había representado solo un “juego amistoso entre el mismo equipo”. Reconoció que las facciones rivales de la clase dominante estadounidense, independientemente de la refriega electoral, están unidas en la defensa de los intereses del capitalismo estadounidense.

Biden va aún más lejos. Él no es alguien ingenuo. Lleva más de medio siglo en la política burguesa. Sabe lo que es Trump y lo que está preparando. No expresó ninguna preocupación sobre los planes de deportaciones masivas, que tendrían consecuencias sociales devastadoras y tendrían un verdadero carácter de Estado policial. Su promesa de facilitar la transición a Trump va más allá de mera irresponsabilidad o postración. A través de Biden, el Partido Demócrata está declarando de antemano su complicidad con el asalto frontal a la clase trabajadora que llevará a cabo el Gobierno de Trump.

En sus declaraciones televisadas, Biden reiteró las mentiras de progreso social bajo su Gobierno, ante el repudio masivo de los trabajadores que han visto devastados sus niveles de vida y condiciones sociales en los últimos cuatro años. “Estamos dejando atrás la economía más fuerte del mundo”, afirmó Biden. “Juntos hemos cambiado a Estados Unidos de manera positiva”. ¿Por qué entonces la sucesora que eligió fracasó tan estrepitosamente en las urnas?

El Gobierno de Biden solo tiene una prioridad: intensificar la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania. La Casa Blanca está tomando medidas urgentes para garantizar que los últimos miles de millones en ayuda militar del Pentágono lleguen al régimen de Kiev para financiar la guerra durante el invierno. Esto contrasta con el hecho de que la Casa Blanca no ha movido un dedo para proteger al pueblo estadounidense de las medidas planeadas por Trump.

Habría sido completamente admisible que Biden declarara que mientras siga siendo presidente, durante los próximos 70 días, Trump está políticamente en un periodo de prueba, y que un “traspaso pacífico de poder” requiere garantías de que ejercerá el poder de forma pacífica y democrática después del 20 de enero. Esto incluiría que Trump haga público a quién nominará como sus principales miembros del gabinete, particularmente aquellos a cargo del aparato militar y de inteligencia.

Mientras tanto, Biden tendría derecho como presidente a consultar con los gobernadores demócratas y los miembros del Congreso sobre las formas de proteger los derechos de la mayoría de los estadounidenses que no votaron por Trump, incluidos los 70 millones que votaron por Harris, las decenas de millones que se negaron a votar por cualquiera de los candidatos y los muchos millones cuya ira y frustración fueron aprovechados por la demagogia populista de derecha de Trump, pero que no tienen ningún deseo de instalar a un dictador-presidente. En cambio, Biden le está dando carta blanca a Trump.

En su postura y acciones, Biden se asemeja a un presidente demócrata saliente de hace más de 150 años, James Buchanan, generalmente clasificado por los historiadores, hasta Trump, como el peor presidente en la historia de Estados Unidos. Después de la victoria de Abraham Lincoln contra Buchanan en las elecciones de 1860, el demócrata proesclavista dio luz verde a la insurrección confederada. No tomó ninguna medida para proteger las instalaciones ni los arsenales militares federales en el sur, lo que permitió a los secesionistas apoderarse de ellos y obtener una ventaja militar inicial.

Las promesas de Biden y Harris de “un traspaso pacífico de poder” son absurdas, ya que la única amenaza era el propio Trump, en caso de que perdiera las elecciones. Fue Biden quien advirtió en la Convención Nacional Demócrata que su mayor temor era que Trump buscara anular una derrota electoral como lo hizo en 2020.

Hasta el domingo, el New York Times escribió extensamente sobre los planes del bando de Trump para sembrar caos en caso de una victoria de Harris. El informe de primera plana incluía lo siguiente: “Cuando Stephen K. Bannon, una influyente figura de los medios de comunicación de derecha y cercano asesor de Trump, fue liberado de prisión el martes, rápidamente dijo a los periodistas que Trump debería actuar preventivamente en la noche de las elecciones y simplemente declarar la victoria”.

La victoria electoral de Trump hizo innecesaria tal repetición del golpe de 2020, pero Bannon continúa expresando la sed de sangre rabiosa en el círculo íntimo de Trump. En un pódcast posterior, refiriéndose a MSNBC, el New York Times y el Washington Post, así como a los líderes del Partido Demócrata y secciones de la burocracia federal, Bannon declaró que “no merecen ningún respeto, no merecen ninguna empatía y no merecen ninguna lástima... Te mereces lo que llamamos una dura justicia romana, y estamos preparados para dártela”.

Bannon probablemente se refería a las notorias proscripciones de Sila, una campaña del procónsul romano para eliminar a sus enemigos políticos después de la victoria en una guerra civil dentro de la aristocracia. Como lo describe un historiador, “Sila propuso la eliminación sistemática de sus oponentes restantes... Se elaboró una lista de entre 2.000 y 9.000 jinetes y senadores, cualquiera de los cuales podía ser asesinado libremente por recompensa”. (Charles Freeman, Egipto, Grecia y Roma, Oxford University Press).

Trump entrará en la Casa Blanca en enero con un poder inmensamente mayor que cuando la dejó hace cuatro años. El Partido Republicano, en control de ambas cámaras del Congreso, ha sido completamente reconfigurado como el instrumento de las políticas fascistas de Trump. La Corte Suprema falló famosamente en julio a favor de darle inmunidad a Trump por cualquier acción que tome como presidente, sin importar cuán ilegal, inconstitucional o violenta sea.

A pesar de toda la retórica sobre Trump como una amenaza a la democracia, sectores poderosos de la burguesía se reconcilian con el establecimiento de un régimen dictatorial. Los dirigentes demócratas y sus partidarios en la aristocracia financiera ya han comenzado a arrastrarse ante el nuevo gobernante estadounidense y a prometer su apoyo. Esta rendición provisoria era clara incluso antes de la jornada electoral, cuando los propietarios multimillonarios del Washington Post y Los Angeles Times bloquearon los respaldos a Harris que planeaban publicar.

El propietario del Post, Jeff Bezos, el segundo hombre más rico de Estados Unidos, siguió con una efusiva declaración elogiando a Trump: “Grandes felicitaciones a nuestro 45º y ahora 47º presidente por un extraordinario regreso político y una victoria decisiva”. Escribió esto en X/Twitter, propiedad de Elon Musk, el estadounidense más rico y un ferviente entusiasta de Trump.

No habrá una oposición significativa a una dictadura de Trump por parte del Partido Demócrata ni de ningún sector de la oligarquía capitalista. Sectores sustanciales de la burocracia sindical seguirán rápidamente su ejemplo, como se demostró incluso antes de las elecciones cuando el presidente del sindicato Teamsters, Sean O’Brien decidió pronunciarse en la Convención Nacional Republicana.

La oposición a Trump vendrá de abajo, de la clase trabajadora. Cualquiera que sea la confusión política entre los trabajadores que votaron por Trump, la lucha de clases tiene una lógica inexorable. El programa de represión masiva de Trump contra los inmigrantes, los enormes recortes de impuestos para los ricos y la desregulación de las corporaciones se pagarán en las vidas y los niveles de vida de los trabajadores.

El Partido Socialista por la Igualdad promoverá una perspectiva y un programa socialistas para el desarrollo de la lucha contra la dictadura y por la defensa de los derechos democráticos. Junto a la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base, desarrollará la oposición en la clase trabajadora en las plantas y lugares de trabajo y celebrarán reuniones para construir y movilizar esta oposición.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de octubre de 2024)

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