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El canciller alemán Merz justifica el genocidio en Gaza

Incontables estudiantes de secundaria han leído la novela 1984 de George Orwell. Pero lo ocurrido ayer en Alemania supera esa visión distópica. El segundo aniversario del inicio del genocidio israelí en Gaza fue aprovechado para una campaña propagandística en la que una omisión, tergiversación o mentira superaba a la anterior. Apenas hubo una palabra pronunciada, una línea publicada que no invirtiera por completo la realidad.

Las banderas ondearon a media asta en toda Alemania, y en todas partes se celebraron actos conmemorativos por las 1.200 víctimas israelíes del ataque de Hamás. Al mismo tiempo, casi no hubo mención de los al menos 67.000 palestinos asesinados, los otros 2 millones desplazados, la utilización del hambre como arma, la destrucción de hospitales, escuelas y casi todos los edificios residenciales en Gaza, así como de todos los demás crímenes de guerra documentados cometidos por el gobierno y el ejército israelíes.

Palestinos en los restos de la ciudad de Gaza el 3 de enero de 2024 [AP Photo/Mohammed Hajjar]

El silencio es complicidad. El gobierno alemán es profundamente cómplice de los crímenes del régimen de Netanyahu. Lo apoya con armas, lo defiende políticamente y reprime a todo aquel que se manifieste contra el genocidio de los palestinos.

La razón no es —y nunca ha sido — “resarcir el Holocausto”. El gobierno alemán utiliza al Estado sionista para perseguir sus propios intereses imperialistas en la región del Medio Oriente, rica en recursos y de gran importancia estratégica. Apoya a Israel porque, como admitió el canciller Friedrich Merz en un raro momento de honestidad, “está haciendo el trabajo sucio por todos nosotros”.

Los palestinos son un obstáculo para el control imperialista total del Medio Oriente. Por eso deben ser destruidos. Washington, Berlín, Tel Aviv y los gobiernos árabes reaccionarios coinciden plenamente en este objetivo. Por eso todos celebran el “plan de paz” del presidente estadounidense Trump, que deja a los palestinos la opción de renunciar a todos sus derechos o ser exterminados.

Los actos conmemorativos del 7 de octubre fueron un intento cínico de ocultar estos hechos. No pretendían mostrar solidaridad con las víctimas del 7 de octubre —cuyos familiares llevan dos años protestando contra Netanyahu— sino intimidar a todos aquellos, incluidos los numerosos judíos que rechazan el genocidio en Gaza.

Las más altas autoridades del Estado alemán participaron. El presidente federal Frank-Walter Steinmeier visitó una sinagoga en Leipzig. La presidenta del Bundestag Julia Klöckner inauguró una exposición en el aeropuerto Tempelhof que reconstruye el ataque al festival de música Nova. Y el canciller Friedrich Merz advirtió en un mensaje en video sobre el creciente antisemitismo en Alemania. En la Puerta de Brandeburgo se leyeron los nombres de las víctimas del ataque de Hamás y se proyectó la frase “Tráiganlos a casa ahora”.

Durante todo esto, se negó y ocultó por completo el trasfondo histórico y político, presentando el ataque de Hamás como un acto terrorista que habría golpeado por sorpresa a un Israel pacífico, en lugar de como la reacción a 75 años de brutal opresión del pueblo palestino y a la transformación de Gaza en una prisión al aire libre.

Hamás, en sí misma, es una organización islamista y nacionalista sin una perspectiva viable, que durante mucho tiempo fue promovida por Israel como contrapeso a la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), cuya transformación en un instrumento obediente de Israel condujo en última instancia al ascenso de los supuestos islamistas más radicales.

También ha sido refutado hace tiempo el argumento de que el ataque de Hamás tomó por sorpresa a Israel. En realidad, los servicios de inteligencia israelíes conocían los planes desde hacía meses. No obstante, todas las tropas israelíes fueron retiradas de la frontera, lo que permitió que las fuerzas ligeramente armadas de Hamás entraran sin obstáculos en Israel.

Cuando las tropas israelíes finalmente llegaron varias horas después, actuaron con tal agresividad, abriendo fuego con helicópteros y tanques, que numerosos israelíes —unas 360 personas de las 1.140 víctimas, según estimaciones— murieron a manos del propio ejército israelí y no de Hamás. Nunca se llevó a cabo una investigación independiente al respecto. También se afirma que se aplicó la llamada directiva Hannibal, que ordena matar a soldados para evitar que sean tomados como rehenes.

Asimismo, ha resultado ser mera propaganda la extendida afirmación de que mujeres israelíes fueron violadas por combatientes de Hamás. Después de 14 meses, la fiscal israelí Moran Gaz tuvo que admitir que no había pruebas que respaldaran esas acusaciones.

El gobierno de Netanyahu, asediado por juicios por corrupción y una oposición masiva, vio el ataque de Hamás como una oportunidad bienvenida para poner en práctica sus planes asesinos cuidadosamente preparados.

En Cisjordania, que no tuvo ninguna relación con el ataque de Hamás, los colonos fascistas intensificaron su terror con el apoyo del gobierno. En los últimos dos años han sido asesinados allí casi mil palestinos y heridos otros 10.000. Israel también ha asesinado a numerosos dirigentes políticos y científicos en el Líbano e Irán.

Todos estos crímenes son apoyados y encubiertos por el gobierno alemán y todos los partidos representados en el Bundestag. El partido La Izquierda (Die Linke) no es una excepción, incluso si a veces apoya algunas protestas contra la guerra en Gaza de manera puramente formal.

Los dirigentes del partido La Izquierda, Ines Schwerdtner y Jan van Aken, publicaron una declaración el 7 de octubre que apenas difiere de la postura del gobierno federal. Ellos también condenan el “ataque terrorista de Hamás”, el cual, aseguran, “destruyó la idea fundamental del Estado de Israel, que es proveer seguridad a los judíos”. Y también proclaman como su deber “combatir el antisemitismo en Alemania”.

El mentado aumento del antisemitismo en Alemania, invocado por el canciller Merz y el partido La Izquierda, constituye otra tergiversación orwelliana.

Sin duda alguna, existe antisemitismo en Alemania, pero su principal fuente es el entorno y la base social de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), cuyos líderes han calificado el Holocausto como “un excremento de mosca” en una historia alemana por lo demás gloriosa (Alexander Gauland), y el memorial del Holocausto como “una vergüenza para Alemania” (Björn Höcke). Al mismo tiempo, la AfD apoya firmemente al gobierno israelí, cuyas acciones contra los palestinos coinciden completamente con su hostilidad hacia los musulmanes e inmigrantes.

Las cifras que muestran un rápido aumento de los “incidentes antisemitas”, citadas por Merz, el Partido de la Izquierda y numerosos medios, para nada distinguen entre antisemitismo auténtico y críticas al gobierno israelí. Así, cada pancarta, lema o protesta contra el genocidio es clasificada como un “incidente antisemita”.

Estos datos provienen de la Asociación Federal de Centros de Investigación e Información sobre el Antisemitismo (RIAS, por sus siglas en alemán), que contabiliza 8.627 incidentes antisemitas en todo el país para el año 2024, un 77 por ciento más que el año anterior. Según su propia descripción, RIAS registra “incidentes por encima y por debajo del umbral de punibilidad desde la perspectiva de los afectados”. Es suficiente con que se emita un informe —o una denuncia— para que el incidente sea incluido en las estadísticas.

“La mayoría de los incidentes documentados con un trasfondo político e ideológico claro estaban relacionados con el activismo antiisraelí”, escribe RIAS. “Un total de 5.857 casos pudieron clasificarse de esta manera”. Así, cualquier protesta contra el gobierno israelí es registrada como un “incidente antisemita”.

Como ejemplos de “relativización de la Shoá”, RIAS cita, entre otros, los siguientes “lemas antisemitas”: “Un Holocausto no justifica otro” o “Nada se aprendió del Holocausto”. Esto implica que, según RIAS, cualquier comparación del genocidio en Gaza con la Shoá es, por definición, antisemita, y por ende incluida en sus estadísticas sobre “incidentes antisemitas”.

El apoyo al genocidio en Gaza y la difamación y represión de toda oposición al mismo deben entenderse en el contexto del rearme masivo, de los ataques contra los servicios sociales y del deterioro del nivel de vida de la clase trabajadora. Frente a la creciente crisis del capitalismo mundial, la clase dominante —comenzando con Trump en Estados Unidos— vuelve a girar hacia la guerra y el fascismo. Solo un movimiento socialista e independiente de la clase obrera puede detener esta evolución.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 8 de octubre de 2025)

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