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Trump extiende la tregua de la guerra arancelaria con China

Una bandera de Estados Unidos ondea junto a una bandera de China en el barrio chino de San Francisco. [AP Photo/Jeff Chiu]

El presidente estadounidense Donald Trump acordó una nueva extensión de 90 días de la tregua en la guerra arancelaria con China, justo antes de que expirara el acuerdo alcanzado en mayo que suspendía la imposición de un arancel del 145 por ciento por parte de Estados Unidos contra productos chinos.

Los aranceles estadounidenses permanecerán en un 30 por ciento, junto con un arancel del 10 por ciento impuesto por China sobre productos estadounidenses.

La tregua, que fue negociada en una reunión entre el secretario del Tesoro de EE. UU., Scott Bessent, y altos funcionarios chinos en Estocolmo el mes pasado, estaba sujeta a la aprobación de Trump. Esta llegó mediante una orden ejecutiva firmada ayer, pocas horas antes de que venciera el acuerdo anterior.

De no haberse extendido la tregua, existía el temor de que regresara la inestabilidad en los mercados financieros que acompañó la fuerte escalada de aranceles el 2 de abril y en los días posteriores.

La tregua inicial en mayo fue acordada por Estados Unidos después de que China respondiera con controles de exportación sobre tierras raras e imanes de tierras raras, afectando a la industria de defensa y a importantes fabricantes de automóviles, que informaron que se estaban quedando rápidamente sin suministros.

La extensión de la tregua está ligada a una decisión extraordinaria del gobierno de Trump que permite la exportación a China de chips de alta gama utilizados en el desarrollo de inteligencia artificial (IA) por parte de Nvidia y Advanced Micro Devices (AMD).

Según el acuerdo, Nvidia y AMD entregarán al gobierno estadounidense el 15 por ciento de todos los ingresos por ventas de chips a China a cambio de la concesión de licencias de exportación. De acuerdo al Financial Times (FT), el departamento de Comercio comenzó a emitir las licencias el viernes pasado tras una reunión dos días antes entre Trump y el director ejecutivo de Nvidia, Jensen Huang.

FT señaló que este acuerdo de quid pro quo era “sin precedentes”, explicando: “Según expertos en controles de exportación, ninguna empresa estadounidense ha aceptado nunca entregar parte de sus ingresos para obtener licencias de exportación”.

Permitir las ventas de chips a China representa un giro respecto a la decisión tomada por Trump en abril, cuando prohibió la exportación del chip H20 de Nvidia. Al parecer, Huang convenció a Trump de que la prohibición solo perjudicaría a las empresas estadounidenses en el desarrollo de tecnología de IA. La gigante tecnológica y de telecomunicaciones china Huawei terminaría dominando las ventas de chips de IA en China y usaría los ingresos obtenidos para cerrar la brecha tecnológica con Nvidia.

La industria de IA estadounidense quedó conmocionada en enero cuando la empresa china DeepSeek lanzó una aplicación de inteligencia artificial de capacidades casi equiparables a las de ChatGPT y otras similares en EE. UU., pero a un costo muy inferior.

En un pódcast el mes pasado, Huang dijo: “La pila tecnológica estadounidense [de IA] debería ser el estándar global, así como el dólar estadounidense es el estándar sobre el que todos los países se basan”.

La decisión de levantar la prohibición sobre la exportación del chip H20 ha provocado una fuerte reacción en los círculos militares y de inteligencia estadounidenses. El mes pasado, Matt Pottinger, exasesor adjunto de seguridad nacional durante la primera administración de Trump, junto a otros 19 expertos en seguridad, enviaron una carta al secretario de Comercio, Howard Luttnick, oponiéndose a cualquier decisión que permitiera licencias de exportación del H20.

Afirmaron que esta era una “equivocación estratégica que pone en peligro la ventaja económica y militar de Estados Unidos en inteligencia artificial” y que el H20 sería un “potente acelerador de las capacidades fronterizas de IA de China, no un chip obsoleto”.

En un comunicado el sábado, Nvidia respondió diciendo que dichas afirmaciones eran “equivocadas” y rechazó la sugerencia de que China pudiera usar el chip H20 con fines militares.

“Aunque no hemos enviado H20 a China en meses, esperamos que las normas de control de exportaciones permitan que Estados Unidos compita en China y a nivel mundial. Estados Unidos no puede repetir lo ocurrido con el 5G y perder el liderazgo en telecomunicaciones. La pila estadounidense de IA puede ser el estándar mundial si nos mantenemos en la carrera”.

Pero estas afirmaciones no han logrado acallar a los críticos.

Según Liza Tobin, quien formó parte del Consejo de Seguridad Nacional durante la primera administración de Trump: “Podríamos mirar atrás y ver este momento como aquel en el que Estados Unidos eligió voluntariamente subsidiar su propio declive estratégico—entregándole a Beijing los chips de IA que nos daban la ventaja en la carrera tecnológica más trascendental de nuestro tiempo”.

Afirmó que Beijing se estaría “regocijando” de ver a Washington convertir las licencias de exportación en fuentes de ingreso. “¿Qué sigue? ¿Permitirle a Lockheed Martin vender F-35s a China a cambio de una comisión del 15 por ciento?”

Los demócratas también intervinieron, denunciando la decisión de Trump como un socavamiento de la seguridad nacional de EE. UU. y un “peligroso uso indebido de los controles de exportación”.

“Este arreglo plantea preguntas críticas que la administración debe responder de inmediato, incluyendo qué autoridad legal tiene para exigir la participación en los ingresos como condición para otorgar licencias de exportación”.

La decisión de Trump, parte de la extensión de la tregua, ha expuesto las profundas divisiones dentro de la clase dominante estadounidense sobre lo que todas sus fracciones consideran una amenaza existencial al dominio global de Estados Unidos: el ascenso económico y tecnológico de China.

Algunas de estas diferencias han sido expresadas por el Wall Street Journal, que ha denunciado la guerra arancelaria de Trump contra el mundo por interferir en la formación de un bloque de aliados estadounidenses para hacer frente a Beijjimg.

Por su parte, la administración Trump ha dejado claro que considera a China como la principal amenaza. La semana pasada, en una columna publicada por el New York Times que delineaba la agenda de Trump para un nuevo orden global, el representante comercial de Estados Unidos, Jamieson Greer, afirmó que el “mayor beneficiario” del sistema establecido tras la Segunda Guerra Mundial había sido China.

Como lo indicaron sus medidas del 2 de abril y los aumentos arancelarios posteriores, Trump intentó un ataque frontal. Pero descubrió que Beijing no estaba dispuesto a capitular y que poseía un arma formidable: su cuasi-monopolio sobre tierras raras, vitales para industrias clave.

La amenaza de su restricción sigue pesando sobre Estados Unidos. El flujo de imanes de tierras raras desde China a EE. UU. subió a 353 toneladas en junio, desde solo 46 toneladas en mayo tras el anuncio de la primera tregua. Sin embargo, los envíos aún están muy por debajo de los niveles anteriores a la imposición de controles de exportación por parte de Beijing.

En junio, Reuters informó que Beijing “no se ha comprometido a autorizar la exportación de ciertos imanes de tierras raras especializados” necesarios para aviones de combate y sistemas de misiles. A principios de este mes, el Wall Street Journal informó que China está limitando el flujo de minerales críticos para los fabricantes de defensa, obligándolos a “rastrear el planeta en busca de reservas de los minerales necesarios para fabricar desde balas hasta cazas”.

Los últimos movimientos de Trump también están vinculados a su impulso por una cumbre con el presidente chino Xi Jinping, posiblemente en octubre. Pero si dicha reunión llega a celebrarse, no significará ninguna resolución del conflicto. Más bien, será parte de las maniobras en curso de Estados Unidos para superar los problemas inmediatos que ha encontrado.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de agosto de 2025)

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