El domingo tuvo lugar el primer encuentro cara a cara entre los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil y Donald Trump de Estados Unidos. La reunión a puerta cerrada se realizó en Malasia, donde ambos participaban como invitados en la 47ª Cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).
Lula describió su encuentro con Trump como un “día muy feliz” en una publicación que incluía una foto de él sonriente, dándose la mano con el mandatario estadounidense. Trump, por su parte, declaró a la prensa: “Tuvimos una reunión muy buena… Es un tipo muy enérgico, me impresionó mucho”.
En una rueda de prensa al día siguiente, el dirigente del Partido de los Trabajadores (PT), un héroe de la pseudoizquierda internacional, elogió repetidamente a Trump y describió obscenamente su “buena química” con quien aspira a convertirse en führer desde la Casa Blanca.
Lula afirmó:
Hay que sentir, hay que dar la mano, hay que hablar, hay que mirar, ver cómo actúa la persona, su comportamiento, su reacción, ¿entienden? Y creo, sinceramente, que hubo mucha sinceridad en nuestra relación. No tengo problema en decir que es bastante posible que se sorprendan de la afinidad entre el Estado estadounidense y el Estado brasileño.
El encuentro entre los dos mandatarios, que tenía como pretexto la negociación de los dolorosos aranceles del 50 por ciento impuestos a Brasil por Trump en agosto, se produjo en el contexto de una escalada histórica de la violencia imperialista estadounidense contra América Latina.
Mientras Lula besaba el anillo de Trump en Malasia, frente a la costa de Venezuela—que comparte una amplia frontera con Brasil—EE.UU. movilizaba una armada naval a una escala sin precedentes en la región desde la Crisis de los Misiles en Cuba de 1962.
El viernes pasado, el “secretario de Guerra” Pete Hegseth anunció el despliegue del portaaviones más grande del mundo, el USS Gerald R. Ford, al mar Caribe. Esta escalada militar, preparatoria de una guerra abierta contra Venezuela, siguió a las declaraciones de Trump en las que afirmaba haber autorizado operaciones de la CIA para derrocar el régimen de Nicolás Maduro y amenazaba con una invasión terrestre del país sudamericano.
Al mismo tiempo, el ejército estadounidense lleva a cabo una campaña de asesinatos ilegales en aguas latinoamericanas, habiendo ya bombardeado una docena de embarcaciones civiles pequeñas, causando casi 60 muertos.
El ataque más reciente y mortífero ocurrió el lunes. Cuatro embarcaciones fueron hundidas y 14 personas asesinadas en tres oleadas de misiles. Siguiendo el macabro ritual promovido por la administración fascista de Trump desde sus inicios, las muertes—que constituyen ejecuciones extrajudiciales—fueron celebradas por Hegseth en las redes sociales.
La incursión militar imperialista de Estados Unidos contra Venezuela ya está provocando una profunda desestabilización política de América Latina y amenaza con arrastrar a toda la región a la guerra.
Una semana antes de reunirse con Lula, Trump lanzó una ofensiva brutal contra el gobierno colombiano. Acusó al presidente Gustavo Petro de ser un “líder del narcotráfico”, repitiendo, con exactamente el mismo fin, la monstruosa mentira fabricada para justificar la intervención militar y política contra Venezuela.
Para el presidente del país más grande de Sudamérica, el mero hecho de mantener una reunión diplomática amistosa con Trump bajo estas condiciones representa una capitulación tácita al imperialismo. Pero Lula fue mucho más allá.
Durante su rueda de prensa, el presidente brasileño informó que él mismo abordó el tema de Venezuela durante la conversación con Trump, con el objetivo no de confrontar, sino de colaborar con el imperialismo estadounidense.
“Le dije al presidente Trump que Brasil tiene experiencia, porque ya lo hicimos una vez en Venezuela”, declaró Lula a la prensa. Refiriéndose a la inestable situación política en Venezuela tras el intento de golpe de Estado, respaldado por EE.UU., contra el presidente Hugo Chávez en 2002, Lula añadió:
Yo llevaba solo 15 días en el cargo en 2003 cuando creamos el grupo de amigos para resolver el problema democrático en Venezuela.
Escogimos participar en el grupo de amigos, Colin Powell, que era el secretario de Estado de EE.UU., y también incluimos a España, que fue el primer país en reconocer al golpista que asumió en lugar de Chávez.
Lo recuerdo como si fuera hoy. Fidel [Castro] seguía diciéndome: “pero estás entregando Venezuela al imperialismo”. Yo le dije… “Estoy creando un grupo de amigos de la democracia venezolana, no un grupo de amigos de Chávez. Y, para… fortalecer la democracia, necesitas tener personas que gocen del respeto de la oposición”.
Creo que es posible encontrar una solución en Venezuela, si hay voluntad de negociar.
La idea de que la intervención de EE.UU. en Venezuela tenía algo que ver con la “democracia” era una vil mentira hace 20 años. Hoy, solo Lula mantiene esa farsa, mientras el gobierno estadounidense declara abiertamente sus objetivos imperialistas depredadores.
El apego de Lula a la fachada democrática y legal del orden imperialista en crisis revela muy claramente el carácter podrido y reaccionario del nacionalismo burgués que defiende.
Es plenamente consciente de que el imperialismo estadounidense busca el control de los recursos estratégicos de América Latina—en el caso de Venezuela, el petróleo—y lucha por recuperar su hegemonía regional en competencia directa con China. Lula no tiene ninguna perspectiva de oponerse a estos objetivos y solo procura encontrar la mejor manera de acomodar los intereses del capitalismo brasileño a ellos.
Como él mismo expresó abiertamente:
Cualquier tema que quieras discutir y poner sobre la mesa, lo discutiremos. Sea relaciones comerciales, relaciones con China, relaciones con Venezuela, no tengo temas prohibidos. Si quieres discutir minerales críticos, tierras raras; si quieres discutir etanol, azúcar, no hay problema.
Soy una metamorfosis ambulante en la mesa de negociaciones, ¿sabes?… Así aprendí a negociar… Si te interesa, ponlo sobre la mesa, convénceme, porque convencerme es fácil.
Lula, el ex burócrata sindical, sabe también que el servicio más valioso que puede ofrecer, tanto al imperialismo como a la burguesía nacional, es ayudar a reprimir la resistencia y organización política independiente de la clase obrera.
Su primera acción tras reunirse con Trump fue dirigirse a la población brasileña para asegurarles que la guerra comercial y las intervenciones políticas criminales lanzadas contra Brasil por Washington no eran más que un terrible malentendido.
Lula declaró:
Cuando el presidente Trump publicó en su portal la carta dirigida a Brasil, imponiendo impuestos a los productos brasileños, mucha gente entró en crisis pensando que era el fin del mundo. ¿Qué dijimos en el gobierno? Calma, porque las decisiones que se tomaron contra Brasil no tienen fundamento porque fueron tomadas con información equivocada. Y eso era evidente.
Y concluyó:
Estoy convencido de que en pocos días tendremos una solución definitiva entre Estados Unidos y Brasil, para que la vida siga buena y feliz… Así es como regreso a Brasil, satisfecho y con la certeza de que todo saldrá bien para el pueblo brasileño.
¡Qué cinismo! El despiadado ataque de Trump no se debió a ninguna “información equivocada”, y sus nefastas implicaciones políticas para los trabajadores brasileños siguen plenamente vigentes.
La carta oficial de Trump dirigida a Lula y el decreto presidencial que impuso los aranceles a Brasil abandonaron el falso pretexto de “corregir injusticias” en la balanza comercial con EE.UU. y asumieron un carácter político depredador.
Trump presentó abiertamente los aranceles y sanciones contra las autoridades brasileñas como una intervención contra el enjuiciamiento de su aliado, el ex presidente Jair Bolsonaro, condenado a 27 años de prisión por su intento de golpe de Estado. “Este juicio no debería estar ocurriendo. ¡Es una caza de brujas que debe terminar INMEDIATAMENTE!”, escribió Trump a Lula.
Ni los aranceles ni las provocaciones imperialistas cesaron tras la reunión de Lula con Trump el domingo. El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, quien coordina las negociaciones, condicionó directamente cualquier acuerdo a que “Brasil nos convierta en su socio comercial preferencial en lugar de China”.
La semana pasada, el senador Flávio Bolsonaro, hijo del ex presidente, respondió a una de las publicaciones de Hegseth glorificando sus ataques ilegales en el Caribe, solicitando que EE.UU. extendiera su intervención militar a Brasil. “Escuché que hay barcos como este aquí en Río de Janeiro”, escribió Flávio. “¿No te gustaría pasar unos meses aquí ayudándonos a luchar contra estas organizaciones terroristas?”
Los esfuerzos conscientes de Lula por desarmar a la clase obrera ante la creciente amenaza del fascismo y la agresión imperialista quedan expuestos por el brusco cambio en su discurso desde el debate de la Asamblea General de la ONU a finales de septiembre.
El presidente brasileño abrió la sesión plenaria del evento con un discurso afirmando que la condena a Bolsonaro era “un mensaje para todos los aspirantes a autócratas y a quienes los apoyan” de que “nuestra democracia y nuestra soberanía no son negociables”. El mensaje iba claramente dirigido a Trump.
Lula procedió a denunciar la incitación a una “creciente polarización e inestabilidad” en América Latina y el Caribe, declarando que “la ecuación de criminalidad con terrorismo” era “preocupante”, y condenando el uso de “fuerza letal en situaciones que no constituyen conflictos armados” por equivaler a “ejecutar personas sin juicio”.
Es cierto que Lula omitió convenientemente nombrar a los criminales responsables de la guerra, la inestabilidad política, las ejecuciones extrajudiciales y el ascenso del fascismo en América Latina. Pero eso no hace menos llamativo el hecho de que, después de un mes marcado por la escalada de estos crímenes imperialistas, Lula haya invertido totalmente su análisis de la realidad. Trump, finalmente nombrado por Lula, ahora se presenta como un socio por la paz y la democracia en Brasil y América Latina.
Además, Lula—quien recientemente afirmó que “si lo que Trump hizo en el Capitolio” hubiera ocurrido en Brasil, sería “procesado como Bolsonaro… porque atentó contra la democracia y la Constitución”—ahora se refiere a sí mismo y al presidente estadounidense como los “líderes de las dos mayores democracias de Occidente”. Esto equivale a darle luz verde a la acelerada marcha de Trump hacia el establecimiento de una dictadura fascista en Estados Unidos.
Como demostraron los profundos vínculos entre el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 y el intento de golpe de Estado que culminó en los actos del 8 de enero de 2023 en Brasilia, la destrucción de la democracia en Estados Unidos tiene un impacto inmediato y profundo en Brasil.
El oportunismo y la pusilanimidad de Lula no son meramente rasgos personales. Expresan el callejón sin salida al que ha llevado el programa nacionalista burgués defendido por el PT en Brasil y los gobiernos de la Marea Rosa en toda América Latina.
Lejos de cumplir su promesa de alcanzar un nuevo tipo de “socialismo” a través de las instituciones del Estado burgués y de una independencia del imperialismo estadounidense, la Marea Rosa queda inscrita en la historia como un simple episodio en la infame trayectoria política de la burguesía latinoamericana; un interludio entre la era de los regímenes militares respaldados por la CIA en los años setenta y la reanudación de métodos dictatoriales brutales por parte de las clases dominantes nacionales y sus patrocinadores imperialistas.
Para luchar contra la erupción de la guerra imperialista y el avance de la burguesía hacia el fascismo, la clase obrera en Brasil y en todo el mundo necesita romper urgentemente con los partidos y programas nacionalistas y procapitalistas.
Es necesario construir la dirección política independiente de la clase obrera para las luchas de masas que se avecinan sobre la base de la estrategia de la revolución socialista internacional, defendida exclusivamente por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de octubre de 2025)
