El primer ministro australiano Anthony Albanese se unió a los líderes del Reino Unido, Canadá, Francia y varios otros Estados europeos para “reconocer” formalmente a un Estado palestino durante una cumbre de la Asamblea General de la ONU celebrada hoy.
Al igual que esos países, Albanese busca encubrir la continua complicidad de su gobierno en el genocidio israelí contra los palestinos en Gaza con una promesa que representa el colmo de la hipocresía imperialista. Está “reconociendo” a un Estado que no existe ni existirá, mientras su gobierno laborista apoya a un régimen israelí explícitamente comprometido con la limpieza étnica de Gaza y, en última instancia, de toda la Palestina histórica.
Al igual que sus homólogos, Albanese intenta desesperadamente apaciguar y desviar la oposición masiva al genocidio dentro de Australia.
Como en el resto del mundo, el genocidio ha sido una cuestión central también en Australia, país que cuenta con una gran población de origen mediooriental e islámico y donde importantes capas de la juventud se han politizado a raíz de los horrores de los últimos dos años.
Los intentos del Partido Laborista de negar su implicación, además, han recibido una serie de golpes, incluidas revelaciones sobre el mantenimiento de exportaciones militares hacia el régimen sionista.
Las declaraciones de Albanese en la ONU fueron notables no solo por demostrar el completo fraude que representa este “reconocimiento”, sino también por legitimar los diversos argumentos del imperialismo y del sionismo utilizados para justificar el genocidio en curso.
Empezó con un panegírico a la creación del Estado sionista: “En 1947, Australia se enorgulleció de ser el primer miembro de las Naciones Unidas en votar a favor del plan que hizo posible el moderno Estado de Israel”, declaró Albanese. Como ha presumido anteriormente, esto ocurrió bajo un gobierno laborista, marcando desde el inicio el patrón de apoyo de Australia al proyecto de limpieza étnica israelí.
Albanese no dijo nada sobre la realidad de que Israel fue fundado mediante el desplazamiento masivo de palestinos. La formación de un Estado colonial basado en la dominación racial judía, que Albanese celebró, implicó inevitablemente la subyugación del pueblo palestino y un expansionismo israelí sin tregua. Bajo las condiciones actuales de un estallido de guerras imperialistas a nivel global, esto ha culminado en un Holocausto del siglo XXI.
Los 80 años de opresión imperialista contra los palestinos fueron vagamente presentados como una serie de “oportunidades perdidas” y un “ciclo de violencia”.
Albanese solo abandonó esta retórica pasiva y ambigua cuando se refirió al 7 de octubre de 2023. La operación militar palestina, que tuvo el carácter de una fuga desesperada desde una Gaza que llevaba 16 años asediada, fue calificada como un acto de “terrorismo” irracional y “horrífico”, sin causas que lo antecedieran.
Albanese exigió apasionadamente la liberación del pequeño número de rehenes israelíes que aún quedan. Declaró que “nos solidarizamos con los judíos de todo el mundo que sienten la fría sombra del capítulo más oscuro de la historia en cualquier acto de antisemitismo”.
Esa afirmación, que equipara la oposición a los crímenes de guerra de Israel respaldados por el imperialismo con el odio antijudío, ha sido utilizada por Albanese y otros líderes imperialistas para calumniar y atacar a la oposición masiva existente.
Cuando Albanese se refirió a la situación de los palestinos, volvió a la voz pasiva. Describió la situación en Gaza como una “catástrofe humanitaria”. “Decenas de miles de civiles han sido asesinados”, dijo, sin mencionar quién los mató.
En un discurso que ya está siendo retratado por sectores de la prensa afín al laborismo como valiente y audaz, la crítica de Albanese al régimen sionista comenzó y terminó con la frase: “Y el gobierno israelí debe aceptar su parte de responsabilidad”. Advirtió que la guerra en Gaza, así como la expansión de los asentamientos israelíes, “ponen en riesgo la posibilidad de una solución de dos Estados”.
Todo esto está cargado de cinismo. Albanese sabe perfectamente lo que está haciendo Israel, porque sus líderes son explícitos sobre sus objetivos. Han declarado abiertamente que la actual ofensiva contra la ciudad de Gaza es el preludio de la limpieza étnica de toda la Franja, en consonancia con el plan de Trump de transformarla en un “bien inmueble” bajo control estadounidense.
El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha declarado en repetidas ocasiones que el “reconocimiento” no cambiará nada y ha afirmado que los líderes mundiales que lo promueven solo buscan apaciguar a la opinión pública en sus propios países.
Las únicas propuestas concretas de Albanese fueron dirigidas contra los palestinos. Hamás tendría que “deponer las armas y poner fin a su gobierno en Gaza.” Es decir, la única entidad que resiste la invasión israelí, en medio de un plan abierto y declarado para anexar la Franja, tendría que rendirse y enfrentarse a ser encarcelada o asesinada masivamente.
La Autoridad Palestina, un instrumento corrupto y dócil del imperialismo estadounidense e israelí, tendría que volverse aún más sumisa, declaró Albanese. Tendría que “desmilitarizarse completamente” y llevar a cabo “reformas integrales” en todas las áreas de gobierno.
La solución de dos Estados está claramente muerta, pero incluso en el relato fantasioso de Albanese es una burla a los principios de autodeterminación y soberanía.
El verdadero programa del laborismo se hace evidente en la continuación de las exportaciones militares a Israel, incluidas, como reveló Declassified Australia en julio, el suministro continuo de componentes esenciales sin los cuales los cazas F-35 del régimen sionista no podrían volar ni lanzar bombas sobre los palestinos.
La base de espionaje conjunto entre EE. UU. y Australia en Pine Gap, en el centro del país, proporciona casi con toda seguridad información de objetivos a Israel para su uso contra los palestinos. Esa es una de las múltiples formas en que Australia se ha integrado cada vez más al aparato militar-inteligencia de EE. UU., principal artífice del genocidio.
Albanese no fue uno de los primeros en seguir a otros líderes en realizar esa promesa cínica de “reconocer” a Palestina. Solo cambió de posición después de una protesta a principios del mes pasado en la que participaron hasta 300.000 personas sobre el Sydney Harbour Bridge, en lo que fue una de las mayores marchas pro-palestinas per cápita del mundo.
Datos del monitor internacional de conflictos ACLED, publicados por SBS News esta semana, muestran que desde que comenzó el genocidio en Gaza hubo más de 900 protestas propalestinas en Australia durante los últimos dos años.
SBS señaló que “Australia ocupa el noveno lugar a nivel mundial en cuanto a protestas propalestinas, y el cuarto entre los países no musulmanes.” En cuanto a las protestas de más de 10.000 personas, las 33 registradas en Australia colocan al país en la segunda posición, solo detrás de Yemen.
Esto pone de manifiesto un sentimiento antibélico cada vez más generalizado y creciente, especialmente entre trabajadores y jóvenes. Los gobiernos laboristas, encabezados por Albanese, han respondido con amenazas, intimidaciones y despliegues policiales. En algunos estados, como Nueva Gales del Sur, el gobierno laborista ha intentado en varias ocasiones prohibir manifestaciones, y ha implementado amplias leyes contra las protestas.
Esa es una de las formas de intentar sofocar la oposición. La otra son las mentiras y los encubrimientos, como lo es la promesa de “reconocimiento”.
Tales mentiras han castrado políticamente al movimiento de masas, a pesar de su tamaño, longevidad y los sinceros sentimientos de sus participantes. Líderes del Partido Verde y grupos pseudoizquierdistas han subordinado la oposición a llamamientos impotentes al laborismo para que cambie de rumbo, ocultando la realidad de que el genocidio forma parte integral de una marcha más amplia del imperialismo hacia la guerra mundial.
Como ha insistido el Partido Socialista por la Igualdad, no se requieren súplicas morales a los mismos gobiernos responsables de estos crímenes, sino una lucha implacable contra ellos, incluyendo la movilización de la clase obrera mediante huelgas y acciones industriales en oposición a las burocracias sindicales corporativizadas y alineadas con el laborismo.
Dicha lucha debe formar parte del combate por construir un movimiento socialista, revolucionario e internacional antibélico de la clase trabajadora, dirigido contra la fuente de esta barbarie creciente: el propio sistema capitalista.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 22 de septiembre de 2025)
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