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Las protestas en Indonesia: un signo de crisis social y oposición profundamente arraigada

Tras una brutal represión policial y miles de arrestos, el movimiento de protesta que estalló en Indonesia a finales del mes pasado ha disminuido en gran medida, pero ninguno de los problemas fundamentales que alimentaron las manifestaciones ha sido resuelto.

El detonante inmediato de las protestas fue la decisión de otorgar una generosa asignación mensual de alojamiento de 50 millones de rupias (3.045 dólares) a los 580 parlamentarios de la Cámara de Representantes (DPR), una suma 10 o 20 veces superior al salario mínimo que reciben millones de trabajadores que luchan por sobrevivir.

Esta lujosa asignación se convirtió en un símbolo de preocupaciones mucho más profundas y de una oposición creciente ante el abismo social entre una pequeña élite adinerada y sus representantes políticos, por un lado, y la inmensa mayoría de trabajadores, por el otro. Además, la crisis social que enfrenta una gran parte de la población, especialmente la juventud, no hace más que agravarse a medida que el crecimiento económico se desacelera y el desempleo aumenta. La tasa de desempleo juvenil ha alcanzado el 16 por ciento, empujando a muchos jóvenes a trabajos informales y mal remunerados.

Manifestantes se enfrentan a la policía durante una protesta contra las generosas dietas que reciben los miembros del Parlamento, en Yakarta, el 28 de agosto de 2025. [AP Photo/Tatan Syuflana]

Las protestas se intensificaron dramáticamente después del asesinato del joven repartidor en motocicleta Affan Kurniawan el 28 de agosto. Fue atropellado por un vehículo blindado de la policía en medio de una movilización masiva de efectivos, incluyendo a la temida y fuertemente armada unidad especial BRIMOB. En los días siguientes, manifestantes furiosos se enfrentaron con la policía, atacaron edificios gubernamentales y asaltaron las residencias de figuras políticas destacadas, entre ellas la ministra de Finanzas Sri Mulyani, arquitecta de los recortes presupuestarios que ya habían provocado protestas al inicio del año.

Frente a una creciente crisis política, el presidente Prabowo Subianto pospuso un viaje planificado a China. Apareció en una conferencia de prensa el 31 de agosto, acompañado por los líderes de los principales partidos políticos, llamando a la calma y afirmando comprender “las aspiraciones legítimas del pueblo”. Sin embargo, al mismo tiempo, ordenó al “ejército y la policía que tomaran las medidas más enérgicas posibles” contra los supuestos saqueos y actos de destrucción.

Las protestas, en las que participaron miles de personas, no se limitaron a la capital Yakarta, sino que se extendieron a las principales ciudades del país, incluyendo Surabaya, Surakarta, Bandung, Semarang y Yogakarta en Java; Banda Aceh, Padang y Medan en Sumatra; además de Makassar y Kendari en Sulawesi, Palangka Raya en Kalimantan y Manokwari en Papúa Occidental.

Al menos 11 personas murieron en los enfrentamientos con la policía y el ejército, cientos resultaron heridas y otros 20 manifestantes permanecen desaparecidos, según la Comisión para Personas Desaparecidas y Víctimas de la Violencia. Más de 3.000 personas han sido arrestadas.

La semana pasada, y frente a la represión policial, las protestas disminuyeron en intensidad, pero no así la indignación popular. Se mantuvieron manifestaciones más pequeñas. El miércoles pasado, cientos de mujeres de la Alianza de Mujeres de Indonesia (IWA) marcharon hacia el edificio del parlamento en Yakarta con escobas en mano para “barrer la suciedad del Estado, el militarismo y la represión policial”.

El jueves, una movilización estudiantil liderada por la Unión de Estudiantes de Toda Indonesia (BEM SI) tuvo lugar frente al parlamento. Allí, su coordinador central, Muzammil Ihsan, leyó una lista de demandas, que incluía la reducción de las asignaciones parlamentarias, la reforma total de la policía nacional y del parlamento, la liberación de todos los arrestados y la creación de 19 millones de empleos.

Ese mismo día, miembros del Movimiento Obrero con el Pueblo (GEBRAK) realizaron una protesta en una importante avenida en Yakarta, exigiendo también una reforma total de la policía y el parlamento.

El jueves por la noche, una delegación de líderes estudiantiles fue invitada a dialogar con ministros en el Palacio Presidencial, pero, según informes, abandonaron las conversaciones tras ser informados de que debían tener en cuenta “el desarrollo de la nación” al formular sus demandas.

La semana pasada, un grupo de organizaciones activistas elaboró una lista de 17 “demandas populares” a implementarse por Prabowo y su gobierno antes del viernes, junto con otras ocho de carácter más amplio y a largo plazo. Sin embargo, el plazo venció sin que la mayoría de las exigencias fueran satisfechas ni siquiera parcialmente.

En un intento por apaciguar la indignación popular, el parlamento anunció la eliminación de la asignación de vivienda que originó las protestas. El anuncio fue realizado por la presidenta del parlamento, Puan Maharani, hija de la expresidenta Megawati Sukarnoputri y dirigente del Partido Democrático Indonesio de la Lucha (PDI-P), el único partido parlamentario que no forma parte del gobierno de Prabowo.

Ese mismo día, el ministro de Coordinación de Asuntos Económicos, Airlangga Hartarto, sugirió que el gobierno implementaría diversas medidas de estímulo para impulsar el empleo y los ingresos, incluyendo subsidios salariales para quienes ganen menos de 10 millones de rupias mensuales, programas de obras públicas, exenciones fiscales y medidas para evitar despidos masivos. Pero en el contexto de una economía en desaceleración, que se verá aún más afectada por los aranceles de Trump, estas propuestas carecen de credibilidad y son promesas vacías.

No se han tomado medidas para frenar a la policía y al ejército. Las únicas acciones se han limitado a agentes de bajo rango involucrados en el asesinato ampliamente difundido de Affan Kurniawan. El oficial a cargo del vehículo que lo atropelló fue dado de baja de forma deshonrosa, y otro recibió una degradación de siete años.

Estas acciones difícilmente mitigarán la indignación y el resentimiento populares. Imran, un repartidor de comida, declaró a Al Jazeera que la “desigualdad” era la causa raíz de las protestas masivas, “incluida la desigualdad económica, la desigualdad educativa, la desigualdad en salud y en los servicios públicos”.

Refiriéndose al gobierno y al parlamento, afirmó: “No se preocupan por nuestro destino. Deberían estar presentes para resolver los problemas de la comunidad, no para avivar el fuego. Estas protestas surgieron por las malas condiciones económicas de la gente”.

Rahmawati, ama de casa, dijo a Al Jazeera que la ira popular “finalmente estalló… porque sentimos que a nadie le importamos… Lo que queremos es que ellos [los políticos] se preocupen por nosotros y nuestras necesidades. Cada año suben los precios de los alimentos básicos y nunca vuelven a bajar. Hacer la compra se vuelve cada vez más inasequible”.

Significativamente, las protestas en Indonesia han tenido repercusiones en todo el sudeste asiático, donde trabajadores y jóvenes enfrentan problemas económicos y sociales similares, agravados por el lento crecimiento económico. La semana pasada se realizaron manifestaciones en apoyo a las protestas en Indonesia, incluyendo en Malasia y Tailandia.

Estudiantes tailandeses colgaron una pancarta en un paso elevado cerca de la Universidad de Chulalongkorn en Bangkok con la leyenda: “Tailandia apoya al pueblo de Indonesia” y exigieron justicia para los manifestantes asesinados durante la represión policial.

En Tailandia, una usuaria de redes sociales llamada Yammi compartió instrucciones sobre cómo pedir comida para motociclistas repartidores en Yakarta, mostrando simpatía no solo con los manifestantes sino con las difíciles y peligrosas condiciones que enfrentan estos trabajadores precarios. La publicación se volvió viral en la región y a nivel internacional. Llegaron donaciones desde Singapur, Malasia, Filipinas y Brunéi, así como desde Japón, Suecia y Estados Unidos.

Las protestas han ofrecido una visión momentánea de las tensiones sociales explosivas acumuladas en Indonesia, así como en toda la región, que no harán más que intensificarse frente a la cada vez mayor inestabilidad económica global.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 8 de septiembre de 2025)

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