Uno de los principales objetivos de la visita del presidente estadounidense Trump al sudeste asiático esta semana fue imponer “acuerdos” —más bien dictados en vez de acuerdos libremente negociados— a través de los cuales se inyectarán cientos de miles de millones de dólares en la economía estadounidense.
Su papel como una especie de intermediario del imperialismo estadounidense quedó patente en los acuerdos con Malasia y Corea del Sur, tras el acuerdo previo con Japón, en virtud del cual este país suministrará a EE.UU. $550.000 millones en fondos de inversión para evitar las drásticas subidas arancelarias de Trump.
Tras el acuerdo con Malasia, por el que invertirá $70.000 millones en EE.UU. durante los próximos 10 años, Trump logró que Corea del Sur se comprometiera a suministrar $350.000 millones en fondos de inversión a EE.UU.
La cantidad se había fijado en julio, pero Corea del Sur insistió en que no podía cumplir con la exigencia estadounidense de que se entregara en efectivo —como en el caso de Japón— porque una salida tan grande de fondos desestabilizaría su moneda, el won. Las autoridades coreanas señalaron que la cantidad equivalía al 80 por ciento de las reservas de divisas del país y que tal movimiento podría desencadenar una crisis financiera.
Según el acuerdo, se suministrarán $200.000 millones a lo largo de 10 años, sin que la cantidad anual supere los $20.000 millones, y se invertirán otros $150.000 millones en la construcción naval en Estados Unidos.
A cambio, Estados Unidos acordó reducir el arancel a las importaciones surcoreanas del 25 por ciento al 15 por ciento. El temor de Corea era que, si se mantenía el arancel más alto, devastaría la industria automotriz.
La firma del supuesto acuerdo estuvo acompañada de una muestra de adulación por parte del presidente surcoreano Lee Jae Myung, quien obsequió a Trump una réplica de una corona dorada excavada de una antigua tumba real, a lo que Trump respondió: “Me gustaría ponérmela ahora mismo”.
Los fondos que aportará Corea del Sur se destinarán a industrias consideradas estratégicas, como semiconductores, baterías y energía nuclear. Las ganancias de las inversiones se repartirán entre ambos países hasta recuperar la inversión inicial.
Si bien Corea del Sur aporta el capital, el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, presidirá el comité encargado de evaluar los proyectos de inversión.
Una hoja informativa publicada por la Casa Blanca sobre el acuerdo detalló el alcance de las compras surcoreanas y dejó claro que el objetivo estratégico de su agenda económica es subrayar “el papel preponderante de Estados Unidos como la principal potencia del Pacífico”.
Según el acuerdo, Korean Air comprará 103 nuevos aviones Boeing por un valor de $36.200 millones, además de la compra de aeronaves estadounidenses por parte de la Fuerza Aérea de Corea del Sur.
En el tema clave de las tierras raras —parte del esfuerzo por romper el monopolio chino en el procesamiento de minerales críticos— se establecerá una alianza con la empresa coreana POSCO International para refinar y separar tierras raras y desarrollar imanes de movilidad de alto valor.
Bajo el título “Impulsando el dominio energético de Estados Unidos”, la ficha informativa indicó que Korean Gas Corporation firmó acuerdos para la compra de aproximadamente 3,3 millones de toneladas de gas natural licuado estadounidense.
Se informa que el conglomerado eléctrico coreano LS Group se comprometió a invertir $3.000 millones para 2030 en la modernización de la infraestructura eléctrica estadounidense, incluyendo cables y equipos submarinos.
Amazon invertirá $5.000 millones para desarrollar la infraestructura en la nube de Corea, lo que contribuirá a impulsar las exportaciones estadounidenses y el liderazgo de Estados Unidos en inteligencia artificial. La ficha informativa señaló que Amazon ha realizado inversiones en 14 países del grupo APEC, por un total de $40.000 millones.
En el sector clave de la construcción naval, prácticamente inexistente en Estados Unidos en comparación con China, Trump logró que Corea del Sur se comprometiera a modernizar y ampliar la capacidad de la industria naval estadounidense.
Hyundai y Cerberus Capital Management, una firma estadounidense de capital privado con $65.000 millones en activos, se asociarán para un programa de inversión de $5.000 millones destinado a astilleros estadounidenses y al desarrollo de nuevas tecnologías como la navegación autónoma, la digitalización y la automatización.
La empresa coreana de construcción naval Hanwha Ocean participa en un plan de infraestructura de $5.000 millones para ampliar la producción en el astillero Philly Shipyard de Pensilvania y multiplicar por más de diez su capacidad de producción actual.
La construcción naval ha sido identificada por el Gobierno de Trump como uno de los componentes clave para fortalecer la seguridad nacional de Estados Unidos —el desarrollo de la capacidad operativa—, el pretexto bajo el cual se ha librado la guerra económica y arancelaria.
En un artículo publicado en vísperas de las discusiones de esta semana, el New York Times señaló que, durante la visita del nuevo presidente surcoreano Lee a Washington en agosto, se le preguntó sobre la política coreana de mantener un equilibrio entre Estados Unidos y China.
El término coreano para esta relación es anmigyeongjung, que se traduce aproximadamente como “Estados Unidos para la seguridad y China para la economía”.
Sin embargo, durante su visita a Estados Unidos, en reconocimiento del creciente conflicto entre ambos países, Lee afirmó: “Ya no es posible mantener esa lógica”. Según el artículo, reconoció que “cada vez más, Corea del Sur debe elegir, y no ha estado en posición de desviarse de las políticas de Estados Unidos”.
Esta reorientación se reflejó en el efusivo saludo que Lee dirigió a Trump durante su visita.
Pero el dilema objetivo persiste. China es el principal socio comercial de Corea del Sur, representando una cuarta parte de sus exportaciones si se incluye Hong Kong.
Beijing tiene la voluntad y la capacidad de tomar represalias contra Corea del Sur en respuesta a cualquier medida que considere perjudicial para sus intereses. Esto quedó demostrado a principios de este mes cuando Hanwha Ocean fue sancionada porque Beijing alegó que había apoyado y colaborado en una investigación estadounidense sobre las prácticas chinas de construcción naval.
Está por verse si se levantarán las sanciones como resultado del acuerdo entre el presidente chino Xi Jinping para suspender los impuestos portuarios durante un año. Pero el incidente revela que cuanto más intente Estados Unidos presionar a los países del sudeste asiático para que se alineen con su bando, mayores serán las represalias.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 31 de octubre de 2025)
