La revista Jacobin, la publicación más prominente vinculada a los Socialistas Demócratas de Estados Unidos (DSA), organizó una conferencia en la ciudad de Nueva York titulada “Socialismo en nuestro tiempo” el 13 de septiembre para conmemorar su 15º aniversario. El evento, que reunió a unas 200 personas, fue la expresión acabada del pesimismo, la desmoralización y la parálisis política que los DSA promueven con un fin político específico: canalizar la oposición a la desigualdad y la guerra hacia el Partido Demócrata, del cual los DSA son una facción.
Durante las 10 horas que duró el encuentro, Jacobin ofreció escaso análisis de la situación política en Estados Unidos. En lugar de esclarecer la magnitud de la crisis o plantear una perspectiva de lucha, la conferencia buscó cultivar la resignación y bajar las expectativas.
Jacobin sobre la “extraordinaria estabilidad” del capitalismo
La desconexión de la conferencia con la crisis política y social en Estados Unidos se expresó claramente en el panel titulado “¿Hay un camino socialdemócrata hacia el socialismo?”. En sus palabras iniciales, el colaborador de Jacobin, Paul Heideman, descartó la idea de que las crisis del capitalismo crean oportunidades para la revolución socialista, afirmando: “Resulta que la estructura social del capitalismo no es muy inestable. De hecho, es bastante estable”.
“El capitalismo democrático, en particular, es un sistema social extraordinariamente estable, visto en el largo plazo de la historia humana”, declaró Heideman. “El colapso estatal del tipo que fue necesario para la Revolución Rusa o la Revolución China es prácticamente inexistente en las sociedades capitalistas democráticas”.
La afirmación de Heideman sobre la “extraordinaria estabilidad” del “capitalismo democrático”, que no fue cuestionada por ningún panelista, se produjo justo cuando el gobierno de Trump se preparaba para explotar el asesinato de Charlie Kirk con el objetivo de santificar a un agitador fascista como héroe nacional, criminalizar la oposición y desmantelar los últimos restos del gobierno constitucional.
Ningún panelista abordó la importancia del gobierno de Trump—su despliegue de las fuerzas armadas en las ciudades de EE.UU., su campaña fascistoide contra los inmigrantes y su rechazo abierto de los límites constitucionales—ni los procesos profundos que impulsan el colapso del régimen democrático: la desigualdad sin precedentes, la declinación de la posición global de Estados Unidos, la deuda masiva, la desintegración de las alianzas de posguerra y la aceleración de las guerras, incluido el genocidio en Gaza y el conflicto entre potencias nucleares.
En sus páginas, Jacobin encubre sistemáticamente las acciones del gobierno de Trump. No ha publicado nada sobre la manifestación fascista celebrada el fin de semana como homenaje a Kirk. La realidad de la dictadura debe ser negada porque Jacobin es irreconciliablemente hostil a la única conclusión que se desprende de esa realidad: la necesidad de una respuesta revolucionaria.
Para las capas de la pequeña burguesía acomodada que dominan Jacobin, la imposibilidad del socialismo, impregnada de complacencia absoluta, es un axioma de su política. En la sesión de apertura, el cofundador de Jacobin, Bhaskar Sunkara, bromeó diciendo que cuando se afilió a los DSA parecía que el movimiento había llegado a su fin. Su mentor en los DSA, David Duhalde, recordó que entonces prevalecía la idea de que “no había alternativa al neoliberalismo”.
El posterior crecimiento de los DSA, explicaron, fue en gran medida un “accidente feliz” consecuencia de que Bernie Sanders se identificara como socialista democrático y casi obtuviera la nominación presidencial demócrata en 2016, aunque Duhalde subrayó que la integración de los DSA en la campaña de Sanders les permitió capitalizar la oposición una vez que Trump asumió el cargo.
En un panel posterior, el editor de Jacobin, Micah Uetricht, admitió que ni siquiera podía imaginar que Zohran Mamdani, miembro de los DSA, ganara las primarias demócratas a la alcaldía de Nueva York, hasta que Andrew Cuomo finalmente cedió.
Quizá la expresión más clara de esta visión política la dio Neal Meyer, redactor de Jacobin y Left Notes, quien dijo al público: “Pido disculpas a los organizadores de la conferencia, que le dieron un título bastante optimista, ‘Socialismo en nuestro tiempo’. Creo que lo que estamos diciendo todos es que el título debería haber sido algo así como ‘Socialismo en algún momento en el futuro, signo de interrogación’. Probablemente no habría venido tanta gente, pero habría sido más honesto intelectualmente”.
Más adelante en el debate, Meyer volvió sobre el tema de que el socialismo es un objetivo lejano e inalcanzable. “No sabemos cuántos cientos de años pueden pasar antes de entrar en un orden económico diferente”, dijo.
La idea de que el socialismo se encuentra a siglos de distancia, si es que llega a darse, no impidió a Jacobin convocar un panel titulado “El plano: el socialismo después del capitalismo”. El panelista Ben Burgis defendió la elaboración de estos esquemas utópicos, aunque nunca se realicen, como una forma de convencer a la gente de que el socialismo es deseable. Sin embargo, incluso en este ejercicio los panelistas no pudieron imaginar un socialismo fuera del marco de reformas menores, confiando en “las herramientas que nos legó el keynesianismo”.
La combinación de estas dos ideas aparentemente contradictorias—que el socialismo está descartado para el futuro previsible y que, sin embargo, es necesario trazar un plan para él—no es exclusiva de Jacobin y responde a una lógica definida. El presidente de la Junta Editorial Internacional del WSWS, David North, lo explicó en una polémica escrita dos años antes de la fundación de Jacobin:
La tarea del movimiento marxista no era alentar a los trabajadores con el espejismo de una utopía ilusoria, sino desarrollar, dentro de las capas avanzadas de la clase obrera, una comprensión científica de la historia como un proceso regido por leyes, un conocimiento del modo de producción capitalista y las relaciones sociales que genera, y una comprensión clara de la naturaleza real de la crisis actual y sus implicaciones históricas mundiales… Esta concepción es rechazada por quienes “no ven ninguna base para el socialismo en las condiciones objetivas creadas por el propio capitalismo, que se han desmoralizado por la experiencia de derrotas y reveses, y que no comprenden la naturaleza de la crisis capitalista ni perciben el potencial revolucionario de la clase obrera…”
Jacobin, que promocionó su conferencia con un cartel de Karl Marx, es, en realidad, profundamente hostil al marxismo, especialmente a la insistencia de su fundador en que la clase obrera debe organizarse de forma independiente de todas las facciones de la burguesía. Para Jacobin y los DSA, no existe ninguna crisis del capitalismo y, por tanto, no existe una base objetiva para el socialismo, y ciertamente no hay necesidad de movilizar a la clase obrera en oposición al Partido Demócrata y a la clase dominante.
La política del Partido Demócrata en la campaña de Mamdani
Este papel de canalizar el sentimiento de izquierda hacia el callejón sin salida del Partido Demócrata quedó particularmente claro en el panel titulado “El socialismo municipal y sus límites: el momento Mamdani en la ciudad de Nueva York”.
Con Zohran Mamdani encaminado a convertirse en alcalde de Nueva York en noviembre, los DSA probablemente tendrán a uno de los suyos dirigiendo la ciudad más grande del país y el centro del capital financiero mundial. Mamdani obtuvo apoyo prometiendo enfrentar la crisis de asequibilidad y recurriendo al rechazo popular del establishment demócrata proempresarial y su capitulación ante Trump. Pero desde que ganó la nominación demócrata en junio, ha hecho todo lo posible por tranquilizar a la dirigencia del partido y a las élites corporativas y financieras de que puede ser de confianza para defender sus intereses—una clara señal de lo que vendrá en enero y más allá.
La premisa no declarada del panel de Jacobin fue la aceptación del fraude central de la campaña de Mamdani: que el Partido Demócrata puede transformarse en un instrumento de la clase obrera, justificando a la vez las capitulaciones de Mamdani basándose en la supuesta debilidad de la izquierda.
Eric Blanc, colaborador de Jacobin y académico en estudios laborales, dijo que, idealmente, los DSA habrían pasado décadas construyendo una base antes de asumir el poder ejecutivo. En las circunstancias actuales, sin embargo, la tarea es “reingenierizar un movimiento de masas” con Mamdani como impulso inicial, que a su vez le daría margen político para aplicar su agenda.
El objetivo de tal movilización, dijo Blanc, es presionar al liderazgo del Partido Demócrata: “A menos que tengan miedo de ser votados fuera del cargo, no implementarán estas políticas ni votarán por su [de Mamdani] agenda”.
La necesidad de contener la creciente oposición fue un tema común del panel, subrayando el papel traidor de Jacobin. Uetricht declaró que “necesitamos una izquierda que sea lo suficientemente madura como para no volverse en contra de Mamdani” después de las elecciones. Karen Narefsky, jefa de gabinete de la asambleísta estatal de Nueva York y miembro de los DSA, Phara Souffrant Forrest, insistió en que “es imperativo para nosotros averiguar cómo manejar los grandes conflictos y tensiones entre nuestros representantes electos y organizaciones como los DSA”. Y agregó: “La respuesta no puede ser simplemente postear porquerías en Twitter. Eso no sirve. No podemos desperdiciar este momento”.
Los DSA y Jacobin trabajan conscientemente para impedir que los trabajadores y los jóvenes saquen las conclusiones políticas necesarias. Insisten en que no hay una ruptura viable con el Partido Demócrata, incluso cuando, en palabras de Narefsky, es una “cuestión existencial para el establishment” que Mamdani no tenga éxito. Para los demócratas, el papel de Mamdani es canalizar la oposición detrás del Partido Demócrata; Jacobin y los DSA presentan esto como una prueba de que aún hay “espacio” para una lucha política dentro del partido.
Esto es un completo fraude que debe ser repudiado. El programa de Jacobin está diseñado en cada punto en función de los intereses de la pequeña burguesía acomodada. Su perspectiva es encadenar a los trabajadores y jóvenes al Partido Demócrata, paralizar la oposición y garantizar que no surja ninguna lucha genuina contra el capitalismo y la dictadura.
Como enfatizó la declaración del Partido Socialista por la Igualdad publicada el sábado: “Los demócratas, los sindicatos y los medios cultivan el mito de un gobierno todopoderoso mientras insisten en que no se puede hacer nada. Esta es una mentira. Lo que falta no es oposición masiva, sino una estrategia política que guíe y organice la lucha contra el asalto de Trump a los derechos democráticos… Nuestro programa no es para pesimistas, escépticos o desmoralizados, sino para los luchadores entre los trabajadores, estudiantes, jóvenes, profesionales, artistas e intelectuales. No hay tiempo que perder.”
(Artículo original publicado en inglés el 25 de septiembre de 2025)