Desde el comienzo de su guerra arancelaria contra el resto del mundo, el gobierno de Trump, empezando por el propio presidente, ha venido promoviendo la Gran Mentira de que sus imponentes aranceles —los más altos desde los días desastrosos de los años treinta— benefician a la población estadounidense y son pagados por países y empresas extranjeras.
Trump sabe que estas afirmaciones son falsas, y que los aranceles son el equivalente a un impuesto sobre las ventas de productos importados, pagado en la frontera al Estado por el importador y luego trasladado al consumidor final o a la empresa que utilice los productos. Si no se trasladan, ya sea por el importador o por la empresa usuaria, el arancel se paga mediante una reducción en las ganancias de la firma debido al aumento de los costos de operación.
Un informe publicado el viernes pasado por la no partidista Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) reveló uno de los mecanismos centrales en juego en la guerra arancelaria. Se trata de un medio por el cual se impone un impuesto interno para financiar las descomunales reducciones fiscales dirigidas a las corporaciones y a los ultrarricos incluidas en el llamado “gran y hermoso proyecto de ley presupuestario” de Trump.
La CBO indicó que los aranceles anunciados hasta ahora este año generarán más de 4 billones de dólares en la próxima década y que se usarán para reducir los déficits del gobierno en esa misma cantidad. Según el organismo, los aranceles reducirán los déficits primarios en 3,3 billones de dólares y la facturación por intereses en 700.000 millones.
Anteriormente había estimado que el golpe a los ingresos del Estado derivado del presupuesto de Trump sería de 4,1 billones de dólares durante los próximos diez años. En otras palabras, los aranceles representan un gravamen impuesto a la economía nacional para financiar los recortes fiscales.
La estimación de la CBO sobre el impacto fiscal ha sido rechazada por el régimen de Trump, pero este se apresuró a aprovecharse de las cifras de ingresos. Trump afirmó que demostraban que él tenía “razón” y que los ingresos arancelarios “van a reducir el déficit en cifras mucho mayores de las esperadas—inauditas”.
El secretario del Tesoro de EE. UU., Scott Bessent, declaró que espera que los ingresos por aranceles aumenten “sustancialmente” con respecto a sus estimaciones anteriores.
“Vamos a reducir el déficit en relación al PIB. Empezaremos a pagar la deuda y luego, en ese punto, eso se podrá usar como un retorno hacia el pueblo estadounidense”, dijo a CNBC.
Los aumentos arancelarios aún no se han reflejado completamente en los datos oficiales de inflación al consumidor, ya que algunas empresas han optado—al menos hasta ahora—por no subir los precios con el fin de conservar sus ingresos y participación en el mercado. Pero esta situación no puede sostenerse indefinidamente, y los aumentos ya empiezan a notarse en los bienes duraderos de consumo.
En una nota reciente, George Saravelos, del Deutsche Bank, dijo: “La evidencia macroeconómica a nivel general es clara: los estadounidenses están pagando la mayoría de los aranceles. Es probable que haya más presión sobre los precios al consumidor en camino”.
Las corporaciones estadounidenses ya han recibido impactos significativos. General Motors ha afirmado que los aumentos arancelarios han reducido sus ganancias en más de 1.000 millones de dólares. Nike afronta aumentos de costos de 1.000 millones y ha dicho que planea aplicar precios “quirúrgicos” para intentar contrarrestar el efecto en sus resultados.
GM ha señalado que absorberá el golpe arancelario, al igual que otras empresas. Pero el gigante automotriz no es ningún fondo benévolo. Está involucrado en una feroz lucha a muerte con otras firmas automotrices por ganancias y cuotas de mercado. Las leyes de esta lucha en el sistema capitalista lo obligan a intentar recuperar el costo absorbido de los aranceles extrayendo más plusvalía a su fuerza laboral, mediante despidos y explotación intensificada.
Aunque los aumentos arancelarios aún no se han reflejado completamente en los datos oficiales—aunque la experiencia vivida por las familias trabajadoras cuente otra historia—ya están empezando a impactar.
Datos publicados a principios de este mes mostraron que los precios mayoristas, medidos por el índice de precios del productor (IPP), fueron un 3,3 por ciento más altos en julio que el año anterior. La lectura por parte de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS, por sus siglas en inglés), cuyo director fue despedido por Trump a principios de mes tras un informe desfavorable sobre el empleo, fue muy superior al aumento del 2,4 por ciento de junio y a la expectativa de un incremento del 2,5 por ciento.
Comentando los datos al Financial Times (FT), Bill Adams, economista jefe del Comerica Bank, señaló: “Los aranceles están haciendo que las empresas aumenten los precios que se cobran entre ellas, lo cual se reflejará en precios más altos para los consumidores con el tiempo”.
Chris Zaccarelli, director de inversiones en una firma de gestión de activos, dijo al FT que el aumento del índice mayorista “muestra que la inflación recorre toda la economía, aunque todavía no se haya sentido por los consumidores”.
En un editorial sobre el salto del IPP, el Wall Street Journal (WSJ), portavoz de sectores de la clase dominante opuestos a las políticas arancelarias de Trump porque violan el “libre mercado”, dijo que las cifras revelaban quién está pagando realmente los aranceles.
Los funcionarios de la administración Trump estaban ansiosos por convencer a los votantes de que alguien más, en algún otro lugar del mundo, los pagaría en lugar de los hogares estadounidenses. Pero los datos sobre la inflación cuentan otra historia, dijo el WSJ.
El índice IPP se veía peor cuanto más de cerca se lo examinaba, según el periódico. Bienes y servicios experimentaron una inflación “sustancial” con aumentos mensuales del 0,7 y 1,1 por ciento respectivamente. Y los bienes y servicios relacionados con la inversión empresarial se estaban encareciendo. El diario advirtió que las empresas que habían absorbido los costos adicionales, al menos por ahora, no podrían hacerlo para siempre.
El surgimiento de hechos sobre el impacto de los aranceles de Trump en la economía estadounidense y en la clase trabajadora en forma de precios más altos, despidos y empeoramiento de las condiciones no detendrá la campaña de la Gran Mentira del régimen de Trump.
Por el contrario, esta será intensificada, junto con el impulso de convertir a antiguas organizaciones independientes, que intentaban informar con precisión, en obedientes plataformas de propaganda. Ese es el significado del despido del director de la BLS.
Como comentó con ironía Peter Tchir, jefe de estrategia macroeconómica en un banco de inversión, al FT tras la publicación de los datos del IPP: “[Si] yo fuera la persona que produjo el informe, probablemente estaría actualizando mi currículum”.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 28 de agosto de 2025)