Mientras los incendios forestales continúan arrasando California, envolviendo comunidades enteras y dejando devastación a su paso, las visitas de Donald Trump a Asheville, Carolina del Norte, afectada por el huracán Helene, y Los Ángeles, devastado por los incendios forestales, el viernes fueron una muestra descarada de reacción política para sacar provecho de los desastres ambientales. Si bien se presentó como un líder ofreciendo consuelo y apoyo, las acciones y la retórica de Trump subrayaron la cruel indiferencia de su Gobierno ante el sufrimiento humano, pasado, presente y futuro.
La gira de Trump es una advertencia de que la clase dominante de Estados Unidos no permitirá que ningún desastre se desperdicie y buscará sacar provecho de él, como un traficante de órganos que inspecciona un cadáver antes de vender sus partes lucrativamente. Es un preludio de políticas para sacar aún más provecho de la crisis. Desde la privatización de la respuesta a los desastres hasta el desmantelamiento de las protecciones ambientales, la agenda de Trump garantiza que los futuros eventos catastróficos serán aún más devastadores.
En el momento de la visita de Trump, los incendios forestales de Los Ángeles que comenzaron el 7 de enero quemaron más de 55.000 acres de California. Nueve incendios (Palisades, Eaton, Hughes, Border 2, Laguna, Sepulveda, Clay, Gibbon y Gilman) siguen activos al momento de escribir este artículo. La calidad del aire en la región se ha deteriorado a niveles peligrosos, creando una crisis de salud pública además de los peligros inmediatos de las llamas.
Estos incendios no son incidentes aislados, sino parte de un patrón más amplio de degradación ambiental impulsada por las empresas, la infraestructura deteriorada y la preparación inadecuada para desastres. Sin embargo, Trump ha negado constantemente la realidad del cambio climático, ha reducido las protecciones ambientales y ha recortado los fondos para la respuesta a desastres. Su visita a Los Ángeles no busca abordar estos problemas sistémicos, sino propagar mentiras, desviar la culpa y allanar el camino para una mayor privatización de los recursos públicos.
A través de sus políticas anticientíficas, la negación del cambio climático y el recorte de servicios ambientales cruciales, su primer Gobierno contribuyó a las condiciones que llevaron a huracanes e incendios forestales y negó el apoyo adecuado a los afectados, como en Puerto Rico en 2017 por los huracanes María e Irma.
En sus comentarios del viernes desde Carolina del Norte, Trump repitió la mentira de que las regulaciones ambientales privaron a los bomberos de agua en el norte de California. Emitió dos demandas como condiciones para una mayor ayuda federal a la región devastada y su población: “Identificación de votantes y agua para ser liberada”.
La implementación de leyes de identificación de votantes privaría de sus derechos a cientos de miles de californianos, afectando desproporcionadamente a las personas de bajos ingresos, incluidas las minorías raciales y las personas transgénero. Es importante señalar que innumerables estudios han encontrado que el fraude electoral en persona, el tipo que las leyes de identificación de votantes dicen prevenir, es extremadamente raro.
En cuanto al agua supuestamente retenida, esta falsedad es parte de un intento de centrar la culpa solo en los demócratas y desmantelar las medidas ambientales que protegen a las especies en peligro de extinción y mantienen el equilibrio ecológico en las vías fluviales de California, con el fin de favorecer las ganancias de la agroindustria.
En realidad, los recursos hídricos no son un factor limitante en los esfuerzos de extinción de incendios. Los desafíos radican en la magnitud de los incendios, la falta de medidas preventivas, la infraestructura insuficiente, los patrones climáticos y la erosión de la financiación pública para la gestión de desastres, todo ello presidido por los demócratas y exacerbado por las propias políticas de Trump.
Trump repitió su intención de deshacerse de la ayuda federal en sus declaraciones durante su visita a Carolina del Norte: “FEMA [Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, siglas en inglés] ha resultado ser un desastre”, dijo el presidente. “Creo que vamos a recomendar que FEMA desaparezca. Los estados deberían solucionar esto”.
La forma en que Trump describe las acciones de FEMA es profundamente cínica. El patrón de su Gobierno ha sido subfinanciar a las agencias públicas mientras subcontrata funciones críticas a contratistas privados vaciando la capacidad de FEMA para responder de manera efectiva. Durante la temporada de huracanes de 2019, redirigió $155 millones del Fondo de Ayuda para Desastres de FEMA al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) para ampliar los centros de detención para migrantes.
El viernes, Trump sugirió que el papel de FEMA debería ser asumido por una unión entre el estado y las organizaciones religiosas de caridad. En lugar de entregar fondos adecuados a FEMA, “queremos llevarlos a nivel local, para que un estado se ocupe de su problema y luego puedan llevarlo a un nivel local, como Samaritan’s Purse y Franklin [Graham, hijo del evangelista cristiano Billy Graham]”.
Los comentarios de Trump son un preludio de una mayor privatización, canalizando recursos sociales a organizaciones privadas y, alarmantemente, una mayor erosión de la separación entre el Estado y la iglesia. Básicamente, está diciendo que los Gobiernos estatales deberían hacerse responsables de la gestión de desastres y que las empresas privadas o las organizaciones religiosas deberían hacerse cargo de los esfuerzos de respuesta y recuperación ante desastres. Este cambio liberaría fondos federales para guerras y canalizaría fondos públicos a las manos de las corporaciones, mientras que las comunidades vulnerables quedarían con incluso menos apoyo que el apoyo federal y estatal, que ya es completamente inadecuado.
La respuesta de los demócratas revela su propia complicidad en la perpetuación de las condiciones que han llevado a la crisis de los incendios forestales. Lejos de enfrentar las mentiras y los fracasos políticos de Trump, la cúpula demócrata de California ha señalado su intención de recibirlo con fanfarria ceremonial. Esto a pesar del desprecio que Trump mostró hacia el gobernador de Carolina del Norte, Josh Stein, y el gobernador de California, Gavin Newsom, ambos demócratas.
Después de los incesantes ataques e insultos abiertos de Trump, Newsom, en particular, se esforzó por expresar lo “contento y agradecido” que estaba por la visita de Trump, saludándolo “con la mano abierta, no con el puño cerrado”. En una conferencia de prensa el jueves, mientras firmaba un paquete de ayuda de 2.500 millones de dólares para Los Ángeles, Newsom enfatizó que “estamos todos juntos en esto” y se esforzó por agradecer a republicanos como el representante estatal de California Tom Lackey, conocido por sus vínculos con la industria energética y su defensa de eximir a las corporaciones energéticas de las regulaciones ambientales.
En una declaración que equivalía a una condena a sí mismo por la negligencia criminal mostrada durante la pandemia de COVID-19, Newsom dijo que él y Trump “tuvieron una gran relación durante el COVID, bien establecida y bien definida”. Continuó: “No creo que haya habido un gobernador demócrata en el país que haya trabajado más en colaboración con el presidente de los Estados Unidos”. Esta confesión se repitió el viernes cuando un Newsom servil recibió a Trump a la llegada del presidente al aeropuerto LAX.
Bajo el liderazgo de Newsom, California no ha tomado medidas significativas para arreglar la infraestructura fallida, la falta de preparación para emergencias o los problemas ambientales. La gobernatura demócrata tampoco ha logrado regular a las empresas de servicios públicos cuya negligencia ha provocado muchos incendios o invertir en una infraestructura pública sólida. En cambio, Newsom ha aplicado políticas que priorizan los intereses de los ricos y poderosos, desde exenciones fiscales para empresas tecnológicas hasta rescates para PG&E (Pacific Gas & Electric).
La crisis de los incendios forestales en California no es simplemente un desastre natural. Es una catástrofe social y política arraigada en décadas de políticas bipartidistas, recortes del gasto social, degradación ambiental y subordinación de las necesidades públicas al beneficio privado. Las visitas de Trump a Carolina del Norte y Los Ángeles sirven como un duro recordatorio de la alineación bipartidista para perpetuar estas condiciones.
Para abordar la crisis de los incendios forestales y prevenir futuros desastres, es esencial romper con las políticas tanto de Trump como del Partido Demócrata. Para reconstruir la infraestructura pública, combatir el cambio climático y hacer que las corporaciones rindan cuentas por su papel en la creación y exacerbación de estas crisis se requiere un movimiento de la clase trabajadora que rechace la política bipartidista de austeridad y privatización responsable del vaciamiento de los servicios públicos.
La visita de Trump a Los Ángeles es una muestra de cinismo. Sus mentiras sobre la escasez de agua, sus planes para deshacerse de FEMA y su agenda más amplia de privatización y destrucción ambiental revelan lo que su presidencia seguirá haciendo. La complicidad de demócratas como Gavin Newsom solo subraya la urgencia de construir un movimiento político independiente capaz de enfrentar la causa raíz de las crisis que enfrentan California y el mundo: el capitalismo. La humanidad solo puede construir una sociedad que priorice las necesidades humanas sobre las ganancias y garantice un futuro sostenible para todos a través de un programa socialista auténtico.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 24 de enero de 2024)
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