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El partido gobernante japonés elige a la probable nueva primera ministra de ultraderecha

El sábado, el Partido Liberal Democrático (PLD), que gobierna Japón, eligió a Sanae Takaichi como su nueva presidenta en reemplazo del saliente líder y primer ministro Shigeru Ishiba, quien renunció el mes pasado. El Parlamento se convocará el 15 de octubre en una sesión extraordinaria durante la cual se espera que Takaichi sea investida como la próxima primera ministra de Japón.

Sanae Takaichi celebra tras ganar las elecciones de liderazgo del Partido Liberal Democrático en Tokio, 4 de octubre de 2025. [AP Photo/Kim Kyung-Hoon]

Los medios capitalistas se han centrado en el hecho de que la probable ascensión de Takaichi al cargo la convertiría en la primera mujer en ocupar la jefatura del Gobierno en Japón. Este enfoque sirve para desviar la atención del hecho de que representa el ala más a la derecha de un partido ya de por sí nacionalista y proguerra.

Takaichi es una militarista y una halcona anti-China. Mantuvo una estrecha relación con el ex primer ministro Shinzo Abe, quien fue asesinado en julio de 2022. Abe desempeñó un papel central en la remilitarización de Japón durante su mandato entre 2012 y 2020, desmantelando de facto las restricciones constitucionales sobre el ejército, socavando derechos democráticos y preparando al país para guerras en el extranjero.

Takaichi asume el liderazgo del PLD en medio de una crisis tanto para el partido como para todo el establishment político japonés. Existe una creciente indignación popular debido al empeoramiento de las condiciones económicas, incluida una inflación en aumento desde hace años. Los salarios reales han caído durante siete meses consecutivos hasta julio. Se espera que la economía crezca solo un 0,7 por ciento este año y que mantenga una tasa igualmente baja en 2026.

Además, Japón, como todos los demás países, enfrenta las consecuencias de la guerra comercial iniciada por la administración Trump. Esta guerra castiga a todos los rivales de EE. UU., aunque su verdadero objetivo es China, considerada por el imperialismo estadounidense como la amenaza existencial a su dominación mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial.

El PLD eligió a Takaichi con la esperanza de que recupere el apoyo de su base, al tiempo que pueda negociar con Donald Trump, con quien comparte posiciones de extrema derecha y anti-China, y potencialmente forjar una relación influida positivamente por el apoyo que Trump manifestó hacia Abe.

Se han desarrollado serias tensiones entre Tokio y Washington. Sectores de la clase dominante japonesa han reaccionado con hostilidad frente a las exigencias arancelarias de Trump, que incluyen una inversión japonesa de 550.000 millones de dólares en EE. UU., fondos que quedarían bajo el control exclusivo de Trump para ser distribuidos a su antojo. Washington también se quedará con el 90 por ciento de las ganancias. A cambio, Trump solo accedió a reducir los aranceles sobre los productos japoneses al 15 por ciento.

Takaichi ha insinuado que tratará de reabrir las negociaciones sobre este acuerdo comercial. El comportamiento mafioso de Trump hacia sus supuestos aliados ha expuesto las profundas contradicciones entre ellos, en momentos en que Washington y otras potencias imperialistas intentan repartirse nuevamente el mundo para la explotación de sus recursos y mano de obra barata.

Estados Unidos y la OTAN han instigado una guerra contra Rusia en Ucrania, mientras que Washington dirige una campaña de guerra acelerada contra China.

Gobiernos japoneses sucesivos han respaldado estos conflictos y justificado la remilitarización del país. Tokio está aumentando de facto su gasto militar hasta llegar al 2 por ciento del producto interno bruto (PIB) para 2027, mientras que el régimen de Trump exige que lo eleve aún más, hasta un 5 por ciento, como parte de la ofensiva militar contra China.

A medida que aumentan las tensiones entre “aliados”, no se puede descartar que facciones de la clase dominante japonesa concluyan que un conflicto, e incluso una guerra, con EE. UU. es necesario para proteger sus propios intereses imperialistas, tal como lo hicieron en la década de 1930.

Un gobierno encabezado por Takaichi será inherentemente inestable. El malestar social se expresó en las dos últimas elecciones a la Dieta Nacional japonesa: una para la cámara baja el pasado octubre y otra para la cámara alta en julio. El PLD perdió su mayoría en ambas, incluso contando con el apoyo de su socio de coalición, Komeito. La derrota de octubre marcó solo la tercera vez desde la fundación del PLD en 1955 que el partido o su coalición gobernante perdían la mayoría en la más poderosa cámara baja.

Estas derrotas y la incapacidad del PLD de sofocar el descontento social condujeron a la renuncia de Ishiba como primer ministro. Takaichi ganó las elecciones internas de liderazgo compitiendo contra otros cuatro candidatos. Un presidente del PLD es elegido por los parlamentarios del partido y por los votos de la militancia. En un proceso altamente antidemocrático, los más de 910.000 votos de los afiliados de base se traducen proporcionalmente para valer solo 295 votos, el mismo número de miembros del PLD en la Dieta.

Como ningún candidato obtuvo la mayoría en la primera ronda, se celebró una segunda vuelta entre Takaichi y el ministro de Agricultura Shinjiro Koizumi, hijo del ex primer ministro Junichiro Koizumi. En esta segunda ronda, la votación se limitó a los parlamentarios del PLD y a un voto por cada una de las 47 organizaciones prefecturales del partido. Takaichi ganó por 185 votos contra 156.

Como líder del partido más grande del parlamento, Takaichi probablemente reemplace a Ishiba como primera ministra. No obstante, esto no es garantía absoluta, ya que el PLD no cuenta con mayoría propia. Sin embargo, es poco probable que la oposición, compuesta por varios partidos en competencia, se una en torno a un candidato común.

El hecho de que el PLD siga gobernando se debe a la ausencia de una oposición genuina de izquierda. El Partido Democrático Constitucional de Japón (PDCJ), principal fuerza opositora en el parlamento, ofrece poco más que tibias críticas al PLD y carece de un programa para mejorar las condiciones de la clase trabajadora o para oponerse a la guerra. El programa del estalinista Partido Comunista Japonés se limita a apuntalar al PDCJ y a bloquear el surgimiento de un movimiento de izquierda contra el capitalismo.

Otros partidos de derecha han capitalizado en este vacío político, en particular el fascistoide Partido Sanseito y el Partido Democrático del Pueblo (PDP), que han explotado la frustración de jóvenes y personas de mediana edad que han crecido en un período de estancamiento económico, sin acceso a empleos ni salarios decentes. Sanseito, al estilo de Trump, impulsa una agenda xenófoba, culpando a los turistas y residentes no japoneses por los males sociales del país, incluidos los bajos salarios y la delincuencia.

Aunque el PDP no es un partido de extrema derecha, fue fundado por los sectores más conservadores del antiguo Partido Democrático, que se escindió en 2017 derivando en el PDCJ y una facción separada que fundó el PDP al año siguiente. Aunque ha respaldado al gobierno saliente de Ishiba en la aprobación de leyes y en la agenda proguerra de Tokio, el PDP ha lanzado diversas promesas populistas a medida que empeoran las condiciones económicas.

Sin mayoría parlamentaria, Takaichi tendrá que apoyarse en Komeito y al menos en otro partido más para hacer avanzar su agenda. Podría intentar ampliar la coalición gobernante para incluir al PDCJ, al PDP o a un tercer partido, la derechista Nippon Ishin no Kai, aunque es posible que estos prefieran mantenerse distantes del impopular PLD.

Al mismo tiempo, existen presiones crecientes desde la clase dominante por una reestructuración económica, dado que la deuda nacional bruta de Japón se sitúa en aproximadamente el 234,9 por ciento del PIB, una de las más altas entre los países desarrollados.

Takaichi ha sido una defensora del programa económico conocido como “Abenomics”, impulsado por Abe, que propone un gasto gubernamental limitado como forma de estimular la economía. Durante su campaña, hizo promesas populistas vagas y vacías, pero también señaló que la austeridad está en la agenda. Reconoció las exigencias de reestructuración declarando que “nunca ha dicho que no haya necesidad de una reconstrucción fiscal”.

Pagar por los preparativos de guerra de Tokio y por la reconstrucción fiscal implica un ataque en toda regla contra las condiciones de la clase trabajadora, incluyendo aumentos tributarios, recortes de programas sociales, reducción de salarios y eliminación de empleos.

Para desviar la atención de esta agenda, Takaichi ha recurrido al guion de Sanseito y de la extrema derecha en EE. UU. y Europa. Durante la campaña de liderazgo, denigró a los extranjeros y propuso limitar la cantidad de personas que ingresan a Japón, declarando: “Necesitamos repensar la política de recibir cada año grandes cantidades de personas cuya cultura y todo lo demás son tan diferentes de la nuestra”.

Esta agenda racista tiene como objetivo dividir a la clase trabajadora que enfrenta condiciones de vida cada vez peores tanto dentro como fuera del país, al tiempo que cultiva un ambiente cada vez más nacionalista y militarista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de octubre de 2025)

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