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Escalada en los países bálticos: la OTAN aprovecha una supuesta violación del espacio aéreo por aviones rusos para una nueva escalada bélica

El ministro de Relaciones Exteriores de Estonia, Margus Tsahkna, habla durante una reunión del Consejo de Seguridad en la sede de las Naciones Unidas, lunes 22 de septiembre de 2025. [AP Photo/Yuki Iwamura]

El pasado viernes, el Ministerio de Defensa de Estonia informó que tres cazas MiG-31 rusos habían ingresado en el espacio aéreo estonio durante varios minutos. Mientras el gobierno en Tallin y los aliados de la OTAN calificaron de inmediato el incidente como una “provocación” por parte de Moscú, el Kremlin rechazó rotundamente esta versión. Según el Ministerio de Defensa ruso, no hubo ninguna violación de fronteras. Las aeronaves estaban en un vuelo de transferencia desde una base en el noroeste de Rusia hacia el enclave de Kaliningrado y volaban “en estricto cumplimiento de las normas internacionales que rigen el espacio aéreo, sin violación de fronteras de otros Estados, como confirman controles independientes”.

De hecho, incluso el mapa publicado por las fuerzas armadas estonias indica que los cazas volaron en paralelo a la frontera y estaban en una ruta de tránsito. Sin embargo, el incidente está siendo sobredimensionado por los gobiernos europeos y los medios de comunicación oficiales para intensificar aún más la confrontación con Rusia.

Hoy martes, el Consejo de la OTAN se reúne a solicitud de Estonia bajo el artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte. Estas consultas se convocan cuando un Estado miembro considera que su seguridad está amenazada. En los 76 años de historia de la alianza, este mecanismo solo se ha invocado en contadas ocasiones—la más reciente, hace apenas unos días, por parte de Polonia después de que más de 20 drones rusos cruzaran su espacio aéreo.

Que se celebren dos reuniones de este tipo en una sola semana es una clara expresión de la gravedad de la situación. El artículo 4 se considera un precursor del artículo 5, que prevé un caso de intervención armada conjunta y, por tanto, la entrada en guerra de todos los Estados miembros de la OTAN.

Ya el lunes, representantes de las potencias occidentales aprovecharon el incidente en el Consejo de Seguridad de la ONU para lanzar amenazas bélicas. El nuevo embajador estadounidense, Mike Waltz, declaró: “Estados Unidos y sus aliados defenderán cada centímetro del territorio de la OTAN”.

En Alemania y otros Estados de la OTAN, los políticos compiten por ver quién lanza las exigencias más agresivas. El portavoz de política exterior de la CDU, Jürgen Hardt, exigió una “clara señal de alto” para Moscú: toda violación militar de fronteras debe “responderse con medios militares—incluso con el derribo de aviones rusos sobre territorio de la OTAN”. En el mismo tono se pronunciaron la ministra de Defensa de Lituania, Dovilė Šakalienė, y el presidente checo, Petr Pavel.

Los Verdes abogan por una estrategia europea coordinada. “Europa necesita unidad sobre cuándo y cómo responder paso a paso si algo así vuelve a ocurrir”, dijo la portavoz de política de seguridad, Sara Nanni.

Los políticos del SPD piden “moderación” pero al mismo tiempo exigen una expansión masiva de la defensa aérea. Siemtje Möller, vicepresidenta del grupo parlamentario, advirtió que las capacidades militares actuales son insuficientes para proteger eficazmente el flanco oriental.

Con tal propaganda de guerra y agitación antirrusa, la población está siendo acostumbrada gradualmente a la idea de que el derribo de aviones rusos en el espacio aéreo europeo—y por tanto la entrada directa en la guerra—es una “opción”.

La OTAN ya ha tomado medidas concretas. Con la Operación Centinela del Este, la alianza está reforzando su presencia en el aire, el mar y en tierra a lo largo del flanco oriental. Aviones F-35 italianos realizaron la interceptación de los MiG-31 rusos el viernes. Alemania ha estacionado una segunda unidad de alerta rápida en Rostock-Laage; Francia ha desplegado cazas Rafale en Polonia; y Dinamarca ha enviado una fragata.

Dado que los países bálticos no disponen de fuerzas aéreas propias, la llamada “policía aérea de la OTAN” es llevada a cabo desde hace años por miembros que se rotan. Ahora se pretende transformarla en un “sistema de defensa integrado y completo”. El comandante supremo de la OTAN, Alexus Grynkewich, declaró que el objetivo era “cerrar las brechas en nuestra defensa frente a una amenaza concreta”.

Alemania está desempeñando un papel clave en esta escalada. El inspector general Carsten Breuer anunció que la Bundeswehr pondrá en funcionamiento, antes de fin de año, las llamadas municiones merodeadoras—drones kamikaze. “Al final, tendrá que tratarse de usar drones contra drones”, declaró. Está impulsando enérgicamente el rearme para una futura guerra con drones.

Al mismo tiempo, la Bundeswehr se prepara para un escenario que podría traducirse en un fuerte aumento de las bajas en el frente en Ucrania y que recuerda a las sangrientas batallas de las guerras mundiales. El cirujano general Ralf Hoffmann dijo a Reuters que, en caso de guerra con Rusia, Alemania debe prepararse para atender hasta 1.000 soldados heridos por día. Se está ampliando masivamente el servicio médico, se están preparando trenes y autobuses hospitalarios y los hospitales alemanes deben reservar 15.000 camas para soldados.

Estas declaraciones por sí solas dejan claro cuán concretos son ya los preparativos de guerra.

El papel agresivo de Berlín está vinculado a una tradición larga y criminal. Ya durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, el control de Ucrania y la conquista de Rusia desempeñaron un papel central en los planes expansionistas del imperialismo alemán. Hoy se repite esta estrategia depredadora que, con la guerra de exterminio de Hitler contra la Unión Soviética, dio lugar a algunos de los mayores crímenes de la historia de la humanidad—ahora bajo el disfraz de “defensa” y “democracia”.

La invasión rusa de Ucrania es reaccionaria y nacionalista. Pero eso no cambia el hecho de que la OTAN provocó sistemáticamente el conflicto: mediante su expansión hacia el este tras 1991, el cerco militar a Moscú con bases militares, el golpe respaldado por Estados Unidos y la Unión Europea en Kiev en 2014 y la transformación de Ucrania en un puesto avanzado de la OTAN. Desde entonces, las potencias occidentales han impulsado continuamente la escalada.

La política de escalada europea también es una respuesta a la reorientación geoestratégica de Estados Unidos. Después de la cumbre Trump-Putin en Alaska, todo apunta a que Washington busca un acuerdo con Moscú sobre recursos para poder concentrar sus fuerzas en la confrontación con China. Europa, mientras tanto, debe cargar con gran parte del peso de la guerra contra Rusia.

Esto aumenta el impulso de las principales potencias de la UE, sobre todo de Alemania, para actuar militarmente de forma más independiente y ampliar la producción de armamento a una escala histórica.

El nuevo presupuesto que actualmente se debate en el Bundestag ya prevé un gasto militar de 128.000 millones de euros para el próximo año. Para 2029 deberá aumentar a 153.000 millones y financiarse exclusivamente con el presupuesto ordinario. Con los créditos de guerra de 1 billón de euros—apoyados por todos los partidos del Bundestag, incluidos Die Linke y los Verdes—se pretende poner “en forma para la guerra” a todo el país.

Mientras la clase dominante busca imponer sus intereses imperialistas mediante el fascismo y la guerra, crece la resistencia en la clase obrera. En Francia, cientos de miles se manifestaron y fueron a la huelga la semana pasada contra el presupuesto de guerra y austeridad de Macron. En Italia, el lunes, también cientos de miles salieron a las calles contra el genocidio israelí en Gaza.

Los trabajadores perciben que la política de guerra está indisolublemente ligada a los recortes sociales, la dictadura y el fascismo. Los enormes gastos en armamento se financian directamente con recortes en sanidad, educación, pensiones y salarios.

Los últimos incidentes—supuestas violaciones del espacio aéreo por drones o cazas—están siendo instrumentalizados deliberadamente por la OTAN para seguir alimentando la escalada. Con la segunda consulta bajo el artículo 4 en apenas unos días y el debate sobre el derribo de cazas rusos, Europa se encuentra al borde de una confrontación militar directa entre la OTAN y Rusia—un escenario que podría derivar inevitablemente en una guerra mundial nuclear.

La clase obrera no debe permanecer impasible ante esta locura. La lucha contra la guerra, el militarismo y la austeridad requiere la construcción de un movimiento socialista internacional que derroque a los gobiernos imperialistas y reorganice la sociedad sobre la base de la igualdad social y la solidaridad internacional. Solo de este modo podrá evitarse la catástrofe que se avecina.

(Artículo originalmente publicado en inglés el 22 de septiembre de 2025)

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