En entrevista con el conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung el fin de semana, el canciller Friedrich Merz (Unión Demócrata Cristiana—CDU) confirmó una vez más su objetivo de que Alemania construya “el ejército convencional más fuerte de Europa”. Días después, Politico publicó una lista de adquisiciones de la Bundeswehr (Fuerzas Armadas Alemanas) que muestra lo que esto significa concretamente: un rearme a escala histórica que supera todo lo visto desde Hitler.
Según la lista—también citada por Die Welt —el gasto planificado abarca los dominios terrestre, aéreo, marítimo, espacial y cibernético por un total de €377.000 millones [US$436.000 millones]. Este colosal programa de rearme incluye cientos de proyectos, desde nuevos tanques y sistemas de artillería hasta drones, cazas, satélites espaciales y misiles de crucero.
En su núcleo está la creación de un ejército capaz de librar una guerra contra Rusia. La Bundeswehr planea adquirir 400 misiles de crucero Tomahawk con un alcance de más de 2.000 kilómetros. Estos misiles pueden alcanzar el corazón del territorio ruso—la distancia entre Berlín y Moscú es de unos 1.600 kilómetros. Alemania se prepara así para operaciones ofensivas que formarían parte de una devastadora Tercera Guerra Mundial.
Esta locura se financia mediante un incremento masivo del gasto militar. El gobierno de Merz—una coalición entre democristianos y socialdemócratas (SPD), con el apoyo del Partido de La Izquierda y Los Verdes—ha eximido permanentemente el rearme del tope de endeudamiento consagrado en la Constitución, liberando así créditos de guerra por un total de un billón de euros. Mientras miles de millones fluyen hacia armas, municiones y sistemas satelitales, los presupuestos sociales se congelan, se elimina el Bürgergeld (sistema básico de ayuda social) y se recortan las pensiones y el gasto en salud. La clase trabajadora debe asumir el costo—como carne de cañón en el frente y a través de la devastación social en casa.
Los principales beneficiarios de esta nueva economía de guerra alemana son las mismas empresas que armaron a la Wehrmacht durante la Segunda Guerra Mundial.
Según Die Welt, Rheinmetall es el mayor ganador del plan de €377.000 millones. La empresa figura en 53 proyectos por un valor superior a los 88.000 millones de euros, con otros 56.000 millones destinados a filiales y empresas conjuntas. Para 2035, se entregarán casi 700 nuevos vehículos de combate de infantería Puma, junto con cientos de sistemas Skyranger para defensa contra drones.
El director ejecutivo de Rheinmetall, Armin Papperger, alardeó abiertamente en una reciente entrevista con el diario financiero Handelsblatt sobre las perspectivas de ganancias de la empresa: la cartera de pedidos ya asciende a €65.000 millones y podría alcanzar los 120.000 millones para mediados del próximo año. Se espera que los ingresos aumenten a entre 40.000 y 50.000 millones de euros para 2030—con un margen de ganancias del 20 por ciento.
Otros grandes beneficiarios incluyen a Diehl Defence, fabricante de la familia de misiles Iris-T, y Hensoldt, que según la emisora n-tv está “nadando en pedidos”. Estas ganancias de guerra reflejan una creciente burbuja armamentística que se desarrolla paralelamente al impulso por el rearme y forja una integración cada vez más estrecha entre el Estado, los militares y las grandes empresas.
La creación de una economía de guerra no se limita a Alemania. El imperialismo alemán está construyendo una red de enclaves militar-industriales en toda Europa.
El 28 de octubre, Rheinmetall anunció la creación de una empresa conjunta con Bulgaria. La instalación, cuyo final de construcción está previsto dentro de 14 meses, producirá pólvora y proyectiles de artillería de 155 milímetros por un valor superior a €1.000 millones. “Bulgaria se está moviendo más rápido que nunca”, se jactó Papperger, añadiendo que la empresa estaba creando “una de las mejores fábricas de Europa.”
Más al este, los fabricantes de armas alemanes están expandiéndose directamente en la propia Ucrania. Como informa Handelsblatt, allí se están estableciendo nuevas plantas de producción y desarrollo para empresas alemanas. “El cliente y el proveedor se convierten en socios”, escribe el periódico. La ministra de Economía de la CDU, Katherina Reiche, declaró durante una reciente visita a Kiev: “Ucrania ya no es meramente un receptor de ayuda. Aquí hay un enorme potencial para cooperación, sinergias y crecimiento”.
Ochenta años después de la guerra de exterminio contra la Unión Soviética, el imperialismo alemán vuelve a organizar sistemáticamente una guerra en el Este—esta vez bajo el pretexto de “defender la democracia”—mientras persigue los mismos objetivos imperialistas: la dominación del continente, el control sobre Ucrania y toda Europa del Este y, en última instancia, la subyugación de Rusia.
Para construir el “ejército más fuerte de Europa” e imponer sus objetivos por la fuerza, el gobierno planea una reestructuración militar de todo el país.
El ministro de Defensa, Boris Pistorius (SPD), anunció planes para construir cuarteles “en cadena de montaje.” El lunes, el Ministerio de Defensa declaró que 187 sitios previamente desmantelados volverán a tener uso militar, y que otros 13 lugares—includingo el antiguo aeropuerto Berlin-Tegel—no se liberarán para uso civil.
Mientras se construyen depósitos de tanques, fábricas de municiones y centros satelitales, se destruye la vida civil. La educación, la sanidad y la infraestructura social son socavadas para liberar recursos financieros y humanos para la guerra. Encabezan la agenda del gobierno federal el restablecimiento del servicio militar obligatorio y la militarización de universidades y escuelas.
A principios de la semana, el ministro del Interior, Alexander Dobrindt (Unión Social Cristiana—CSU), dijo a Handelsblatt que las escuelas deberían preparar a los jóvenes para posibles condiciones de guerra. En la próxima Conferencia de Ministros del Interior, en noviembre, pretende proponer que se integre “la preparación ante crisis” en las jornadas escolares—por ejemplo, mediante módulos especiales en clases dobles.
Detrás de la militarización de Alemania y Europa hay fuerzas objetivas que la impulsan. Como en los años treinta, bajo la presión de una crisis mundial y de rivalidades interimperialistas, todos los recursos sociales están siendo movilizados para la guerra. La clase dominante responde a la creciente tensión internacional y a los conflictos sociales internos con medidas autoritarias y militaristas.
Pero la política de guerra se enfrenta con una creciente resistencia. Millones de trabajadores rechazan esta locura imperialista. La tarea decisiva es dar una forma política consciente a esta resistencia—independiente de todos los partidos capitalistas y sindicatos que apoyan la senda bélica.
El Partido Socialista por la Igualdad (Sozialistische Gleichheitspartei) llama a la movilización internacional de la clase trabajadora para evitar la catástrofe inminente. La lucha contra la guerra es inseparable de la lucha contra el capitalismo mismo.
Solo mediante la construcción de un movimiento socialista que luche por la expropiación de las empresas armamentistas, la disolución de la OTAN y el establecimiento de los Estados Unidos Socialistas de Europa se podrá frenar el camino a una tercera guerra mundial.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 de octubre de 2025)
