En respuesta a las continuas amenazas de Estados Unidos de bombardear a los cárteles de la droga en México, la presidenta Claudia Sheinbaum ha emitido desmentidos poco convincentes y sin fuerza que aseguran que tales acciones nunca se concretarán.
En una entrevista con Fox News el pasado jueves, cuando se le preguntó si “apoyaría bombardear a los cárteles mexicanos de la droga”, el director de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA), Terrance Cole, “no se atrevió a descartar” la posibilidad de que el presidente Trump dé luz verde a los bombardeos:
Sé que esto ha estado en los periódicos en los últimos días. Sé que esa decisión recae en el presidente. Los hombres y mujeres de la DEA apoyarán la decisión que venga del presidente. Cumpliremos con la misión, pero recordemos que hemos estado en guerra contra estos cárteles durante los últimos 40 años. Los hombres y mujeres de la DEA han sido constantes, han estado en la primera línea, en la punta de la lanza, esto es lo que hacemos y seguiremos apoyando la misión y las órdenes que emita el presidente de Estados Unidos.
Refiriéndose a estas declaraciones, un periodista preguntó a Sheinbaum el viernes si veía posible que Estados Unidos atacara a los cárteles en México.
“No”, respondió enfática la presidenta, antes de hacer una pausa de cinco segundos para dar más énfasis a su respuesta. “México es un país libre, independiente y soberano, y ningún gobierno extranjero se atrevería a violar nuestra soberanía”, declaró Sheinbaum. “Ya no es como antes. México tiene mucha fuerza —nacional e internacional— por nuestra gente, por lo que representamos como un gobierno del pueblo”, añadió. “Así que no, eso no pasará”. Esta declaración, como mínimo, demuestra una actitud ilusa de su parte.
Sheinbaum también dijo que el canciller Juan Ramón de la Fuente había comunicado al embajador estadounidense Ronald Johnson que la “información proporcionada por instituciones del gobierno de Estados Unidos” —cuando se trata de la relación de seguridad entre México y EE.UU.— “tiene que estar dentro del marco” de cooperación acordado entre ambos países. “Y el embajador estuvo de acuerdo”, aseguró Sheinbaum. Pero México no ha acordado participar en ninguna iniciativa de este tipo.
Sheinbaum recalcó que México desea “colaborar con Estados Unidos en temas de seguridad”, pero no quiere que el gobierno estadounidense emita “declaraciones con información incorrecta”.
Sheinbaum sugirió que su gobierno consideraría un ataque estadounidense a cárteles mexicanos como un “acto de guerra” contra México. Añadió: “tal como he dicho: ante cualquier intento, tenemos el himno nacional, [el cielo] un soldado en cada hijo te dio”.
Dijo que la histórica política exterior de México “siempre será por la autodeterminación de los pueblos, no solo cuando se trata de México sino de todos los países de América Latina y el Caribe”.
Sheinbaum subrayó que su administración entregó el 12 de agosto a 26 narcotraficantes a Estados Unidos para ser juzgados en cortes federales, incluyendo a un gran número de capos del Cártel de Sinaloa, dando seguimiento a la entrega de 29 destacados narcotraficantes realizada en febrero a Washington.
Pero estos hechos difícilmente disuaden a Trump y al imperialismo estadounidense. Por el contrario, estas acciones solo alimentan a la bestia. Como ha dicho Trump, México y Canadá “hacen lo que EE.UU. quiere”.
Las pretensiones de Sheinbaum resultan absurdas ante el despliegue de casi 10.000 tropas estadounidenses en la frontera, la larga historia de invasiones estadounidenses a México, los sobrevuelos de la CIA sobre territorio mexicano y la recolección de inteligencia que puede ser utilizada con fines militares.
En marzo, la evaluación anual de amenazas de Estados Unidos calificó a los cárteles como “la amenaza más inmediata y directa para la seguridad de Estados Unidos”. Pero esto es solo una cortina de humo para objetivos imperialistas más amplios, incluidos los esfuerzos por expulsar a China de América Latina.
Dentro del gobierno de Trump, figuras como el vicepresidente Vance, la fiscal general Pam Bondi y el secretario de Defensa Pete Hegseth están promoviendo una intervención directa contra los cárteles en México. Hay un consenso político creciente en los círculos trumpistas a favor de una invasión frontal de México. En los círculos de MAGA, incluso se denuncia a México como adversario de EE.UU., al igual que Irán, China o Corea del Norte.
“No nos dejaremos intimidar y mantendremos seguro a Estados Unidos gracias al liderazgo del presidente Trump. No solo contra Irán, sino también contra Rusia, China y México”, dijo Bondi en respuesta a preguntas del senador republicano Lindsey Graham. “Ante cualquier adversario extranjero, ya intente matarnos físicamente o con sobredosis en nuestros hijos, haremos todo lo que esté a nuestro alcance, gracias a su [Trump] liderazgo, para mantener a salvo a Estados Unidos”, concluyó.
El Comando Norte de Estados Unidos (NORTHCOM), que supervisa las operaciones del Pentágono en América del Norte, incluida México, ya está involucrado en combatir a los cárteles como parte de una “relación militar a militar entre Estados Unidos y México” que es, según el general de la Fuerza Aérea Gregory Michael Guillot, “sólida y en expansión”. Anteriormente, había sido “dejado de lado” en operaciones directas que involucrasen a México.
Fuentes informaron recientemente al periodista Ken Klippenstein que ahora se ha instruido al NORTHCOM que gestione los planes de ataque a México y que los tenga listos para mediados de septiembre. El Comando de Operaciones Especiales (SOCNORTH), que forma parte de NORTHCOM, debe preparar objetivos de ataque potenciales y “acciones directas” —operaciones de ataque más pequeñas— contra los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, entre otros, incluyendo bombardeos aéreos y con drones.
Esta acción sería unilateral, es decir, no involucraría al gobierno mexicano ni contaría con su aprobación.
Una guerra contra los cárteles está destinada al fracaso, en cualquier caso, ya que el narcotráfico no puede ser erradicado por medios militares. Las operaciones de los cárteles dependen de ingresos generados en Estados Unidos. No se trata de un caso de terrorismo extranjero, sino de un fenómeno arraigado en las condiciones existentes en EE.UU., incluyendo el tráfico de armas hacia México.
La realidad es que Washington busca utilizar la “guerra contra las drogas” como pretexto para reafirmar su poder e influencia estratégica en su llamado “patio trasero”. Y sus amenazas no están dirigidas únicamente hacia México y Venezuela, sino a toda la región latinoamericana.
La excomandante del Comando Sur de Estados Unidos, general Laura Richardson, detalló con precisión lo que el imperialismo estadounidense busca saquear de América Latina y el Caribe: elementos raros, litio, oro, petróleo, gas natural, crudo liviano, cobre, cultivos alimentarios abundantes y vastos depósitos de agua dulce.
El gobierno y las fuerzas armadas estadounidenses también echan el ojo a los dos pasos bioceánicos de la región: el Canal de Panamá y el Paso de Drake, en el extremo sur del continente, de ahí el renovado interés militar en Argentina y, sin duda, en el corredor interoceánico que se desarrolla a un costo de decenas de miles de millones de dólares entre el Océano Pacífico y el Golfo de México a través del Istmo de Tehuantepec, en México.
El analista geopolítico mexicano-libanés Alfredo Jalife sostiene que uno de los principales objetivos de la política estadounidense es mantener el control firme sobre el llamado “Mediterráneo Americano”, término acuñado en el siglo XIX por el geógrafo Alexander von Humboldt para describir el espacio marítimo combinado del mar Caribe y el golfo de México.
Jalife afirma que esta zona adquirió mayor importancia geopolítica a mediados del siglo XX, gracias a estrategas estadounidenses como el almirante Alfred Mahan y el politólogo Nicholas Spykman, quien se refirió a ella como el “vientre blando” de Estados Unidos.
El imperialismo estadounidense busca regresar al siglo XX, cuando Washington llevó a cabo decenas de intervenciones militares en América Latina, incluyendo invasiones, operaciones de cambio de régimen y apoyo militar a dictaduras.
El objetivo declarado del gobierno de Trump es concentrar fuerzas estadounidenses para una guerra global contra China, en la que América Latina constituirá un importante campo de batalla. Lo que comienza nominalmente como una lucha contra el narcotráfico puede derivar en el derrocamiento de gobiernos “objetivo” y una guerra entre grandes potencias por el control de recursos estratégicos y puntos de estrangulamiento.
Grietas crecientes en el partido gobernante Morena
Entretanto, el gobierno de Sheinbaum afronta una crisis más general. Existen luchas internas en el partido gobernante Morena entre partidarios del anterior presidente López Obrador (AMLO) y la base de apoyo de Sheinbaum dentro de la clase dominante.
La corrupción, incluyendo la vinculada a los cárteles, sigue a gran escala. Hace una semana, Estados Unidos actuó contra bancos que consideraba involucrados en el lavado de dinero del narcotráfico, incluyendo uno perteneciente a un cercano colaborador de López Obrador. El acuerdo judicial alcanzado esta semana entre el gobierno de EE.UU. y el cofundador del Cártel de Sinaloa, Ismael Mario Zambada, sin duda inquieta a sectores del gobierno por temor a que se expongan sus vínculos con la corrupción.
Aunque Sheinbaum afirmó a principios de año que la economía mexicana, la decimotercera más grande del mundo en términos de PIB nominal, “va muy bien”, en realidad enfrenta dificultades. La economía creció un 0,6 por ciento en el segundo trimestre, pero se mantuvo estancada en términos anuales.
El gasto público se está recortando como parte del plan de Sheinbaum para reducir el déficit respecto a los niveles alcanzados en 2024. Esto ha generado una reducción de los proyectos de infraestructura generadores de empleo vistos en los últimos cinco años.
Si bien México sigue siendo el mayor socio comercial de Estados Unidos, con casi 840.000 millones de dólares en bienes intercambiados, las políticas de “Estados Unidos Primero” de Trump han limitado el atractivo del “nearshoring” para las empresas que buscaban instalarse en México. La inversión china también se ha desacelerado.
El 31 de julio, Sheinbaum logró una prórroga de 90 días por parte de Trump sobre un aumento tarifario del 30 por ciento, en lugar del 25 por ciento, sobre productos que no cumplan con las reglas del T-MEC firmado durante su primer mandato. Sin embargo, esto no es más que un parche.
En ese momento, Trump escribió en redes sociales: “Hablaremos con México durante los próximos 90 días con el objetivo de firmar un acuerdo comercial dentro de ese período o más adelante”.
Pero la próxima revisión del tratado T-MEC con EE.UU. y Canadá ha generado incertidumbre adicional sobre nuevas inversiones, al igual que la esperada desaceleración de la economía estadounidense.
Josué González, experto en seguridad de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, dice: “Han pasado ocho meses, pero parece que fueran tres años”, tal es la intensidad del intercambio político diario entre Estados Unidos y México bajo Trump. “No se ha visto nada igual en esta era moderna. No parecen relaciones internacionales o diplomáticas, sino una negociación con una empresa 20 veces más pequeña”, actitud hacia México que califica como de “poder absoluto” como con todo el mundo: “El nivel de presión es brutal, como no se había experimentado en ningún otro momento”.
La presión estadounidense “ha causado ondas de choque dentro de Morena y entre sus distintas tribus”, dice Arturo Sarukhán, exembajador mexicano en Washington. “Está reduciendo el margen de maniobra doméstico de la presidenta”, obligándola a optar entre fortalecer su posición o “proteger” a los aliados de López Obrador.
Independientemente del barniz populista del partido Morena, los intereses de la clase dominante mexicana excluyen cualquier respuesta que movilice a los trabajadores en defensa de los derechos democráticos y sociales. Al contrario, requieren que el proletariado mexicano continúe suministrando fuerza laboral barata para el capital financiero. Y a medida que el crecimiento se estanca, aumentan las presiones por parte de los acreedores para recortar los limitados programas sociales y pensiones de Morena.
Al mismo tiempo, la clase dominante mexicana teme que crezca la oposición al gobierno debido a su humillante sumisión ante Trump, la exposición de su corrupción y los planes para realizar recortes sociales.
En el contexto de la presión de Trump, la desigualdad masiva y la inestabilidad global, la clase dominante de México se verá impulsada a considerar medidas represivas para apaciguar a los inversionistas extranjeros, incluyendo la instauración de un marco de ley marcial para reprimir la oposición social dentro de la clase trabajadora y asegurar las cadenas de suministro.
Mientras el gobierno mexicano apacigua a Trump, también garantiza el respaldo de las fuerzas armadas mexicanas ante las provocaciones persistentes de Washington, que buscan fomentar divisiones dentro del Estado contra Morena.
El Senado mexicano aprobó recientemente una ley que regula el funcionamiento de la Guardia Nacional como Fuerza Armada Permanente, bajo el liderazgo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), que será la responsable de combatir al crimen organizado. La presidenta de la República ostentará el Mando Supremo, mientras que el Alto Mando será responsabilidad del titular de la Sedena.
El mando de la Guardia Nacional dejará de ser civil y pasará a manos de un general de división en activo, designado por el Ejecutivo federal a propuesta del secretario de la Defensa Nacional.
La clase dominante mexicana observa con atención el intento golpista de Trump para instaurar una dictadura de carácter fascista, y considera aplicar medidas similares a nivel nacional.
Estas contradicciones solo agravarán aún más el daño económico ya causado por las constantes amenazas de Trump sobre aranceles, deportaciones masivas, intervención militar y los impuestos a las remesas enviadas por trabajadores mexicanos en Estados Unidos, que se materializaron hace apenas unos meses.
Las respuestas de Sheinbaum al embate del imperialismo estadounidense han sido completamente chovinistas y reaccionarias. Estos ataques no pueden ser detenidos a nivel nacional ni mediante negociaciones entre las élites gobernantes, sino únicamente mediante la unificación de los trabajadores de Estados Unidos y América Latina sobre la base del reemplazo del capitalismo por el socialismo internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 25 de agosto de 2025)
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