El miércoles 10 de septiembre, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, anunció legislación vinculada a la propuesta presupuestaria para 2026 que impondría aranceles de entre el 10 y el 50 por ciento a una amplia gama de productos, incluidos los sectores automotriz, textil, plástico, acero, ropa, juguetes, calzado, muebles, papel y vidrio.
La propuesta forma parte de los objetivos declarados del gobierno mexicano de reducir la dependencia de las importaciones y proteger la industria nacional. Estos objetivos están establecidos en su política industrial “Plan México”, dada a conocer en enero.
El documento establece que su propósito es “aprovechar el mercado interno para que la producción se realice en México y se genere empleo para los trabajadores mexicanos”. Al mismo tiempo, busca contribuir al “equilibrio” del comercio exterior para el “bienestar” de “todos los mexicanos”.
El proyecto de reforma afirma que “durante años la economía nacional se integró en cadenas globales de valor, bajo esquemas que favorecieron la importación de insumos, lo que derivó en la pérdida de sectores productivos esenciales y una creciente vulnerabilidad ante choques externos”.
Y continúa:
La liberalización comercial, si bien amplió mercados, no siempre se tradujo en mayor capacidad tecnológica ni en un aumento del contenido nacional en nuestras exportaciones. Con esta propuesta, inspirada en el Plan México, se corregirá esta tendencia y se fortalecerá la industria nacional, dadas las condiciones del comercio internacional y la reconfiguración global.
El proyecto de reforma se propone que “al menos el 50 por ciento de los insumos estratégicos” provengan de México. Además, afirma que “los aranceles dejan de verse únicamente como un medio recaudatorio, para convertirse en herramienta estratégica de política económica y comercial”. Unos 50 países con los que México mantiene tratados de libre comercio no estarán sujetos a los nuevos aranceles propuestos. China no está entre ellos.
Según el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, la imposición de aranceles a productos chinos es una medida para intentar reducir el déficit comercial de México con China, que superó los 57.000 millones de dólares estadounidenses durante el primer semestre de 2025. Ebrard estimó que esto generaría ingresos adicionales por 70.000 millones de pesos (3.760 millones de dólares).
Ello abarcaría el 29 por ciento de las importaciones mexicanas de automóviles provenientes de China, “porque el precio promedio indica una estrategia [china] para ganar cuota de mercado, lo cual pone en desventaja a la industria mexicana”, así como también autopartes y acero.
México superó recientemente a Rusia como el principal receptor de vehículos procedentes de China, que exportó alrededor de 280.100 automóviles al país durante el primer semestre de 2025, un incremento del 25 por ciento respecto al año anterior.
En términos generales, México es el segundo mayor socio comercial de China en América Latina, y China es el tercer destino de exportaciones mexicanas.
El anuncio mexicano generó una reacción inmediata por parte de Pekín, que instó a reconsiderar la medida.
México debería actuar “con la máxima cautela y pensarlo dos veces” antes de aumentar los aranceles a productos chinos, señaló un comunicado del gobierno chino. En él, acusa a México de practicar una política de “apaciguamiento” en respuesta a lo que describió como abusos arancelarios e intimidación por parte de Washington.
En efecto, México intenta caminar con cautela para evitar una agresión económica de EE. UU. Un asesor de Ebrard declaró que la implementación de los nuevos aranceles se realizará “en el marco de la discusión y futuras conversaciones comerciales con nuestros socios norteamericanos”, en vísperas de la revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) sobre las relaciones comerciales el próximo año.
El portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores chino, Lin Jian, instó a México a reconsiderar la imposición de aranceles. Beijing “otorga gran importancia al desarrollo de las relaciones China-México y espera que México trabaje en conjunto con China para promover la recuperación económica global”, afirmó en una conferencia de prensa un día después del anuncio mexicano.
Los fabricantes de automóviles chinos tienen inherentemente menores costos de producción, por lo que sus vehículos podrían seguir siendo competitivos en el mercado mexicano, atenuando el impacto de los aranceles anunciados.
Por ejemplo, el mayor fabricante mundial de autos eléctricos, BYD Co. de Shenzhen, vende su hatchback Dolphin Mini en México por unos 399.800 pesos (21.500 dólares). En cambio, el Equinox de General Motors, uno de los autos eléctricos más baratos de una marca tradicional disponibles en el país, parte desde unos 876.990 pesos, casi el doble.
“Los vehículos chinos de nuevas energías son muy competitivos en México, especialmente considerando que los autos a gasolina producidos localmente suelen ser modelos antiguos y con escasas características tecnológicas”, afirmó Yale Zhang, director gerente de la consultora Automotive Foresight con sede en Shanghái.
Zhang agregó que los vehículos a gasolina de tamaño similar al Dolphin Mini, que mide unos 4,3 metros, se venden entre 350.000 y 360.000 pesos. Así que, un auto eléctrico que parte por debajo de los 400.000 pesos es muy atractivo, dijo.
BYD ha suspendido indefinidamente sus planes anteriores de construir una planta de fabricación en México debido a cuestiones geopolíticas y tensiones comerciales con EE. UU. Las eficiencias de su cadena de suministro y los costos más bajos de mano de obra y materiales en China les permiten a BYD y a otros productores seguir exportando vehículos a precios competitivos.
A pesar del aumento arancelario propuesto, el jueves el fabricante automotriz chino Great Wall Motors reafirmó su compromiso con México, con funcionarios que declararon que la empresa “ha venido para quedarse”, a pesar de los aranceles anunciados.
El comercio chino con América Latina ascendió a un récord de 518.000 millones de dólares en 2024, según medios estatales chinos. Actualmente, China es el principal socio comercial de América del Sur, y el segundo mayor para América Latina en su conjunto, después de Estados Unidos.
El dominio de América Latina en su conjunto es un objetivo estratégico crucial para el imperialismo estadounidense, que el gobierno de Trump está acelerando mediante crecientes amenazas económicas y militares. La burguesía mexicana se ve obligada a navegar entre la creciente presión de Washington y sus vínculos económicos con Pekín, su segundo mayor socio comercial.
Trump había acusado previamente a Canadá junto con México de ser responsables del contrabando de fentanilo, y amenazó con imponer aranceles masivos a ambos países.
El primer ministro canadiense, Mark Carney, y la presidenta Claudia Sheinbaum se reunieron el jueves en Ciudad de México, supuestamente para reforzar las relaciones comerciales ante las amenazas arancelarias de Trump y para mantener vivo el acuerdo comercial en la antesala de su renegociación en 2026.
Ambos mandatarios se comprometieron a una mayor colaboración en materia económica y de seguridad, mientras se preparan para difíciles negociaciones comerciales con la administración Trump.
Carney afirmó que espera “niveles mucho mayores de comercio e inversión” entre México y Canadá. Sheinbaum añadió que los dos países acordaron un plan que inaugurará “una nueva era de fortalecimiento de los vínculos económicos” entre ellos.
Sheinbaum dijo que querían incrementar el comercio bilateral en distintos sectores mediante el tratado de libre comercio y hacerlo por rutas marítimas, evitando así que esas mercancías tuviesen que pasar por los Estados Unidos.
Dado el caos actual en el estado de estas relaciones, lo que resulte, si es que algo, de tales intenciones, solo lo puede predecir una bola de cristal. Lo que sí es seguro es que el desorden comercial y arancelario no disminuirá.
Ya hoy la producción es plenamente internacional en su escala. Bajo el socialismo mundial, la producción se llevaría a cabo de manera racional en interés de toda la población del planeta, no en función de las clases dominantes de naciones rivales, lo cual conduce inevitablemente al imperialismo y a la guerra. Las guerras comerciales del tipo “el pez grande se come al chico” también serían cosa del pasado.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 21 de septiembre de 2025)
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