El Club Nacional de Prensa de Australia ha cancelado una charla previamente programada del periodista estadounidense Chris Hedges, sin proporcionar una explicación coherente. Los eventos del Club de Prensa en Canberra suelen ser televisados a nivel nacional cada semana por la cadena pública Australian Broadcasting Corporation (ABC) y atraen a una audiencia importante.
Pese a sus negativas, está claro que la decisión del Club de Prensa constituye un acto de censura política. Además de ceder ante una campaña de grupos de presión proisraelíes, el tema de Hedges, la “traición a los periodistas palestinos”, incluyendo por parte de sus colegas en Occidente, probablemente resultó demasiado incómodo.
Hedges, periodista galardonado con el premio Pulitzer, ex corresponsal del New York Times y autor, tenía previsto pronunciar el discurso el 20 de octubre, como parte de una gira de conferencias más amplia por Australia.
Tras la cancelación de la charla el viernes y una importante reacción en redes sociales, el Club de Prensa intentó minimizar el daño. En una declaración emitida el fin de semana, alegó haber “acordado tentativamente una fecha” para que Hedges hablara, “dado su prestigio y experiencia respecto a Gaza”.
El Club de Prensa negó la afirmación de Hedges de que la fecha y hora de su intervención habían sido publicadas en su sitio web. Eso habría indicado claramente que el acuerdo iba mucho más allá de algo “tentativo”.
Por desgracia para quienes emitieron el comunicado, personas habían tomado capturas de pantalla de la página del sitio web del Club de Prensa donde, en efecto, se anunciaba la charla de Hedges, antes de que fuera retirada discretamente. Se publicó el 8 de septiembre e incluso se indicaba el precio de la entrada, lo que deja en claro que no se trataba de una simple propuesta.
Dada la endeble justificación presentada, es preciso poner en duda todo lo demás dicho en el comunicado. La afirmación de que “no hubo presiones de nadie ajeno a la junta directiva, ni directas ni indirectas” suena mucho a “quien mucho se excusa, se acusa”.
La mención de que no hubo presiones “indirectas” es especialmente inverosímil. Durante los últimos dos años, todo el ambiente en los círculos oficiales de la política y los medios de comunicación ha estado marcado precisamente por ese tipo de “presión”.
La línea promovida por el gobierno laborista y los medios corporativos ha sido calumniar fraudulentamente de antisemita a cualquiera que denuncie enérgicamente los crímenes de guerra masivos de Israel, como lo hace Hedges.
En cuanto a formas más “directas” de presión, está ampliamente documentado que los grupos sionistas de presión se han enfocado particularmente en los medios de comunicación. En junio, un tribunal federal dictaminó que la ABC había despedido ilegalmente a la periodista libanesa-australiana Antoinette Lattouf, precisamente a instancias de esos grupos de presión, que la habían atacado ferozmente por criticar las violaciones de derechos humanos cometidas por Israel.
La explicación del Club de Prensa sobre su decisión consistió únicamente en una declaración de que “cuando se conocieron más detalles sobre el discurso, decidimos buscar a otros ponentes sobre el tema”. Según Hedges, el director general del Club de Prensa, Maurice Reilly, le dijo que “en aras de equilibrar nuestro programa, retiraremos nuestra oferta”.
Si ese es el caso, las preguntas evidentes son:
¿Cuál es la evaluación “equilibrada” del asesinato por parte de Israel de un estimado de 278 periodistas palestinos?
¿Cuál es la postura “equilibrada” frente a una guerra de aniquilación que ha sido calificada como genocidio por todas las organizaciones de derechos humanos con credibilidad, y por la cual la Corte Penal Internacional ha emitido órdenes de arresto contra el primer ministro Benjamín Netanyahu y otros líderes israelíes?
Hedges, al protestar públicamente contra la cancelación, afirmó que: “el embajador israelí, el teniente coronel retirado Amir Maimon, quien pasó 14 años en las fuerzas armadas israelíes, al parecer está siendo considerado como ponente”.
En respuesta, Hedges escribió: “El teniente coronel Maimon puede, obviamente, si así lo desea, ilustrarnos sobre el programa de inteligencia artificial conocido como ‘Lavender’ y cómo selecciona a personas, junto con sus familias, en Gaza para ser asesinadas… Puede explicarnos por qué Israel continúa con la masacre masiva cuando su propia base de datos de inteligencia interna indica que al menos un 83 por ciento de los palestinos asesinados son civiles”.
El comunicado del Club de Prensa declaró que “la inferencia de que el señor Hedges fue cancelado para dar paso al embajador israelí también es falsa y sin fundamento”. Esa frase parece cuidadosamente redactada. No refuta explícitamente lo planteado por Hedges, es decir, que Maimon estaba siendo considerado.
Tal consideración está lejos de ser descartable, dado que el Club de Prensa ya acogió a Maimon a finales de octubre de 2023. Mientras Israel realizaba sus bombardeos más indiscriminados sobre la Franja de Gaza, el militar israelí arremetió contra Hamas e insistió en que él y sus compatriotas eran las verdaderas víctimas, ante un cuerpo de prensa complaciente que guardó silencio.
Existen otros dos factores que podrían haber influido en la cancelación, más allá de la posible presión directa de grupos sionistas y del propio Estado israelí.
Al protestar por la cancelación y explicar lo que tenía intención de decir, Hedges enlazó un artículo de septiembre con el mismo título que su discurso cancelado.
Se trata de una feroz denuncia de los periodistas incrustados que promueven la guerra y encubren los crímenes del imperialismo, y que Hedges contrasta con los verdaderos reporteros de investigación, ejemplificados por aquellos periodistas palestinos que perdieron la vida por decir la verdad.
Un punto de conflicto obvio es que la descripción de Hedges de periodistas que “repiten servilmente todo lo que les dicen las autoridades, muchas veces mentiras, y fingen que es noticia” se aplica a la gran mayoría de los corresponsales de prensa australianos.
Aunque existen excepciones honorables, colectivamente se han cubierto de vergüenza en los últimos dos años, dedicando vastos recursos y su limitado talento a legitimar las atrocidades en curso y atacando frenéticamente a quienes las denuncian.
Los medios oficiales han demostrado total desinterés frente a la participación activa de Australia en el genocidio. Revelaciones recientes sobre la magnitud de las exportaciones militares que Australia continúa enviando a Israel fueron publicadas por Declassified Australia, un pequeño medio independiente, y luego silenciadas por la prensa oficial.
El otro factor es el carácter del propio Club de Prensa. A pesar de sus pretensiones como foro de debate público, es en esencia una agrupación de intereses políticos, corporativos y mediáticos reaccionarios.
El principal patrocinador del Club de Prensa es Westpac, uno de los cuatro principales bancos del país. Otras empresas patrocinadoras incluyen decenas de grandes corporaciones, incluida al menos una fabricante de armamento, Thales.
El primer patrocinador listado de la fundación C.E.W. Bean del Club de Prensa, supuestamente dedicada a “honrar la memoria de corresponsales de guerra australianos”, es el exdiputado laborista Kim Beazley. Fue apodado “bombardero Beazley”, debido a sus opiniones militaristas, y formó parte del directorio de la empresa armamentista Lockheed Martin tras su retiro de la política.
Más allá del carácter del Club de Prensa, la censura a Hedges forma parte de un ataque más amplio contra los derechos democráticos, que apunta directamente a la oposición masiva al genocidio. El gobierno laborista de Nueva Gales del Sur, por ejemplo, ha iniciado otra vez acciones legales para intentar prohibir una protesta pro-Palestina, esta vez por una manifestación prevista para el próximo fin de semana en la Ópera de Sídney.
Una encuesta encargada por la red Australia Palestine Advocacy Network y realizada el mes pasado por la firma independiente YouGov deja en claro contra qué apunta esta censura. El 69 por ciento de los encuestados coincidió en que Israel debe detener su ataque a Gaza. El 58 por ciento dijo “hay un genocidio en curso en Gaza”. Solo un 15 por ciento estuvo en desacuerdo.
Estos sentimientos son diametralmente opuestos al discurso que los gobiernos laboristas, el establishment político y sus portavoces mediáticos han impulsado durante los últimos dos años.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 5 de octubre de 2025)