Con el nombramiento del teniente general Christian Freuding como nuevo inspector del Ejército —la máxima jerarquía de la cúpula militar— el gobierno alemán ha dado un nuevo paso en su agresivo rearme y preparativos de guerra.
El ministro de Defensa, Boris Pistorius (del Partido Socialdemócrata, SPD), elogió a Freuding como el “general de la nueva era ” y el “líder de la política alemana hacia Ucrania”. Freuding representa una nueva generación de oficiales que no sólo están dispuestos, sino ansiosos por librar guerras. Su nombramiento se produce en un momento en que la burguesía alemana y europea se prepara rápidamente para un gran conflicto, tanto en el extranjero contra Rusia como internamente contra su propia población.
Este desarrollo corre paralelo al de Estados Unidos. A finales de septiembre, el secretario de guerra estadounidense, Pete Hegseth, reunió a cientos de generales en una base militar cerca de Washington D.C. para invocar la llamada “ética del guerrero” —una abierta convocatoria a la guerra contra Rusia, China y, en última instancia, contra la oposición interna. La clase dominante alemana sigue el mismo camino.
El gabinete alemán adoptó recientemente la nueva Ley de Seguridad Militar, que concede al ejército amplios poderes para su despliegue dentro del país. La ley autoriza no sólo el uso de drones armados, sino que también amplía las facultades de los soldados para realizar registros, detenciones y otras acciones contra civiles. Maniobras recientes, como las llevadas a cabo en Hamburgo, muestran que la Bundeswehr (Fuerzas Armadas) ya entrena para operaciones internas, una evolución que, al igual que los preparativos de guerra contra Rusia, remite a los capítulos más oscuros de la historia alemana.
El propio Freuding personifica este nuevo curso agresivo. Su primera orden del día parece un documento del mando de la Wehrmacht hitleriana antes de 1939:
Se avecinan tareas exigentes. Debemos mejorar aún más nuestra preparación para el combate. Queremos alcanzar finalmente el equipamiento completo con material. También debemos crecer en personal… Crearemos nuevas unidades y grandes formaciones —ante todo nuestra 45ª Brigada Blindada en Lituania… Desarrollaremos y ampliaremos de inmediato capacidades urgentemente necesarias, como el combate con y contra drones… El enemigo no esperará nuestro informe de “listos”.
Continúa: “Quiero trabajar por un ejército preparado para combatir, que prevalezca, que gane”.
Este lenguaje militarista no es accidental. Refleja la mentalidad de una oficialidad que habla abiertamente de un “enemigo” y busca transformar la Bundeswehr en un “ejército preparado para el combate”. La tarea de Freuding es la implementación práctica de la estrategia de guerra alemana contra Rusia, incluyendo el despliegue de una brigada blindada en Lituania, directamente en la frontera con Rusia.
Antes, Freuding encabezaba el Centro de Situación sobre Ucrania en el Ministerio de Defensa y es considerado uno de los arquitectos del apoyo militar de Alemania a Kiev. El 9 de mayo —Día de la Victoria que conmemora el triunfo del Ejército Rojo sobre la Alemania nazi en 1945— fue fotografiado estrechando la mano del comandante neonazi ucraniano Oleg Romanov, quien dirige la unidad fascista “Paskuda” dentro de las fuerzas armadas ucranianas. Que Freuding eligiera este día para aliarse con semejantes fuerzas es una provocación deliberada que simboliza la continuidad del militarismo alemán —el vínculo ideológico y político con quienes lucharon junto a la Wehrmacht de Hitler contra la Unión Soviética.
El discurso de Freuding sobre “combate” y “victoria” se enlaza directamente con las peores tradiciones del imperialismo alemán. En ambas guerras mundiales, los objetivos centrales de Berlín fueron la dominación de Europa del Este, el control de la rica Ucrania y la subyugación de Rusia. Hoy, esa misma locura geopolítica se persigue bajo los lemas de “libertad” y “disuasión”.
El resurgimiento del militarismo alemán no es accidental, sino producto de la profunda crisis del capitalismo. La clase dirigente responde a los crecientes conflictos entre grandes potencias, la extrema desigualdad social y la resistencia de la clase trabajadora recurriendo a la guerra en el exterior y la represión en el interior. Impulsada por estas fuerzas objetivas, sólo puede avanzar con más rapidez por este camino.
Un comentario publicado el 7 de octubre en la página web de la Asociación de la Bundeswehr por el excomisionado parlamentario de las Fuerzas Armadas, Hans-Peter Bartels (SPD), titulado “¿Operación Flanco Este 2029 – o antes?” especula sobre si Alemania podría verse “seriamente desafiada” por Rusia antes de 2029. Por lo tanto, argumenta, el “factor tiempo” es crucial.
Bartels basa su confianza en la “realidad del plan financiero oficial del gobierno”, es decir, el billón de euros en créditos de guerra respaldados por todos los partidos del Bundestag (parlamento). Estos aumentarán el presupuesto regular anual de defensa al 3,5 por ciento del PIB (153.000 millones de euros) para 2029 y posteriormente al 5 por ciento (más de 220.000 millones de euros). Esto constituye la mayor ofensiva de rearme y guerra desde Hitler.
“Hasta los simples anuncios de pedidos envían una señal a Moscú”, se entusiasma Bartels, antes de enumerar:
1.000 tanques Leopard, 5.000 vehículos blindados Boxer, 600 Skyrangers, más Pumas, obuses autopropulsados, municiones merodeadoras, drones, satélites, radios digitales y sistemas de ‘nube de combate’, bombarderos furtivos y Eurofighters, 14 nuevas fragatas, una duplicación de la flota de submarinos, una triplicación de la defensa aérea terrestre, defensa antimisiles terrestre y marítima, y armas de ataque de precisión profunda.
“Casi parece”, concluye Bartels, “como si estuviéramos refundando la Bundeswehr en estos días —más fuerte, más moderna— ¡y debe hacerse rápidamente!”
En una conferencia del Ministerio de Defensa el martes, Pistorius anunció planes para construir nuevos cuarteles “en cadena” para alojar la expansión prevista del ejército. “Sólo para el nuevo sistema de servicio militar, necesitaremos unas 40.000 camas adicionales para reclutas y soldados en unidades activas durante los próximos años”, declaró.
“Según los planes actuales, eso significa en principio alrededor de 270 nuevos edificios —y no en algún momento indefinido, sino hasta 2031, es decir dentro de los próximos cinco años y medio.”
La militarización se extiende más allá de la Tierra y alcanza el espacio. Para 2030, el Ministerio de Defensa planea establecer una arquitectura espacial militar de 35.000 millones de euros —que incluiría satélites, sistemas de radar, estaciones terrestres e incluso un avión espacial.
Este vehículo, diseñado para despegar y aterrizar desde pistas convencionales, “ya no es ciencia ficción”, proclamó recientemente Pistorius. Lo construirá no un socio europeo o una empresa estadounidense, sino la start-up alemana Polaris, que desarrolla un nuevo sistema de propulsión que podría revolucionar los vuelos espaciales. Si tiene éxito, Alemania se uniría a Estados Unidos y China como las únicas naciones con capacidad para “operaciones de gran altitud” —vuelos entre 20 y 180 kilómetros.
El general de división Michael Traut, jefe de Mando Espacial de la Bundeswehr, ya ve a Alemania liderando el sector: “Tecnológicamente, no tenemos que ir 10 años por detrás de los estadounidenses —ya estamos otra vez al mismo nivel”, declaró al diario financiero Handelsblatt .
Con estas nuevas capacidades espaciales, la Bundeswehr podría realizar vuelos de reconocimiento a gran altitud sin ser molestada, ya que oficialmente el espacio comienza a 101 kilómetros. “Eso significa que podrías volar sobre Rusia a esa altitud, y en realidad nadie tendría permitido derribarte”, afirmó Traut.
Estas declaraciones desenmascaran toda la propaganda sobre “drones rusos” y supuestos “vuelos de espionaje” como pura histeria bélica —creada para preparar a la opinión pública para el conflicto.
El elogio de Pistorius de que “los próximos capítulos del Ejército llevarán la firma de Freuding” equivale a una declaración abierta de guerra —no sólo contra Rusia, sino también contra la clase trabajadora. El enorme rearme, la militarización de la vida pública, el recorte de derechos democráticos y la preparación para el despliegue interno de la Bundeswehr están inseparablemente unidos.
La ofensiva belicista de la clase dominante ya encuentra una creciente resistencia —huelgas y protestas masivas contra el genocidio en Gaza, contra la militarización y la guerra, y contra el asalto a los derechos sociales y democráticos que se difunde por toda Europa. Lo que se necesita es una orientación y una perspectiva política independientes.
La lucha contra la guerra exige la movilización política consciente de la clase trabajadora internacional. Es inseparable de la lucha contra el sistema capitalista, que en su crisis vuelve a recurrir a métodos bárbaros. Sólo construyendo un movimiento masivo socialista dirigido contra la guerra y el capitalismo puede evitarse una nueva catástrofe.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 10 de octubre de 2025)